El ultraconservador Seyed Ebrahim Raisi se perfila como uno de los siete candidatos con mejores chances de ganar las elecciones presidenciales del próximo 18 de junio en Irán, lo que permite imaginar nuevos roces de aquella nación con Occidente, según los análisis de política internacional.   

Raisi está a la cabeza del poder judicial y es un aliado fundamental del líder supremo Alí Jamenei, el clérigo tradicionalista ha ocupado varios puestos claves en el país.

Competirá contra cinco candidatos conservadores, que han sido autorizados por el organismo de control electoral iraní para postularse en miras de las elecciones presidenciales que se desarrollarán el 18 de junio. El 25 de mayo, el Consejo de Guardianes de la Constitución prohibió la candidatura de los reformistas más destacados. 

Inicialmente dicha decisión fue respaldada por el ayatollah Alí Jamenei, aunque el viernes pasado bajó el tono al decir que algunos de los candidatos rechazados para las elecciones habían sido perjudicados y difamados injustamente, subraya el sitio France24.com

En las elecciones de 2017, Raisi perdió contra su contrincante Hasan Rohani. Pero ahora está regresando a la escena política con un nuevo aire y fortalecido por el 38% de los sufragios que obtuvo durante los pasados comicios contra quien ahora es el actual presidente.

Si Raisi se convierte en presidente, este partidario de una visión "estatista" no abogará por la apertura de la economía iraní a los inversores extranjeros. En cambio, "lo más probable es que bajo el mandato de Raisi se continúe invirtiendo en infraestructura, agua, electricidad y salud, con una economía dominada por las fundaciones que conoce bien y la Guardia Revolucionaria (que también posee muchas empresas)", afirmó a France 24 el economista y especialista en Irán Thierry Coville.

Aunque Raisi se muestra desafiante hacia Occidente, no se espera que se oponga explícitamente al acuerdo nuclear iraní que se está negociando actualmente, según Coville. Asimismo, señala que siempre es "el líder supremo quien marca el tono de estas negociaciones".

Sobre la cuestión de la liberación de la moral, Raisi cuenta con el apoyo de los partidistas de la línea dura. Su suegro no es otro que el ayatollah Ahmad Alamolhoda, el representante del líder supremo en la provincia nororiental de Khorasan.

Conocido por su austeridad, el clérigo se había distinguido en 2016 al prohibir los conciertos musicales iraníes en la ciudad de Mashhad, bajo su autoridad religiosa, aún cuando estos ya habían sido autorizadas en las grandes ciudades de la parte iraní más modernizada.

"Debemos saber que vivimos en la ciudad donde está enterrado el Imán Reza. No es posible realizar conciertos en la ciudad, y no deberíamos discutir con la gente y algunos funcionarios de mente estrecha al respecto. Si quieres un concierto, ve a vivir a otro lugar", dijo.

Entre las organizaciones de Derechos Humanos, y especialmente entre la diáspora iraní, el nombre de Raisi, que se remonta a los momentos más oscuros de la República Islámica, causa mucho nerviosismo.

El ultraconservador, que estuvo a cargo del poder judicial durante más de dos décadas, incluso como fiscal adjunto del tribunal revolucionario de Teherán a fines de la década de 1980, participó como juez en una serie de juicios políticos en 1988. Al final de estos, cientos de opositores encarcelados fueron ejecutados. Este es un pasado que los críticos de Raisi todavía le reprochan hoy, pero que le da aún más legitimidad a los ojos de la poderosa población conservadora de Irán.

Muchos ven en Seyed Ebrahim Raisi un probable sucesor del líder supremo. De hecho, recientemente fue elegido como vicepresidente de la Asamblea de Expertos, organismo responsable de proponer un nuevo líder supremo en caso de fallecimiento de Alí Jamenei.

Por ahora, a Raisi el único puesto que le hace falta para tener una vuelta completa por las instituciones iraníes es llegar a la cabeza de poder ejecutivo. El mismo Jamenei era el presidente de Irán cuando fue llamado a ocupar el puesto de líder supremo en 1989, después de la muerte del ayatollah Ruhollah Jomeini.

Dada la edad de Jamenei (tiene 82 años) y las dudas sobre su salud, hay indicios muy reales de que el próximo presidente podría ser su sucesor. 

El ayatollah Alí Jamenei fue uno de los instructores de Raisi en el seminario y por eso es uno de sus confidentes. Aunque usa turbante, Raisi no es ayatollah, sino un Hujjat al-Islam (o Hoyatoleslam), es decir, un rango inferior en el clero chiíta. También es un sayyid, descendiente del profeta Mahoma en el islam chiíta. Esto le da derecho a usar el turbante negro, que es una distinción popular entre el más devoto sector del electorado.

Al igual que el líder supremo, Raisi proviene de la ciudad santa de Mashhad, en el noreste de Irán. No es coincidencia que en 2016, Jamenei lo llamara para encabezar la poderosa fundación religiosa Astan Quds Razavi. La fundación administra el Santuario del Imán Reza, el octavo sucesor del Profeta según los chiítas, y está ubicada en la misma ciudad de Mashhad.

El Santuario es un importante lugar de peregrinación chiíta y genera miles de millones de euros a través de donaciones y fondos que controla la organización Astan Quds Razavi. 

La fundación, que actúa tanto como una organización benéfica como una sociedad de cartera, posee una gran cantidad de propiedades inmobiliarias, tierras de cultivo y negocios en campos tan diversos como la construcción, el turismo, la agricultura y la alimentación. Tanto es así que dirigirla es manejar un imperio económico. Raisi estuvo al mando durante tres años, antes de que fuera convocado por Jamenei para desempeñar un nuevo puesto.

En marzo de 2019, fue nombrado jefe de la Autoridad Judicial de Irán. Este se constituyó como otro nombramiento influyente para Raisi en el que Alí Jamenei le encomendó la tarea de luchar agresivamente contra la "corrupción".

Soldado leal del ayatollah, Raisi ha multiplicado el número de juicios por corrupción que han sido ampliamente mediatizados desde que asumió el cargo. Así ha enjuiciado a dignatarios estatales y a jueces.

Estos juicios le han permitido derrocar a algunos de los principales opositores políticos, como su predecesor al frente del poder judicial –Sadeq Larijani–, cuyo asesor cercano estuvo involucrado en uno de estos escándalos. Larijani es también hermano de Ali Larijani, cuya candidatura a las elecciones presidenciales fue a su vez prohibida por el Consejo de Guardianes, probablemente como resultado de este asunto familiar.

De tal forma, Raisi ha hecho de la lucha contra la corrupción uno de los lemas centrales de su campaña. En un comunicado, se presentó como "el oponente de la corrupción, la ineficiencia y la aristocracia" y, de ser elegido, ha prometido luchar sin descanso "contra la pobreza".