Patricia Palmer: “Me hubiese ido mejor en mi carrera y en lo económico si hubiese sido una mujer más dócil”
La multifacética artista protagoniza “Radojka” en el teatro Picadilly junto a Cecilia Dopazo, y en una charla íntima con NA, repasa su recorrido en los medios, su lucha por la igualdad de género y analiza la ficción actual.
En épocas en las que el público busca espectáculos para reírse y abstraerse de la dura realidad, Patricia Palmer se luce en “Radojka”, la comedia que protagoniza junto a Cecilia Dopazo, a quien considera “una hermana”, los viernes y sábados en el teatro Picadilly. “Veníamos re bien, con muy buenas críticas, buen público y después de la última cuarentena estricta pensé que no iba a venir nadie, pero nos sorprendió que desde el primer sábado estamos con localidades agotadas, con un aforo al 50%. Se ve que todo lo que se sembró y se logró con la comedia quedó en la gente”, explica la multifacética artista en una charla íntima con NA.
“Es muy emocionante que el público de Buenos Aires se acuerde y vuelva cuando el teatro abrió las puertas. El primer día lloré cuando la gente aplaudió al final, porque al ver el quilombo en el que estamos, con el teatro agonizando y que haya gente apoyándolo es conmovedor”, señala. La obra se gestó en plena pandemia, motivo por el que la dinámica de trabajo fue desde el principio diferente a cualquier otro proyecto. “Ensayamos al aire libre en Pilar gracias a Cecilia, que es más fóbica que yo con la pandemia y nos cuidamos mucho”, explica la actriz, autora y directora que ya recibió las dos dosis de la vacuna contra el Covid-19: “Nunca me había vacunado contra la gripe ni nada. No soy fanática de los remedios porque me parece que hay un gran negocio y que la gente se muere mucho por lo que ingiere, pero también sé hay vacunas que han terminado con enfermedades muy serias. No soy fanática de nada y en este caso, si la vacuna era una solución para terminar con este contexto tan particular que estamos viviendo, hay que vacunarse”.
-Muchos artistas y productores señalan que el regreso al teatro presencial no genera un rédito económico, ¿estás de acuerdo?
-Económicamente es muy duro. Trabajamos prácticamente para cambiar la plata pero no todo es plata en la vida. Lo emocional es muy importante y estar haciendo teatro en la calle Corrientes es algo que en un contexto de pandemia, que parece una película de terror, es maravilloso. No importa que sea al 50%, priorizo otras cosas. Es una de las cosas buenas que trajo la pandemia. Y en general, a mucha gente los ha conmocionado en lo emocional y cuando eso pasa, cambia la escala de valores. Eso me parece promisorio, porque hay gente que va a disfrutar más de la vida, más que de las cosas.
-¿Cambiaste tu manera de valorar la vida?
-Sí, me pasó con muchas cosas, con gente. Te das cuenta quién es y quién no era. La pandemia me reordenó, me cambió la escala de prioridades y estoy agradecida a esta terrible situación. Ya que pasa y se ha llevado tantas vidas, si no te deja algo bueno es peor. Esto es un rato y en cualquier momento te puede cambiar todo.
-La premisa de la que parte la obra es: “¿Qué estarías dispuesto hacer para no perder tu trabajo?” y en tu caso, en el último año tuviste que reinventarte, como muchos otros artistas.
-Sí, me adapté a la virtualidad para dar clases. Y como directora hice “Cuarteto” de Eduardo Rovner por streaming, participamos en un festival de teatro latinoameicano que se hizo en Miami y salimos finalistas. Fue todo un descubrimiento a este lenguaje al que yo no tenía acceso antes de la pandemia, aunque ahora somos todos expertos en Zoom y en Meeting. Con la obra salimos en vivo por Zoom para España y toda Latinoamérica, habíamos ensayado dos meses para que todo estuviera sincronizado, con mucha adrenalina porque podía cortarse la luz, la señal. Imaginate que la chica que ponía la música estaba en Belgrano, yo dirigiendo desde Almagro y así todo el resto del equipo conectado desde sus casas . Fue una experiencia muy loca y positiva y ya estoy trabajando en otro espectáculo que se va a presentar en el mismo festival en septiembre.
-¿Creés que el streaming llegó para quedarse?
-Sí, pero no para reemplazar al teatro ni a la televisión. Está bueno y no sé dónde más se va a instalar, pero hay cosas que están buenas, porque estás viendo un vivo, en una sala en la que podés ver quiénes entran, si no los muteas sentís el murmullo y después del espectáculo se arma un conversatorio con gente de todas partes del mundo. Sin dudas hay algo que se abrió y que todo es tan dinámico que no sabés si dentro de seis meses esto quedó obsoleto y aparece otro lenguaje. Yo siempre estoy abierta a lo nuevo. Me encanta lo que estamos viviendo y me parece que las nuevas generaciones tienen un mundo hermoso por delante.
-Hace poco contaste que pediste que la foto de la marquesina de "Radojka" no tuviera retoques fotográficos, algo que no es habitual.
-Es que a mí me parece tan absurdo ver a una diva en una revista y que personalmente sea otra persona. Me parece ridículo y parte de una exigencia de un sistema patriarcal que te obliga a ser joven, linda, flaca y toda esa basura que nos han metido y tanto daño ha hecho. ¿Cómo te vas a quitar una arruga si es tu vida? No digo que no te hagas todo lo que quieras para sentirte mejor, pero sacate una foto con la cara que tenés. Creo que de a poco tenemos que ir desmitificando esa mentira de querer ser algo que no sos. En mi caso, vi la foto y me pareció que estaba buenísima pero no era yo. Lo mismo me pasa con la edad, voy a cumplir 66 y nunca lo oculté.
-¿Sufriste las exigencias del medio en relación a tu aspecto físico?
-No existe mujer que no las haya sufrido. Eso que yo me siento una persona afortunada en cuanto al diseño de la naturaleza. No es ningún mérito, pero siempre tuve buen físico porque era bailarina, soy alta y, aún así, lo sufrí. En ese sentido falta un montón y también hay exigencias en los hombres.
-También se suele subestimar el talento de las artistas que son bellas.
-Eso también me pasó. Siempre cuento que quería hacer “Dulce Ana” y Alejandro Romay no quería que la hiciera porque era alta y linda. Entonces me disfracé, me engrosé las cejas, me puse el pelo para atrás y lo fui a ver a la oficina. Cuando me vio, dudó pero conseguí el papel.
-Por lo general, las ficciones argentinas están protagonizadas por elencos jóvenes y los actores más grandes quedan relegados, ¿Qué opinás?
-Me parece absurdo, porque la televisión tiene un público mayor. La gente joven no ve televisión abierta, tiene otra manera de consumir las ficciones. No sé a qué responde esta dinámica, no lo puedo comprender, porque de hecho las cosas que tienen éxito, como las novelas turcas, muestran más diversidad. Creo que hay un culto a la juventud, porque en general el ambiente de la televisión está dominado por varones. Es un sistema patriarcal y a los hombres les cuesta más envejecer. Lo tienen más asociado a la virilidad. En cambio, la mujer tiene una vida mucho más rica. Adoro al varón pero es lo que es. En ese sentido hay una adoración a la juventud y a lo físico que no tiene nada que ver con el talento.
-Hablás de la televisión como un sistema patriarcal y vos siempre fuiste una defensora del feminismo, mucho antes de que se instalara el tema y que tantas mujeres pudieran hablar libremente.
-Sí y me costó en el trabajo. Fui feminista desde que tengo conciencia de ser mujer y fue muy difícil en mi época pero también fue divertido. Mi mamá era conservadora y bastante machista, pero mi papá era catalán, profesor de filosofía, economista y bregaba por los derechos de igualdad entre el hombre y la mujer y de ahí venimos.
-¿En qué sentido te costó en el trabajo?
-Nunca me llevé mal con mis compañeros porque nunca fue mi intención imponer mi idea a nadie. No hablo de mi ideología si no se da y soy muy respetuosa de las otras creencias. No me llevaba mal, pero en general una mujer que piensa en peligrosa, es mejor no incluirla. Siempre he sido una mujer muy pensante, independiente, libre, con carácter y eso al sistema no le gusta mucho. Creo que me hubiese ido mejor en mi carrera y en lo económico si hubiese sido una mujer más dócil. Yo nunca transé con nada, ni con un café: siempre estuve donde quise, con quien quise y no intercambié ninguna figurita.
-Aún así has alcanzado lugares importantes, como cuando estuviste a cargo de la dirección artística de Canal 9.
-Eso fue gracias a Romay, que era bastante avanzado, con dos hijas mujeres y era un adorador de la mujer. Era un tipo bastante especial y tuve esa suerte de caer justo en ese canal. Pero fuera de ese lugar, no era tan fácil.
-¿Tenés ganas de volver a la televisión?
-Siempre. Es un medio muy potente. Cuando solo había tres o cuatro canales de aire la televisión tenía un poder enorme, pero ahora la ficción se ha repartido. Yo soy muy consumidora de series en distintas plataformas de streaming, por ejemplo. Veo de todo, a mí me gusta el buen producto, no me importa qué origen tiene. De hecho vendí varias novelas a México y a Turquía. Acá la ficción no está bien remunerada como en otros países. Acá las estrellas son los productores y te piden tus obras casi a perpetuidad cuando en otros países lo máximo que te piden son cinco años y lo pagan muy bien.
-También tenés tu sala de teatro, Taller del ángel, ¿Cómo hiciste para mantenerla el último año?
-Lo mantuve porque tengo la gran suerte de que la propiedad es mía y también recibí subsidios de Nación y Ciudad. Es un teatro familiar en el que todos los que trabajamos son gente conocida y pudimos hacer un stand by hasta agosto, que vamos a volver a abrir las puertas. Son esas cosas que hacés porque forman parte de tu esencia y pensás que la cosa va a ir cambiando, pero hoy en día hay elencos ponen plata para seguir trabajando. Espero que todo mejore en los próximos meses.