Científicos del Instituto Politécnico de Oporto (IPP) de Portugal están desarrollando una vacuna oral contra la COVID-19 que puede ingerirse con líquidos, como el yogur o el jugo de frutas. En una entrevista con Xinhua, el coordinador del proyecto, Rúben Fernandes, explicó que el agente inmunizante está hecho de plantas y probióticos con microorganismos modificados genéticamente que son beneficiosos para la salud.

Los probióticos son reforzadores naturales de la inmunidad, pero en el caso de esta vacuna se les "induce a producir una nueva sustancia que ayuda a inmunizar contra el virus del SARS-CoV-2". "Esta tecnología no pretende sustituir a las actuales. Por el contrario, nuestra intención es potenciar la acción del sistema inmunitario para que las vacunas utilizadas actualmente funcionen con mayor eficacia", indicó.

Fernandes señaló que la idea de introducir vacunas en los alimentos ya se utiliza, por ejemplo, en las papas contra enfermedades infecciosas como el tétanos, la difteria, el norovirus y la hepatitis B. "Además de las papas, también se produjeron vacunas contra la hepatitis B en el arroz y los plátanos. Las vacunas comestibles contra el primer virus de la familia del SARS (que causa el síndrome respiratorio agudo severo) ya se han producido en tomates", dijo.

Hasta ahora, los investigadores han probado el concepto en ciertas plantas y en probióticos que contienen bacterias, llegando a la conclusión de que esta tecnología de modificación genética funciona. "El siguiente paso es elegir las plantas frutales que se van a modificar, además de elegir los mejores probióticos (bacterias) in vitro, y luego probarlos en animales", dijo Fernandes.

Los investigadores esperan que la vacuna comestible esté disponible para el gran público en los próximos seis meses o un año, dependiendo del financiamiento que puedan obtener de la industria alimentaria. El objetivo de los investigadores es producir una vacuna que pueda ofrecerse a la población a bajo precio y de forma sostenible.

De acuerdo con Fernandes, existen varias ventajas éticas, económicas y terapéuticas en la popularización de una forma de inmunización que es más fácil de entender y de adherirse a ella. "Son vacunas con un costo de producción mucho más bajo", dijo Fernandes, señalando que esto las hará "mucho más accesibles para los países pobres". "Finalmente, muchas personas siguen teniendo miedo a las vacunas convencionales, pero les gusta tomar su yogur con probióticos para estimular la inmunidad", dijo.