Pedro Castillo Terrores, docente y exdirigente sindical de 51 años, jura a las 9 del miércoles como presidente de la República del Perú para el periodo 2021-2026, en el mismo día del Bicentenario de la Independencia del país, proclamada el 28 de julio del 2021.

A las 11 brinda su primer discurso ante un Congreso con mayoría opositora.

De acuerdo con el protocolo, los parlamentarios deben conformar dos comisiones multipartidarias: la de anuncio, que invita al mandatario electo a acudir al Legislativo, y la de recibimiento, que le dará la bienvenida a su llegada al Parlamento.

Estarán presentes en la ceremonia de asunción, entre otros, el rey de España, Felipe VI; el presidente de Argentina, Alberto Fernández; Luis Arce presidente de Bolivia; Guillermo Lasso, de Ecuador; Sebastián Piñera, de Chile; Iván Duque, de Colombia; el vicepresidente de Brasil, Hamilton Mourao, y Francisco Bustillo, canciller de Uruguay.

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La expectativa generada por los anuncios de los principales compromisos y los lineamientos de la gestión por emprender se focalizan en la cuestión sanitaria en torno de la pandemia y en la descripción de la crisis económica que hereda, pero también se da por sentado que dejará planteada la Asamblea Constituyente.

Sin embargo, debido al estrechísimo margen con que ganó la segunda vuelta y la intervención judicial para validar los votos, los análisis coinciden en que el nuevo presidente peruano no podrá poner en práctica todo lo que quiere el ala extremista de su partido, y que pesarán sobre la gestión las tensiones internas, que amenazan con hacer disfuncional su presidencia.

Como un anticipo, en la breve alocución pronunciada al recibir las credenciales del Jurado Nacional de Elecciones para ejercer el cargo, al igual que la vicepresidenta electa Dina Boluarte, dijo: "Como presidente de la República y del Bicentenario debo llamar a la más alta unidad a todos los partidos políticos, a todos los gremios y sindicatos, a los pueblos indígenas y organizados, a los colegios profesionales, a los universitarios y académicos".

Por ejemplo, la crisis económica y la minoría con la que cuenta en el Congreso constreñirán enormemente la acción de gobierno, lo cual posiblemente intranquilizará a sus puntos de apoyo más radicalizados, de los cuales él no es el jefe, los que seguramente no querrán renunciar a la revolución que pregonan.

La alta expectativa levantada entre los sectores pobres y rurales difícilmente pueda ser satisfecha, para frustración del propio Castillo, de Perú Libre y de las clases populares.

Pero asimismo, la presidencia que ahora se inaugura tiene que hacer frente a una pandemia que se cobró ya 200.000 vidas, convirtiendo a Perú en uno de los país con mayor mortalidad por habitante del mundo.

Los últimos días ha habido ya disonancia entre Castillo y Perú Libre. Mientras el presidente morigera la etiqueta de comunista (como también rechaza la de chavista y de terrorista), su partido confirma planes para una nueva Constitución, que Castillo matiza.

Está claro que el nuevo mandatario pretende un punto y aparte respecto a anteriores presidencias, pero sabe que se va a encontrar con serias limitaciones.

También Ollanta Humala, que recibió financiamiento de Hugo Chávez en una primera campaña, llegó en 2011 al cargo desde la izquierda (batiendo igualmente a Keiko Fujiimori), en un momento de expansión del bolivarianismo en Latinoamérica, y sin embargo, pronto abrazó el modelo económico que ininterrumpidamente rige en Perú desde las reformas de Alberto Fujimori en la década de 1990.

La constatación de que la "década de oro" de la economía sudamericana (2003-2013) no propició un avance social sólido (la importante reducción de la pobreza de entonces se ha visto ahora parcialmente revertida con la presente crisis) puede llevar a intentar aventuras fuera de la libre empresa y mercado (hay una presunta lista de nacionalizaciones), pero si en estos momentos el imperativo pasa por la recuperación económica, Castillo no dispone de mucho margen de maniobra.

Acaba de decir que sus dos prioridades serán la lucha contra la pandemia y el crecimiento económico.

En Cuzco, donde Castillo logró el 83% de los votos, se convocó a un paro para protestar por el alza de precios provocada por la depreciación de la moneda, que a su vez se debió a las dudas en los mercados sobre las próximas políticas de Castillo.

Habrá que ver si en sus primeras decisiones puede mantener el anuncio de un 10% del gasto en educación comprometido en la campaña.

El PIB peruano cayó un 11% en 2020 (la mayor cifra en Sudamérica después del caso aparte que supone Venezuela).

Aunque para 2021 está previsto un crecimiento del 8,5% (la mayor cifra entre sus vecinos), empujado por la subida del precio del cobre, que es el principal producto de exportación, al mismo tiempo el país soporta una gran carga financiera: de una deuda externa del 20% del PIB en 2013, se pasó a una del 35%, abultada por los estímulos puestos en marcha a raíz de la pandemia.

La otra gran dificultad para Castillo es el exiguo apoyo cosechado en el Congreso. La elección del parlamento unicameral se realizó al mismo tiempo que la primera vuelta de las presidenciales, de manera que, en una situación de voto muy disperso, el partido que quedó en primer lugar, Perú Libre, solo obtuvo el 13,4% de los votos y 37 de los 130 diputados que forman el Congreso.

Ante cuestiones de gran polarización, como la posibilidad de convocar una asamblea constituyente –la madre del borrego de la disputa política de esta presidencia–, los diferentes partidos de derecha, que suman 80 bancas (frente a las 50 de partidos de izquierda y liberales), pueden fácilmente bloquear las propuestas que impulse Castillo.

Precisamente, la caída del anterior presidente elegido por los peruanos, Pedro Pablo Kuczynski, se gestó a partir de su debilidad en el Congreso, donde quedó a merced de las embestidas de Fuerza Popular, de Keiko Fujimori.

Esta vez Fuerza Popular está más debilitada (solo tiene 24 escaños), pero al mismo tiempo Perú Libre tiene sembrada en su seno la semilla de la discordia.

Tiene que ver con que Castillo fue un candidato de paja que puso el jefe de Perú Libre, Vladimir Cerrón, al no poder presentarse él mismo a las elecciones por una condena de corrupción durante su gestión como gobernador de Junín. Vladimir y su hermano Waldemar, elegido diputado, dominan el grupo de Perú Libre en el Congreso; al no contar ahí con suficiente fuerza, plantean una Asamblea Constituyente desde la que hacer la revolución marxista-leninista que buscan.

No solo Castillo obtuvo en la primera vuelta más apoyo que el logrado por Perú Libre en el Congreso, sino que la victoria en la segunda vuelta se construyó casi toda ella sobre la imagen no doctrinaria y de honestidad del propio Castillo (muy diferente de la que rodea a Cerrón y al partido).

Habrá que ver si al tomar posesión, Castillo se sentirá bastante libre de actuar a su manera, siguiendo en todo caso maximalismos propios, no los que le imponga Cerrón.