El papa Francisco aprovechó la celebración de la Misa del Domingo de Resurrección este 4 de abril, para volver a instar, “en el espíritu de un ‘internacionalismo de las vacunas’ a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres”. 

Fuerte condena del papa Francisco a los que "acaparan" vacunas contra el coronavirus


En el mensaje pascual pronunciado desde el altar de la cátedra de la Basílica de San Pedro ante un centenar de fieles, y no desde la fachada central de la Basílica Vaticana, debido a las medidas cautelares provocadas por el Covid-19, rezó asimismo para que “el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros” porque “todas las personas, especialmente las más frágiles, necesitan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios”.

Se encomendó al Señor para que "inspire la acción de las autoridades públicas a fin de que todos, especialmente las familias más necesitadas, reciban la ayuda imprescindible para un sustento adecuado”, ya que “desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas”. 

Presencialidad

Asimismo, el Papa dijo que “Jesús resucitado es esperanza también para tantos jóvenes que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad, y sin poder compartir el tiempo con los amigos”.

Añadió que “todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no solo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad”.

Destacó que “el anuncio de la Pascua no muestra un espejismo, no revela una fórmula mágica ni indica una vía de escape frente a la difícil situación que estamos atravesando” y añadió que “no nos habla de ángeles o de fantasmas, sino de un hombre, un hombre de carne y hueso, con un rostro y un nombre: Jesús”.

Por último, el Santo Padre destacó que los testigos de la Resurrección “señalan un detalle importante: Jesús Resucitado lleva las llagas impresas en sus manos, en sus pies y en su costado”.

Antes de impartir la bendición Urbi et Orbi, afirmó el Papa que estas heridas son el sello perpetuo de su amor por nosotros. Todo el que sufre una dura prueba, en el cuerpo y en el espíritu, puede encontrar refugio en estas llagas y recibir a través de ellas la gracia de la esperanza que no defrauda”.