Cada jueves a las 20.30,  El Tinglado (Mario Bravo 948) se convierte en un lugar sombrío y hostil de la mano de Un papel en el viento, la obra escrita por Pacho O'Donnell y dirigida por Daniel Marcove, que invita al espectador a reflexionar sobre los miedos, el encierro y los sentimientos frente a la libertad.

Alejados del resto de la humanidad, Bill, Mónica, Diego y René -un informático frustrado, una mujer trans, un aspirante a futbolista que se quedó sin carrera por una grave lesión y un hombre que deseaba ser médico, pero que no pudo formarse por tener que atender otras necesidades- se encuentran encerrados y fantasean con cómo podría ser su vida si no estuvieran en esa habitación que solo tiene una claraboya que les permite recibir algunos rayos de sol. No se conocen los motivos por los que están allí, ni tampoco desde cuando.

“Es una obra de pandemia, porque la escribí durante la pandemia. Tengo la sensación de que hay pandemia en la obra, que alguno de los ejes como el encierro, la angustia, el tiempo y la idea de la muerte están”, señala O'Donnell en diálogo con NA. El significado de la obra no está explicito, por el contrario, lo que ocurre sobre el escenario interpela al espectador y lo invita completar el mensaje desde su propia experiencia.

“Creo que un autor no debe explicar sus obras, porque descalificaría al espectador, pero al mismo tiempo no sabe qué es lo que ha escrito. Uno escribe, sobre todo, como dictado del inconsciente y mientras viene interviene en el proceso creativo, mejor. Es decir que un autor no debe hacer que su obra transmita cosas que desea transmitir, ya sea mensajes políticos, espirituales... El autor debe dejar fluir aquello que le viene dictado desde un lugar oscuro y misterioso, como dice Borges”, explica el dramaturgo, escritor, historiador y médico psiquiatra.

A medida que avanza la historia, los personajes interpretador por Nicolás Amato García, Juan Manuel Correa, Pablo Flores Maini y Emma Serna dejarán al descubierto sus temores, frustraciones, sus anhelos y las cosas que les quedaron pendientes afuera de esa cárcel, en la que sus recuerdos los acechan constantemente y se dirimen entre el deseo de olvidar situaciones dolorosas y el temor a perder lo poco que les queda de su vida anterior.

Un acontecimiento inesperado marca un punto de inflexión y los llevará a elegir entre una libertad amenazante y desconocida o la posibilidad de continuar aislados, con futuro desolador, pero previsible. Y para O'Donnell, estos razonamientos y sensaciones pueden resultar una proyección de momentos críticos, como a pandemia o como de la guerra que se desató a fines de febrero entre Rusia y Ucrania.

“Cuando pasa una cosa así lo conecta a uno con algo que el ser humano se empeña en olvidar y negar, que es la conciencia de la muerte. La pandemia nos conectó con el tiempo y el tiempo es muerte. Negamos el tiempo y negamos la muerte. Creo que esa es una de las consecuencias traumáticas en la gran mayoría de los casos. Y encima ahora se suma la idea de una guerra nuclear que nos puede alcanzar a todo el mundo”, analiza y reconoce que a sus textos le aporta una visión psicoanalítica sin proponérselo, ya que le fluye naturalmente. Y más allá de que la finitud de una vida en la que no pudieron lograr lo que esperaban se presenta de distintas maneras para cada personaje y hace que tomen más o menos riesgos, el autor, lejos de darle un valor especial a cada una de esas experiencias, destaca que “todos somos sobrevivientes”, sin importar la clase de problemas que se presenten.