Luego de su trabajo en El primero de nosotros, que se convirtió en la ficción más visto de la TV abierta en lo que va de 2022, Rafa Ferro volvió a subirse a las tablas junto a Benjamín Vicuña y Laurita Fernández para protagonizar El Método Grönholm, el éxito teatral escrito por el catalán Jordi Galceran, con dirección de Ciro Zorzoli y producción general de Pablo Kompel. "Me estoy divirtiendo un montón", afirma en un mano a mano con Noticias Argentinas.

Y reflexiona sobre cómo se toma su carrera a esta altura de su vida: "Después de la pandemia, de muertes cercanas... A los 56 años, estoy resignificando las cosas. Antes un estreno era una cosa de vida o muerte y ahora me doy cuenta que tampoco voy a operar a alguien a corazón abierto: hay que divertirse, estar bien. Pongo el foco en pasarla lindo y disfrutar".

-¿Podés estar relajado antes de un estreno?

-Son momentos en los que se genera un poco de tensiónr, por el gran paso de la sala chiquita -donde ensayaban- a la sala grande. Es como pasar de una pelopincho al mar. Lo otro es esperar a que venga la gente y terminar de armar la obra, viendo qué cosas funcionan, donde se ríe...

-¿Te da tranquilidad hacer una obra que haya tenido tantas adaptaciones exitosas?

-No me importa. Si le va bien, le va bien. Espectacular, es un premio; pero si le va mal... yo qué sé. Uno no sabe muy bien qué hace que a un espectáculo le vaya bien. Es una obra probada y acá fue un golazo con el Puma Goity, Jorge Suárez, Alejandra Flechner y Martín Seefeld. Funciona como una maquinita, bastante perfectita y deja al espectador bien arriba. Eso está bueno.

Rafa Ferro: "A los 56 años, pongo el foco en pasarla lindo y disfrutar"

-Volvés a trabajar con Benja, con quien compartiste el éxito de El primero de nosotros, ¿cómo viviste las repercusiones?

-Me pregunto por qué no hacen más ficciones, porque se me acercó mucha gente para agradecer por la novela. Hay mucha gente que ni siquiera tiene Netflix y sigue esperando ficciones en la TV abierta. Hubo épocas en la que tenías la novela de la tarde, de la noche, los unitarios... ahora no sé si es porque las plataformas se comieron todo o porque no hay presupuesto, pero me parece que lo que pasó con El primero de nosotros puede servir a que sigan apostando a seguir haciendo.

-La novela contó una historia fuertísima, como acompañar a un amigo con una enfermedad terminal. ¿Eso influyó en esta nueva forma que tenés de tomarte la vida?

-Totalmente. De hecho, cuando me la propusieron me preguntaba por qué, en medio de una pandemia, no hacíamos una comedia para hacer reír a la gente. Pero justamente, este tema fue lo que pegó: resignificar la vida, la amistad, los vínculos, a qué darle importancia. Son cosas que imagino que nos habrá movilizado a todos, porque un susto te hace ver las cosas de otra manera.

-Más allá del peso que le quitaste a tu trabajo y las situaciones que antes te generaban estrés, ¿lo disfrutás de otra manera?

-Por lo menos tengo la alarma de tratar de hacerlo. Observo rápidamente si veo que me estoy haciendo malasangre y trato de corregirlo. Uno a veces se estresa por cosas que no lo merecen y yo tengo un laburo que es hermoso, entonces tengo todo el tiempo la posibilidad de gozarlo, pasarla bien, divertirme, vincularme con la gente y los actores... Por eso trato todo el tiempo de que el vínculo y el disfrute sean clave. Parezco un libro de autoayuda.

-Tu hijo mayor, Toto, no solo debutó como actor  con un protagónico en El ángel, sino que acaba de estrenar la serie española Fanático en Netflix, ¿cómo vivís la explosión que tuvo en su carrera?

-No me deja de sorprender. Lo de Toto fue y sigue siendo muy llamativo, porque no es un pibe que quería ser actor. Me llamaban los de Underground porque lo habían visto en una foto y lo llamaron para un casting. Cuando le dije, accedió como quien va a al kiosco y de esa película hermosa surgieron viajes, premios; hizo Narcos en México y ahora protagoniza esta serie de Netflix... una cosa tremenda. Empezó muy arriba. ¡El primer festival fue Cannes y yo no llegué ni al de Calamuchita! Todavía pienso que no sé si sabe cómo son las cosas acá, donde los actores estamos acostumbrados a remar en dulce de leche y el pibe empezó arriba. Otra realidad. Lo vivo con mucha sorpresa y pienso que tuvo mucho culo. Le tenía que tocar. Además es medio hippie, cada vez que viaja para trabajar, aprovecha para recorrer, presenta su música. Me parece espectacular y no lo puedo creer todavía. Me pasó el trapo a los dos minutos y me tiene encantado.

-En muchas notas has hablado de tu relación con la noche y los excesos, ¿cómo abordás estos temas con tus cuatro hijos Lorenzo (Toto), Matilda, Antonio y Miguel?

- Me gustaba la noche, en el pasado. Ya no puedo, no me da el cuero. Ahora soy un abuelo, estoy en un geriátrico. A las diez de la noche estoy tapadito en la cama y feliz. Mi problema era que salía mucho cuando era deportista (N. de la r: fue jugador profesional de squash en Alemania hasta los 25 años) y no era compatible. No se lleva bien de la mano que te guste la joda y tengas que entrenar durísimo. Por momentos era divertido y por otros, oscuro. Mi vida fue rockearla bastante pero ahora no, soy padre.

-¿Los chicos terminaron imponiendo ese orden que te faltaba?

-Sí, no te queda otra. Para mí son un ancla, en el buen sentido, porque siempre quise hacerme cargo y estar bien para ellos. Sin dudas, me ordenaron. Pero además, sigo teniendo hijos chicos. El menor, Miguel, tiene 7 años. Por un lado es maravilloso porque te da pila todo el tiempo y te invita a volver a ser niño. Siempre joda porque teniendo a Toto de 23, llevo 20 años viendo Toy Story (se ríe). A veces termino agotado porque laburar y tener hijos es hermoso pero cansador.

-Con Toto compartís la profesión y el perfil bajo en los medios, ¿cómo se lleva el resto con tu trabajo?

-Nunca le dieron bola. A veces me llamaba la atención y me encantaba, que cuando se estrenaba un programa en el que trabajaba y ellos miraban la competencia. A mí no me molesta porque tampoco me gusta mirarme (se ríe). Se lo toman muy tranquilos y yo nunca tuve una gran explosión. Son todos muy tranquilos, ni siquiera Toto está en el boom de las redes sociales, ni se metió en el mundo del canje, de los eventos. Hay gente que labura muy bien de eso y me pregunto por qué no lo habré hecho, pero también pienso que no quiero tener que sacarme una selfie para tener una zapatillas, calzoncillos o ir a comer gratis. Tenés que vender un poco el alma y la intimidad.

-¿Por qué no te gusta mirarte?

-No me gusta, porque no solo puedo criticar mi actuación, sino que ahora veo el paso del tiempo. Digo: "¡Mirá lo viejo que estoy, las canas que tengo!" Soy muy crítico y tampoco quiero alimentar el ego.

-¿Con el teatro estás más relajado?

-Sí, pero el otro día el director filmó la obra y le pedí que me lo mostrara, porque quería verme para ver qué tenía que corregir.