Por Gustavo Segré (*)

Era octubre del año 2002 y por el temor a una victoria electoral del entonces líder sindical Luiz Inácio "Lula" da Silva el dólar llegó a cotizar en términos nominales a 3,96 por real.

"Lula", líder indiscutible y absoluto del Partido de los Trajadores (PT), apoyó su campaña en el eslogan "Un Brasil para todos. Crecimiento, empleo e inclusión social".

El gobierno de Fernando Henrique Cardoso se había probado eficiente para controlar la inflación (FHC había sido el ministro de Economía de la implementación del exitoso programa del Plan Real), pero le faltaba el tema social; y era claro que el elector brasileño quería "algo más y algo nuevo" respecto de los ocho años de mandato del sociólogo poliglota Cardoso, que contaba con el beneplácito de la clase media, pero no llegaba a conquistar a las numerosas clases bajas de la pirámide brasileña, "Lula" ganó las elecciones por tres factores:

* El deseo en el cambio de rumbo (sobre todo de las clases más bajas).

* La falta de un buen candidato del oficialismo de Cardoso (el candidato en la época fue José Serra, un político todo terreno, pero con la empatía y carisma de una almeja (sin preconceptos con las almejas).

* Su discurso adaptable al público que lo escuchaba: cuando le hablaba a las clases bajas, se comía las "s" y les hablaba con lenguaje de uso y costumbres de gente sin mucha educación.

"Lula" representaba, para el elector de clase baja, la realización de quien sin tener completada la educación primaria, y habiendo pasado hambre en su infancia, conseguía llegar al lugar más alto de la política brasileña.

La diferencia entre la teoría y la práctica:

Durante el inicio de la campaña presidencial del 2002, "Lula" había proferido frases como:

"Es imposible pensar en pagar la deuda externa con el hambre del pueblo".

"No podemos pensar en exportar alimentos, cuando hay brasileños que pasan hambre".

Los mercados financieros (nacionales e internacionales) veían con preocupación la tendencia populista de "Lula" hasta que, por sugerencia del mismo ex presidente Cardoso, Da Silva escribió en junio de 2002 la "Carta al pueblo brasileño", que en realidad debió llamarse "Carta el mercado de capitales", donde dejaba claramente explícito que, en caso de ganar las elecciones, enfocaría su accionar en lo social, SIN DESCUIDAR LO ECONÓMICO y sobre todo, MANTENIENDO LA BASE DEL ORDEN DE LA ECONOMÍA BRASILEÑA impulsada por Cardoso en el año 1999:

* Superávit fiscal (el gobierno no gastaría más de lo que pudiera recaudar).

* Metas de inflación (con autonomía del Banco Central).

* Libertad de cambio (regido por la oferta y la demanda).

Todo fue diferente a partir de esa carta y "Lula" ganó las elecciones con mas dudas que confirmaciones.

El dilema del violinista:

"Lula", de singular sensibilidad política y social, y con una inteligencia emocional como pocos políticos han demostrado, entendió que para que ayudar a la clase baja con recursos públicos, necesitaba -y mucho- de la clase productiva, financiera e inclusive de los especuladores, para generar recaudación pública.

"Lula", el presidente VIOLINISTA: fue elegido por sus propuestas de izquierda, pero "ejecutó" su gobierno con políticas económicas y financieras de la derecha.

Su pragmatismo pudo más que su convicción ideológica, y la realización de políticas ortodoxas en su programa económico le permitió conquistas pocas veces vistas hasta ese momento y mucho menos en gobiernos de izquierda.

Brasil pasó de ser la decimotercera economía del mundo en el 2002 a ser la sexta en 2011.

El índice de Desarrollo Humano -IDH- de combate a la pobreza de la ONU, pasó de 0,649 a inicio de los 2000, hasta llegar a 0,755 durante la gestión "Lula".

El coeficiente de GINI -que mide la desigualdad y es calculado por el Banco Mundial- pasó de 58,6% en el 2002 a 52,9% en el Gobierno del PT.

Reservas Internacionales: Lula asumió su gobierno en el 2002 con U$S 17.000 millones de reservas en el Banco Central, mientras que salió de su segundo mandato dejando U$S 288.500 millones (en gran medida, aprovechando el favorable ambiente internacional de los commodities).

Tipo de cambio: de los R$ 3,96 por unidad de moneda americana en el momento de la elección presidencia, "Lula" dejó su segundo Gobierno con un dólar nominal a R$ 1,66.

Exportaciones: no obstante la VALORIZACIÓN DEL REAL, "Lula" entendió que la única manera de mantener el trípode heredado por Fernando Henrique Cardoso, en relación a la libertad cambiaria, era aumentando la oferta de dólares y no limitando la demanda.

Brasil, en la gestión "Lula" da Silva, más que triplicó el monto de sus exportaciones.

Financiación internacional: en el año 2008, segundo mandato de "Lula" da Silva y merced a una administración ordenada en sus cuentas y con todos los indicadores de la macro-economía mucho mejor que los de su antecesor, Brasil consiguió el "Grado de Inversión -Investment Grade-" que significa que los títulos de su deuda soberana, no tienen riesgo de default o moratoria.

El haber colocado al frente del Banco Central a Henrique Meirelles -ex presidente mundial del Bank Boston-, haber cuidado el trípode económico creado por Fernando Henrique Cardoso y, sobre todo, haber administrado con extremo celo que Brasil no deje de tener superávit fiscal e ingreso permanente de dólares, le permitió a "Lula" da Silva contar con dinero (sin tener que aumentar la deuda pública, la emisión monetaria o tributos), para sus programas sociales que permitieron sacar de la extrema pobreza y pobreza incipiente a millones de brasileños.

"Lula" terminó su segundo mandato con más de 80% de aprobación popular y destruyó su excelente biografía política en función de los casos de corrupción.

Hoy "Lula" responde a diversos procesos penales, cumple en libertad (al menos por ahora) dos sentencias, en segunda y tercera instancia, por corrupción y lavado de dinero.

De acuerdo a la Ley de la Ficha limpia, promulgada por él mismo cuando era presidente, ahora no puede ser candidato a cargos electorales ni ocupar cargos públicos.

Conclusiones.

Cuando el pragmatismo político se superpone al fanatismo ideológico, la izquierda debe colocar en práctica fórmulas capitalistas, ortodoxas y liberales, para disponer de recursos para sus políticas sociales (sin entrar en el mérito de análisis si el repartir plata pública sin contrapartida es eficiente o no para combatir la pobreza).

La admiración y simpatía manifiesta por el mandatario argentino, Alberto Fernández, respecto del ex presidente "Lula" da Silva (que serios dolores de cabeza le han generado a la relación entre los gobiernos de la Argentina y Brasil) podría ser un buen inicio para cambiar ideas y opiniones sobre las ventajas de "tocar el violín con la mano derecha, no obstante sostenerlo con ideologías de izquierda".

El dilema del violinista es el actual dilema del Gobierno de los Fernández, donde si se insiste en la ideología, el Estado no tendrá recursos para sus políticas populistas y todos sabemos -sobre todo los populistas- que NO EXISTE POPULISMO SIN DINERO.

Por el otro, lado, y teniendo plena convicción que el presidente Alberto Fernández sabe que el ÚNICO camino para dejar de fabricar pobres y colocar a la Argentina en la senda del crecimiento productivo, generadora de riqueza y en la búsqueda de la igualdad social, (donde los de abajo puedan tener oportunidad de subir en lugar que los que estén arriba deban necesariamente bajar) es comenzar a dejar de "ejecutar" el violín con la "izquierda" y comentar a "tocar" la política económica con formulas de la "derecha".

La duda que nos queda: si la directora de la orquesta, le permitirá cambiar la forma de tocar el violín, o lo que es peor... dejarlo sin ningún instrumento.

(*) - Analista internacional.