A muy temprana edad, Natalia Oreiro (43) se puso como objetivo "ser alguien importante". Durante su niñez, en su Uruguay natal, fantaseaba con convertirse en emperatriz o salir en los diarios. Todavía no tenía en claro cómo su figura iba a trascender y aunque usaba mucho su imaginación, ni en su más remoto sueño hubiera creído que se consagraría como una de las artistas más queridas de Rusia.

Sí, a más de 16 mil kilómetros del lugar en el que nació, hace veinte años que es venerada como una diosa. Su éxito se lo debe a "Muñeca brava" (1999), la novela en la que interpretaba a Milagros, la "cholito", una chica humilde y huérfana que se enamora de un millonario, interpretado por Facundo Arana. La tira, que hizo que Oreiro afianzara su carrera como actriz en Argentina, también se emitió en 80 países, entre los que se destacaron República Checa, Rumania, Polonia, Israel y, por supuesto, Rusia.

El carisma de Natalia, su belleza sin igual, y la fuerza que caracterizaban a su personaje hicieron que automáticamente los rusos la adoptaran como una figura local. "Creo que tiene que ver con que en el momento que me conocieron, muchas chicas y muchos chicos estaban buscando un referente rebelde, contestatario, que saliera a pelearla, que buscara su ideología", cuenta la actriz, que, a más de dos décadas de su explosión en aquel país, lo encuentra inexplicable.

Y agrega: "En ese momento, las heroínas de televisión eran chicas más sumisas y mi personaje de 'Muñeca Brava' era todo lo contrario. Sí, claro que sufría como sufrimos todos, pero era una chica que daba pelea, que se disfrazaba de varón, que jugaba al fútbol, algo que era visto como poco femenino. Y todo ese prejuicio machista que existía y sigue existiendo, mi personaje lo derribaba"-

Todo el amor y el fanatismo del pueblo ruso hacia la artista uruguaya se describe a la perfección en "Nasha Natasha", el documental de Netflix que intenta explicar el furor que viven en aquellas tierras por "nuestra" Natalia. Y cualquier prejuicio en relación a la frialdad en el carácter de los ciudadanos de Europa del Este queda refutado. Regalos por doquier, incansables abrazos y muestras de afecto desde el primer momento que pisó el país, hicieron que "Natasha" -como la llaman- se sintiera en casa.

"El ruso es una persona fuerte, determinante, muy luchadora, pero también muy sentimental. Cuando te conoce y entrás en su casa, te brinda todo su amor y su corazón", define la actriz. Y expresa la importancia que le dan a cada obsequio que le acercan. "Para ellos, regalarte algo es una ofrenda. No tiene que ver con lo material, sino es sentir que un pedacito de ellos está con vos".

Pero el amor por Oreiro no solo se queda en los regalos y las muestras de cariño. Si no que en tantos años tomó tal magnitud, que muchos jóvenes rusos aprendieron a hablar español y hasta viajaron a la Argentina para sentirse más cerca de su ídola. Incluso, adoptaron costumbres populares como escuchar música de Gilda para poder bailar junto a Natalia en sus shows.

Oreiro también hace lo suyo y hace veinte años que lleva su show a Europa del Este y está en cada detalle para devolverle a su público un poco de la alegría y amor que le brinda. Aunque a veces sea complicado, dado que no siempre pueden acompañarla Ricardo Mollo -su marido- y el pequeño Atahualpa, y sufre la distancia. Lejos de los divismos que uno puede imaginar, Natalia se muestra como una mujer sencilla, con los pies en la tierra y sobre todo, con una gratitud inmensa por todo lo que ha logrado. Y si algo deja en claro el documental, es que no hay barreras de ningún tipo para concretar los sueños ni para conquistar el corazón de la gente.

Nasha Natasha | Natalia Oreiro cuenta los secretos de su documental