Un detective de homicidios mortificado, que apenas puede con sus traumas, y una serie de casos que revelan que la normalidad está llena de personas tenebrosas son parte de la explicación del éxito de la serie policial estadounidense The Sinner”, considerada desde su primera temporada una de las más adictivas de las plataformas pagas de televisión

A lo largo de cuatro temporadas, que arrancaron en 2017, el actor Bill Pullman encontró en el personaje del detective policial Harry Ambrosse un papel que le viene como anillo al dedo a su look entre distraído y apesadumbrado, una especie de cara permanente de “soy una persona con problemas, que daría todo por estar en otro lado, pero de aquí no me muevo”.

Sin embargo, esta especie de teniente Columbo del siglo XXI, al que le cuesta hablar y mantener relaciones sanas con su entorno, terminará resultando a través de los 32 capítulos de las cuatro temporadas una especie de involuntario guía del espectador por un mundo que remite a los suburbios del cine de David Lynch, ese viaje hacia la locura de los cuerdos.

Producida con la lógica de “enganchar” espectadores para que ni en broma vean sólo un capítulo cada vez que puedan, una de las tretas de Netflix y otras plataformas, esta serie -que parece discutir con las nórdicas cuan negro puede ser un policial hoy- comenzó con una temporada de alto impacto, en que no resultaba importante descubrir al criminal, sino sus motivos.

El coprotagónico de la hermosa Jessica Biel que es la productora de las cuatro temporadas, fue parte del atractivo del arranque, basado en una novela de la escritora alemana Petra Hammesfahr: una visita al pasado de la asesina explica porque esa chica en apariencia perfecta pero salida de una familia perversa, con un coctel tóxico de religiosidad, enfermedad y sexo, resultaba desde el vamos una bomba a punto de explotar.

El impacto de esa primera temporada envalentó a todos los responsables del proyecto para continuar explorando las posibilidades que daba el atractivo para los espectadores de un detective que tal vez investiga la sordidez para conocerse a sí mismo, combinando los procedimientos de las películas de misterio con un criterio de narración y una dirección de actores por encima de la media de la industria del entretenimiento de masas.

Las temporadas dos y tres acentuaron el tema de la hipocresía por momentos asesina de las sociedades y familias que intentan ocultar la basura debajo de la alfombra, con una sola continuidad evidente, el peregrinaje sacrificial del detective, cuya intuición, el viene del infierno, lo lleva a colisionar con la burocracia del sistema policial, que no busca la verdad, sino cerrar casos.

La cuarta y última temporada podría despistar a los que no conozcan el truco: Ambrose se ha jubilado, y en pareja con la pintora Sonya, el personaje que sobrevive de la tremenda historia anterior, busca desconectarse del horror en una temporada de reposo en una isla de pescadores, en el frio Norte de los Estados Unidos, vaya nombre para un país en que todos parecen tirar para lados distintos.

Si antes se había separado de su mujer y de su casa, sin haber podido expresar nunca sus sentimientos, y llevaba adelante una relación sado masoquista con otra dama que lo abandonará, espantada, ahora el amor parece haberlo encontrado, aunque su temperamento está lleno de pastillas antidepresivas y del insomnio de siempre, porque las emociones del pasado han empeorado su salud.

Pero, como el Coronel Kurtz de Apocalypse now, una de las obras maestras de Francis Ford Coppola, el horror, el horror, el horror, insiste en presentársele: una chica llena de turbulencias se suicidará ante sus ojos en un acantilado, el detective retirado se verá impulsado a entender por qué ocurrió lo que ocurrió, y si lo vio, o delira, y el círculo sin salida aparente se abrirá de nuevo.

El público descubrirá que el problema del detective es que no sólo le gusta más la cruda verdad que la mentira consensuada, sino que como tiene apenas una vidita estará dispuesta a perderla con tal de que su psiquis no viva alterada por los ruidos que producen los hechos que no cierran, aunque todos intenten pegarlos con poxipol.

Pese a que los procedimientos de repitan, inspirados en el policial negro y su idea de que detrás de cada crimen hay una sociedad perversa movida por el dinero y las apariencias, The Sinner resulta una bocanada de aire fresco en el rubro de las series oscuras para adultos y permite descubrir el verdadero talento de Pullman, que en los noventa fue un favorito de las grandes producciones de Hollywood, con papeles importantes pero desabridos en éxitos como Mientras dormías, Casper o  Día de la Independencia.