Cientos de personas duermen a la intemperie en la capital del país constituido en ejemplo por su exitoso paso por la pandemia, pero que no escapa al alza de la pobreza en la región más desigual del planeta.

La mayoría de los 3,4 millones de habitantes de Uruguay, que cuenta hasta el momento 2.417 casos y 51 muertes por coronavirus, disfrutó de la política de "libertad responsable" sin cuarentena dispuesta por el gobierno de Luis Lacalle Pou, indica un reporte internacional.

Pero un fragmento de la población no tuvo un hogar para optar por salir o quedarse.

Un relevamiento del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) muestra que hasta agosto, al cabo del peor momento de la pandemia en el país vecino y lo más crudo del invierno austral, 2.553 personas se encontraban en situación de calle en Montevideo y alrededores, un 25,3% más de lo registrado en 2019.

Entre ellos, 885 durmieron en la vía pública y 1.668 accedieron a refugios en la zona metropolitana, indican los datos, que publica el sitio France24.com

Pero el gobierno destaca un alza significativa en relación al año pasado en la capacidad de los albergues, que dieron prioridad a mayores de 65 años y personas con enfermedades crónicas.

En julio, sin embargo, la muerte por hipotermia de una persona en situación de calle por no poder ingresar a un refugio colapsado generó controversias.

El presidente se comprometió entonces a "no dar un uruguayo por perdido".

El país cuenta con una ley que dispone la obligatoriedad del Estado de prestar asistencia a las personas en situación de calle, que habilita el traslado aun sin consentimiento a refugios cuando su vida esté en riesgo.

La población considerada pobre crecerá de 2,9% a 5,3%, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Y la pobreza extrema se proyecta en el 0,3%.

Para evitar aglomeraciones, el Mides implementó entregas de canastas de alimentos y mantuvo activos 53 comedores con medidas sanitarias, donde actualmente asisten unas 19.000 personas, precisaron fuentes de la cartera.

Sin embargo, las cientos de ollas populares multiplicadas durante la pandemia dieron cuenta de mayores necesidades entre los más vulnerables.