La impresionante transformación interior y exterior de la actriz Renée Zellweger
Lejos del desgarbado estilo que la hizo famosa en la “era Bridget Jones”, la estrella luce renovadísima en el film “Judy” y la serie “Dilema”, luego de un retiro de seis años.
El gran problema para las actrices en el universo audiovisual internacional, planteó con conocimiento del terreno la talentosa Meryl Streep, es que una vez que tienen más de cincuenta años se quedan sin papeles importantes, salvo que estén interesadas en hacer por siempre de madres sufridas o abuelas simpáticas.
Las cosas están cambiando en el mundo y aquí está el caso de Renée Zellweger para demostrarlo: luego de dos décadas de haber sido casi un patito feo de la industria, para colmo atrapada en el inconsciente colectivo en el papel de la desgarbada periodista “Bridget Jones”, al cumplir medio siglo ha logrado un regreso impactante sin hacer ni de abuela ni de madre.
Streep, que a los 72 años y con una carrera excepcional, no tendría motivos personales para quejarse, apuntó que hay dos problemas esenciales que analizar sobre este tema, el primero de los cuales es que en el mundo occidental se percibe una falta de respeto permanente por las personas que dejan de ser jóvenes o no pertenecen al tipo de belleza hegemónica a la hora de peinar canas, salvo que tengan fama y dinero.
El otro es que la industria del cine “está casi completamente volcada a hacer películas de entretenimiento para jóvenes” que en general representan una cultura que desprecia a los adultos, que son “las personas menos valoradas, menos apreciadas, menos escuchadas y menos interesantes del mundo. en parte porque nos recuerdan hacia dónde nos dirigimos todos”.
A Renée, que empezó a trabajar en Hollywood cuando era veinteañera, esa ficha pareció empezar a caerle a los cuarenta abriles, si se tiene en cuenta que durante los seis años siguientes pareció haber dado por terminada su carrera, mientras los medios sensacionalistas se hacían un festín con sus operaciones estéticas y los intentos por cambiar su cuerpo con exigentes rutinas de gimnasia, mientras la industria encontraba con facilidad como reemplazarla por colegas más jóvenes.
Hace un lustro, en pleno retiro del mundanal ruido. después de haberse visto ridiculizada de muchas maneras en los medios de comunicación, la actriz escribió una carta abierta en la que dijo, entre otras cosas: “No debería importarle demasiado a nadie, pero si, decidí cambiar mi cara y operarme los ojos. La mera posibilidad de que mis decisiones personales hayan sido discutidas por periodistas serios (…) resulta una desconcertante ilustración de la confusión entre noticias-entretenimiento y de la obsesión social por lo físico”.
El regreso a los primeros planos de la industria de esta texana de pura cepa fue llamativo, si se tiene en cuenta qué tras su largo ostracismo, y ya mayor de 50, en lo que podría considerarse su reinvención definitiva, emocionó a medio mundo con su interpretación de Judy Garland en una película biográfica que la obligó a asomarse a la psiquis de una estrella en el descenso hacia los abismos.
Es que “Judy”, que le valió en 2020 su segundo Oscar a la mejor actriz, cuenta sin ahorrar sordideces la etapa en que la ya madura protagonista de “El mago de Oz”, al borde del ocaso, viaja a Londres para ofrecer una serie de conciertos perseguida por sus graves problemas con el alcohol, su adicción a las drogas y una enfermiza relación de competencia con su hija y estrella en ciernes, Liza Minelli.
“Zellweger hace milagros interpretando a Judy Garland: cantando su corazón, descubriendo su alma magullada y actuando con una ferocidad que finalmente llega a un estado de gracia”, escribió respecto a su compleja y por momento devastadora performance un crítico de la edición estadounidense de la revista Rolling Stone.
Antes de eso, la actriz había dedicado esos seis años a rehacer su vida, después de haberse empachado del ambiente tóxico de la fama y acumulado mucho dinero en sus cuentas bancarias: necesitó mucha terapia, gimnasia, adelgazó, se esforzó en el running, tomó clases en la Universidad de California, escribió una serie y profundizo su activismo feminista, mientras estallaba el fenómeno de la denuncia de los abusos de los poderosos en los Estudios.
“Hasta entonces pasaba el 99 por ciento de mi vida como personaje público y solo una microscópica fracción en mi vida real”, contó en una entrevista con New York Magazine. “No estaba sana. No me estaba cuidando. Era la última cosa en mi lista de prioridades. Tenía que haber algo de tranquilidad para que las ideas se pusieran en orden”.
El otro producto posterior a sus ostensibles cambios interiores y físicos, ya no es ni por asomo una rubia regordeta de cachetes colorados, está disponible ahora mismo en Netflix: “Dilema”, una tortuosa serie donde parece deleitarse en la interpretación de uno de los personajes ficcionales más tóxicos de todos los tiempos, una empresaria tan millonaria como manipuladora.
"El creador de “Revenge” Mike Kelley presenta “Dilema” con Renée Zellweger en el rol de Anne Montgomery, una mujer misteriosa que le hace una propuesta irresistible a una joven pareja con problemas de dinero, pero ¿qué estarán dispuestos a apostar para tenerlo todo?", dice la perezosa promoción de la plataforma de streaming.
No es que la serie resulte excepcional por su calidad, ya que está llena de pequeños robos y citas obvias a productos exitosos, de “Propuesta indecente” a “Bajos instintos”, sino que resulta un verdadero festival de la nueva René, musculada como Demi Moore en su apogeo, sexy como Sharon Stone en su cruce de piernas inmortal, y flaca como se soñaba, sin lograrlo, la buena de Bridget Jones, veinte años después de la primera película de esa saga.
A la edad en que para Hollywood ya debería estar en los cuarteles de invierno, tiene ahora 52, aquella tímida actriz de “Jerry Maguire” parece disfrutar de los parlamentos y escenas que la convierten en la hiper sexuada Anne Montgomery, un ser más despreciable que Cruela de Vil, que desempeña en la ficción el papel qué en la vida real, en general, suelen tener los varones.
Hablando de ellos, su renovación incluye una novedad en una agitada vida sentimental, en que fue pareja de estrellas de cine como Jim Carrey y Bradley Cooper y de músicos como Jack White, Doyle Bramhall II y Kenny Chesney (con el que estuvo casada…cuatro meses): esta semana los medios estadounidenses anuncian que está saliendo con el joven inglés Ant Anstead, presentador del programa de televisión “Wheeler Dealers”.
"Ya no hay distinción entre cine y televisión”, respondió hace unos días cuando le preguntaron si había diferencias entre trabajar en una película que le valió un Oscar, como “Judy”, y una serie con aspiraciones de thriller del tipo de “Dilema”, de las que hay docenas. “Hemos llegado a un punto en que los programas de televisión pueden tener incluso mayor calidad que las películas", agregó.
Ahora, por fin, Renée parece divertirse para afrontar con buen talante y humor papeles que la ponen en la piel de personajes de los que conviene olvidarse después de abordarlos sin llevarse el sufrimiento morboso a casa: quizás ha descubierto, más vale tarde que nunca, qué, como afirmaba sobre el fútbol el entrenador César Luis Menotti, para saber entrar, hay que saber salir.