Más de tres millones de berlineses quedaron en ambos lados de la construcción del Muro de Berlín, de 155 kilómetros de longitud.

Por lo menos 140 personas murieron en el frontispicio en los 28 años que se mantuvo em pie.

Hoy forman parte de un centro de memoria y documentación en la Bernauer Strasse, donde aún se conservan restos de la muralla, y turistas de todas las latitudes se acercan a sus instalaciones para formarse una idea de lo que significó la división de la ciudad.

Abundan las historias de época, como la de Joachim Rudolph, quien, tras haber huido, cavó un túnel de unos 140 metros de longitud, de occidente a oriente, para facilitarles el escape a otros.

Pero la celebración del 9 de noviembre en Alemania, es mucho más abarcativa que la caída del Muro de Berlín, Incluye otros dos acontecimientos trascendentes de su historia del siglo pasado: la proclamación de la República de Weimar, en 1918, y los pogromos nazis, en 1938.

La canciller saliente, Angela Merkel, participó en la ceremonia junto a la presidenta del Bundestag (cámara baja del Parlamento), la socialdemócrata Bärbel Bas, así como el del Bundesrat (cámara alta), el izquierdista Bodo Ramelow, y el del Tribunal Constitucional, Stephan Harbarth.

Correspondió al presidente del país, Frank-Walter Steinmeier, sintetizar el mensaje del mayor nivel institucional alemán: "Debemos confrontarnos con esas fechas en todas sus contradicciones", afirmó.

Del muro de 155 kilómetros de longitud que se construyera el 13 de agosto de 1961, de la partición que se había hecho de Berlín entre occidente y oriente sólo queda 1,3 km.

Lo distingue tan solo una placa que tiene esta inscripción: Muro de Berlín 1961-1989.

La finalidad con que los socialistas encararon esta división del país, que permaneció 28 años, era evitar que la gente emigrara hacia Alemania Occidental.

De ahí que la caída en 1989 haya sido catalogada como el símbolo del fracaso del comunismo, si bien el filósofo francés François Revel aclaró que, en realidad, el fracaso había sido su construcción en 1961.

La agencia DW armó una crónica con ese pedazo de historia que duró 28 años y significó una especie de curva del tiempo para la denominada Guerra Fría entre Estados Unidos, junto a los aliados europeos, y la Unión Soviética. 

Alambrado de púas

Arranca el relato el 13 de agosto de 1961, cuando a primera hora soldados y cuadrillas de trabajadores de la República Democrática Alemana (RDA) bloquearon todas las vías que conducían a Berlín Occidental, primero, con alambradas de púas.

"Cerrada la Puerta de Brandeburgo”: titularía la agencia de noticias AP el acontecimiento de importancia mundial, ya que se iniciaba la construcción del Muro de Berlín.

La "Operación de resguardo de la frontera”, dirigida por el posterior jefe de Estado de la RDA Erich Honecker, se erigía de ese modo en el último paso para cimentar la división.

En poco tiempo se comenzó a levantar en torno a Berlín Occidental un muro de 3,6 metros de altura de piedra y cemento, prácticamente inexpugnable, que cerraba la última vía de escape para la población de la parte oriental de una Alemania dividida ya en 1949.

Todos los que pudieron emigrar, se fueron de la RDA en busca de un mejor porvenir en la parte occidental, República Federal de Alemania.

El Muro de Berlín fue para los orientales germanos un dique de contención a la sangría socioeconómica en que derivó de la conflagración bélica.

Alemania estaba dividida en las dos esferas de influencia. Y el peligro de una tercera Guerra Mundial, con armas atómicas, era muy real.

Ambas partes incrementaban continuamente sus arsenales y se hablaba de un equilibrio del terror. Esa era, que pasó a la historia como la Guerra Fría, no terminó hasta la caída del Muro de Berlín, describe DW.

Berlín fue durante décadas epicentro de la lucha entre dos sistemas, dos modos distintos de ver la sociedad.

Las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial la dividieron en cuatro sectores: la parte oriental quedó bajo control soviético y la occidental en manos de estadounidenses, británicos y franceses.

Todos los intentos de los dirigentes comunistas de extender su influencia a toda la urbe fracasaron debido a la decidida resistencia de los aliados occidentales.

El presidente estadounidense John F. Kennedy llamó a Berlín Occidental una "isla de libertad en un mar comunista”.