La campaña de vacunación en Alemania ha sido descrita por el Gobierno como la “luz al final del túnel” y “la clave para salir de la pandemia”.

Pero el túnel es aún largo y la luz todavía tenue si se juzga la rapidez y la efectividad con la que se ha llevado a cabo ese programa.

Mientras otros países desarrollados como Estados Unidos o Reino Unido hacen anuncios positivos sobre sus campañas y sobre el tan anhelado regreso a la normalidad, en Alemania sólo cerca del 6 por ciento de la población ha sido vacunada completamente en los más de 100 días que lleva el programa. 

El rezago se evidencia también en que hay más de 3 millones de dosis que están en manos de las autoridades sanitarias, pero que todavía no han sido entregadas a la población.

Los problemas se deben a una mezcla entre trabas burocráticas, demoras en la distribución, mensajes confusos y disputas políticas que han impedido al país darle el impulso necesario a la vacunación.

Y se debe también a que el país está inmerso en una muy difícil tercera ola de contagios, con casos en aumento y un debate cada vez más centrado en la posibilidad de imponer nuevas y más estrictas restricciones para contener el virus.

Todo esto afecta el clima político y social, así como la imagen de Alemania a nivel internacional, y pone a prueba la muy difundida idea de que el país es eficiente y riguroso.