En este domingo de elecciones, la atmósfera está cargada de incertidumbre y preocupación. Los desafíos que enfrentamos son palpables, no necesito enumerarlos ni infringir la veda electoral. Cada ciudadano es consciente de la situación en la que nos encontramos. Por ello, quiero dedicar esta columna a los candidatos. Les insto a prestar atención.

Es costumbre ver en cada elección el júbilo en los búnkers de los partidos ganadores. Los militantes saltan y cantan, los candidatos se muestran eufóricos en el escenario, antes y después de los discursos victoriosos. Esto no es exclusivo de ningún partido; banderas, globos, parlantes, la música resuena. Ganan en las urnas y la escena se asemeja a la celebración de un campeonato de fútbol. Sin embargo, creo firmemente que la situación actual no justifica tal exuberancia.

Los militantes tienen derecho a celebrar, quizás han trabajado incansablemente para asegurar la victoria electoral. Pero, ¿qué deberían hacer los candidatos electos o aquellos que están a un paso del balotaje? Mantener la cordura, entender que no han ganado un premio, sino que han sido seleccionados para asumir una responsabilidad abrumadora. Sea en su localidad, provincia o en toda la nación, enfrentan la titánica tarea de sacar a millones de personas de la pobreza, frenar la galopante inflación, erradicar la inseguridad y evitar que el dólar se descontrole, entre innumerables otras obligaciones que les esperan en un tiempo muy limitado.

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Olviden las ventajas económicas y el poder que el cargo conlleva; piensen únicamente en la responsabilidad. ¿Dormirían tranquilos sabiendo que la alimentación de muchos depende de sus decisiones? ¿O que una ley mal concebida podría dejar sin trabajo a cientos de miles o incluso millones de personas? Si esto fuera un trabajo ad honorem, no sé cuántos se animarían a adentrarse en un desafío de tal envergadura. Sin embargo, algo motiva a tanta gente a luchar por solventar los problemas ajenos, por decirlo de alguna manera. ¿No les parece?

Esperemos que estas elecciones transcurran en paz, que la ciudadanía pueda elegir a quien considere más apto, o al menos, menos perjudicial. Y que aquellos elegidos, desde el primer momento, pongan en marcha a sus equipos para que el país pueda avanzar. En esto, creo, todos estamos de acuerdo.

Sin embargo, también es importante recordar que el poder político no reside únicamente en los candidatos elegidos, sino en la ciudadanía en su conjunto. La participación activa de la sociedad es crucial para el éxito de cualquier Gobierno. Es nuestro deber mantenernos informados, exigir transparencia y responsabilidad, y ser parte activa en la construcción de un futuro mejor para todos. La labor de los líderes políticos es importante, pero la fuerza y el impulso del cambio provienen de cada uno de nosotros. Recordemos siempre que somos co-creadores de nuestro destino común.