En los Estados Unidos, la forma de elegir a sus representantes es distinta a la de la Argentina, donde los ciudadanos eligen directamente por el candidato que quieren en las urnas.

En el caso del país norteamericano, la elección es indirecta, por lo que los votantes no eligen entre postulantes, sino que delegan esa tarea en el Colegio Electoral, integrado por 538 representantes.

Para ganar, un candidato tiene que alcanzar los 270 votos del Colegio Electoral.

Cada uno de los 50 estados del país tiene un número distinto de electorales: es igual a la cantidad de sus senadores y sus representantes en la Cámara baja, por lo que tienen más peso los que están más poblados.

El que tiene más representantes es California, con 55 electores, mientras que Delaware tiene solo 3.

Por esta razón, el sistema lleva a que los postulantes se enfoquen más en las estados indecisos que en los que son tradicionalmente de un partido u otro.

Una de las características de este sistema electoral es que un candidato puede ser el más votado, pero puede no quedarse con la victoria.   

Por ejemplo, en las elecciones en las que enfrentaron Donald Trump y Hillary Clinton, la demócrata obtuvo más votos de ciudadanos, pero el republicano ganó porque tuvo más electores.

Algo similar pasó en 2000, cuando Al Gore obtuvo el 48,4% de los votos contra 47,9% de George Bush, aunque el candidato republicano ganó las elecciones porque llegó a 271 electores.

En los Estados Unidos, el mandato de los presidentes es de cuatro años y solo puede ejercer por dos períodos consecutivos.