María Rosa Fugazot contó cómo sobrevivió al bombardeo a Plaza de Mayo en 1955
La artista se dirigía a la escuela junto a una amiga cuando cayó la primera bomba. "Llegué a mi casa llena de sangre", recordó.
Invitada a Los Mammones, María Rosa Fugazot recordó uno de los episodios más oscuros de la historia argentina: el bombardeo a Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, del que fue testigo. Por ese entonces, la actriz tenía 12 años y había pasado a buscar a una amiga que vivía sobre la calle Balcarce, entre Alsina y Moreno, para tomar el colectivo e ir al colegio. "Nos atrasamos por que ella no sé qué cuerno había perdido, nos atrasamos y perdimos el colectivo", relató la artista, que protagoniza La chica del sombrero rosa en el teatro La Casona. Y prosiguió: "Así que salimos corriendo y, cuando vamos a cruzar, cae la primera bomba".
En un principio, pensó que se había caído un avión, pero con el pasar de los minutos tomó noción de lo que estaba pasando. "Nos tiramos para atrás en la recova de Alem. Pero mi amiga corrió para arriba de la calle y la mamá se fue atrás de ella, así que me dijo: ‘No te muevas de ahí'. Yo me quedé plantada contra la pared. Hasta que un muchacho de la metalúrgica que estaba en Moreno me agarró y me metió adentro", recordó.
Como quedó refugiada en un sótano junto a otro grupo de personas, María Rosa no pudo comunicarse con nadie de su familia, que sabía que a esa hora que sucedió el bombardeo ella iba a la escuela. "Mi mamá no me encontró. Se puso el tapado de piel arriba del pijama y cruzó toda la Plaza de Mayo con las bombas y todo. Se fue hasta el colegio que quedaba en Esmeralda y Sarmiento. Y cuando entró le dijeron: ‘No, María no llegó'. Ahí se quedó muda y estuvo un mes sin poder hablar", contó con angustia.
Finalmente, el hombre que la salvó pudo llamar a su casa y hablar con la mucama para avisar que estaba sana y salva. "Esto me tranquilizó, yo no sabía que mi mamá estaba suelta por ahí buscándome a a mí. Porque ella, después, siguió dando vueltas por el barrio, con el papá de mi amiga, buscándonos", señaló. Y agregó: "No me voy a olvidar jamás, porque fue un impacto. Nos habíamos subido a unos estantes que había en el sótano y, sobre el piso, había como unas mirillas, como unas ventanitas. Veíamos bajar con los palos a la gente gritando y, abajo, los baleaban y caían en la calle. Después, pasaban los camiones y cargaban los cadáveres como ganado".
Finalmente, cerca de las seis de la tarde, cuando la situación estaba un poco más calma, un joven la acompañó hasta su hogar. "Fuimos reptando por el piso toda la cuadra, dimos la vuelta y me metió a mi casa por uno de los vidrios se había roto. Yo llegué llena de sangre, pero no era sangre mía, era la sangre que había quedado de la gente que habían matado", concluyó.