La definición del presidente de Rusia, Vladimir Putin, acerca de la caída de la URSS, “la peor tragedia geopolítica del siglo XX” anticipó el pensamiento y el sentimiento que guía a la conducción del Kremlin que, armada hasta los dientes, está dispuesta a recuperar, al menos, el área de influencia de la época soviética, menor, por cierto, a los tiempos de la emperatriz Catalina la Grande.

El Águila Bicéfala, el escudo de armas ruso, restablecido tras la disolución de la URSS, y que simboliza la mirada hacia el oeste y el este del imperio ruso, ha posado su penetrante mirada hacia Occidente.

Ignacio Hutin es especialista en Europa Oriental y de la actualidad de la Europa post soviética, pero, además de sus prácticas docentes, decidió sacar su pasaporte, cargar en una mochila un bloc de notas, una cámara, y ejercer el noble y riesgoso oficio de cronista en zonas hostiles siguiendo la huella de una tradición argentina de notables periodistas como el recordado Ignacio Ezcurra.

Hutin caminó Ucrania, recorrió su territorio dividido entre zonas agrarias e industriales, conoce la ciudad de Kiev de memoria y visitó las zonas orientales de la discordia.

La Revolución Naranja de 2004, y las manifestaciones conocidas como Euromaidán de 2013 y 2014, expulsaron del poder a Víctor Yanukovitch, un presidente cercano a Rusia, proveniente de la región oriental del país, donde se habla más ruso que ucraniano. Los dos eventos fueron un largo proceso de despertar nacionalista acompañado por un profundo sentimiento antiruso y antisoviético”, escribió Hutin en su libro “Ucrania, Crónica desde el frente” de editorial IndieLibros.

Sin dejar de analizar las implicancias geopolíticas del conflicto, las crónicas, revelan la vida cotidiana de los ucranianos que, a su vez, viven de diferente manera el conflicto que en estos días ha llegado a la portada de todas las publicaciones. Una especie de guerra civil donde los ánimos se han inflamado en la sección occidental por el ingreso de movimientos neo-nazis, y de  nacionalistas armados “que sienten una intensa hostilidad hacia todo lo que no fuera blanco, heterosexual, cristiano y ucraniano. En la región oriental conocida como Donbass, que se levantó en armas contra la expulsión de Yanukovich, se formaron, cada vez más, agrupaciones paramilitares de ultraderecha para combatir a los separatistas pro rusos, y cada vez más civiles del oriente se unieron a las brigadas separatistas para luchar contra las agrupaciones neo nazis. Los que clamaban por una Ucrania para los ucranianos no veían a los rusos parlantes de oriente como sus compatriotas y el  sentimiento no tardo en volverse recíproco”.

¿Cómo vive el habitante de Ucrania el estar tensionado de manera permanente?

En los últimos años, desde el gobierno ucraniano, se  ha promovido una  relectura histórica que tiene  que  ver con acusar a Rusia de, básicamente, todos los males. Todo lo que hizo mal la Unión Soviética es culpa de los rusos. Se potenció la  polarización de identidades a través de una propagando que coloca a los rusos en el papel de victimarios y la tensión permanente que se ha vivido hasta que estalló el reciente conflicto tiene que ver con el fomento del odio a un grupo determinado. Históricamente, Ucrania tiene antecedentes de grupos nacionalistas muy violentos que iban por la idea de una Ucrania para los ucranianos y han cometido matanzas aliándose al nazismo en el pasado y me parece que este es un factor muy importante. Pero, Ucrania está perdida para Rusia. Toda la tensión acumulada de estos últimos ocho años llevó a eso, a que en Kiev, se  venda papel higiénico con la cara de Putin como recuerdo o souvenir y esa es la principal consecuencia de la tensión en la población. Por un lado, la polarización de identidades y, por el otro, el hecho de alejarse por completo de Rusia.

Inclusive se observan cambios a nivel cultural y simbólico de las herencias de la segunda guerra mundial…

La Segunda Guerra o la Gran Guerra Patria, como decían los soviéticos, tienen que ver con la idiosincrasia de todos los países que eran parte de la URSS. Y, como se mira a esta guerra tiene que ver con las transiciones. En Ucrania se han demolido muchos monumentos comunistas. Oficialmente, todos los monumentos a Lenin y muchos monumentos por la victoria en la Segunda Guerra mundial se preservaron pero fueron reconvertidos, por ejemplo, se los pintó de azul y amarillo. Es un proceso de relectura histórica, que comenzó en 2004,  por el cual se reivindicaron a grupos ultranacionalistas de los cuales el más conocido es el UPA, Ejército Insurgente Ucraniano, que luchaba en contra de la URSS y llegó a aliarse al nazismo, generando matanzas sistemáticas al pueblo judío, ruso, polaco y, hoy por hoy, son reivindicados porque eran luchadores por la libertad de Ucrania. De hecho, hace muy poco se inauguró un estadio que se llama  Roman Sujevich, que fue parte de las SS y comandó una matanza contra 100.000 polacos en el oeste de Ucrania. Y, esto no es propaganda rusa, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, protestó por el nombre con el que bautizaron al estadio. Al otro lado de la línea del contacto, en el Donbas, se ve el avance de los grupos ultra nacionalistas, que hablan de una Ucrania homogénea. Yo hablé con ellos y lo viven como una nueva segunda guerra mundial. Como los nazis que volvieron para vengarse y piensan que todos los ucranianos son nazis y sólo quieren matar rusos.

¿Se reivindica en las regiones prorusas el comunismo soviético que implosionó en el siglo pasado?

No hay mucha gente que reivindique el comunismo aún en el Donbas donde están los separatistas. De hecho, hay un partido comunista pero no tiene demasiado peso. Lo que tiene mucho peso es el valor simbólico de la URSS como potencia, como defensora de los civiles frente al nazismo. En términos económicos, a la URSS, nadie la extraña.

¿Qué futuro les espera a los ucranianos en  general?

Si dejamos de lado a las regiones autoproclamadas del Donbas, el futuro de Ucrania pasa por acercarse cada vez más a Occidente en términos políticos y comerciales y, además, volverse dependientes de Occidentes en términos militares. Ucrania no tiene ninguna chance de incorporarse a la OTAN, ni siquiera cumple con los requisitos formales para hacerlo porque no controla la totalidad de su territorio y es un país pobre, dependiente, con altos índices de corrupción, pero si tiene chances de firmar acuerdos comerciales y políticos con la Unión Europea (UE).

De hecho, ya existe un acuerdo de libre comercio con la UE, que no beneficia a la industria ucraniana que no puede competir con la industria alemana, francesa o italiana. Este hecho es muy relevante y tiene mucho que ver con el estallido del conflicto. ¿Dónde están ubicadas las industrias de Ucrania? En el este, donde están los territorios de Donetsk y Lugansk que se levantaron en el año 2014. En una región tan pequeña, comparada con la totalidad del país, se concentra el 25% de la industria ucraniana. Para los habitantes de estas regiones el escenario más benévolo pasa por el estancamiento del conflicto. Un estancamiento que ya tiene un antecedente en Georgia que tiene dos repúblicas autoproclamadas y desde el 2008, no hay guerra, no hay paz y está estancado, en tablas. Al paso que vamos  esa es la mejor alternativa que puede ocurrirle a la población.

Existe un debate en el oficialismo y una posición clara de la oposición nacional en torno a este conflicto. ¿Qué debería hacer el Estado Argentino ante tantas presiones para tomar partido de un lado o del otro?

El Estado argentino no se tiene que meter  de ninguna forma. No tiene  nada que ver con este conflicto. Debe llamar al diálogo y nada más. Por otra parte, Argentina no va a reconocer a estas dos repúblicas porque no reconoce independencias unilaterales. Con un única excepción que es Palestina. Argentina nunca reconoció ninguna independencia unilateral y eso es muy importante. Por lo que tiene que limitarse a llamar al diálogo y si se vota en la ONU, probablemente se abstenga, como hizo en el antecedente de Crimea. Nuestro país no gana nada involucrándose en este conflicto. Rusia y EE.UU. no le  van a reclamar apoyo.