El 18 de julio de 1994, un atentado terrorista provocó la muerte de 85 personas cuando explotó un coche bomba en la puerta del edificio de la AMIA, ubicado en Pasteur 633.

Algunas personas pudieron sobrevivir al ataque. Entre ellos se encontraba Ramón Gutmann, padre de Dalia Gutmann, quien en el aniversario número 30 recordó lo ocurrido con mucha emoción.

“Mi papá trabajó en el servicio social. Era sociólogo, asistente social, gerontólogo, trabajaba en el cuarto piso. Empezó a trabajar en la AMIA 1967. Ese día eran vacaciones de invierno, yo había ido a ver El rey León la noche anterior, me levanté con el grito de mi mamá y mi hermano, y al principio uno como no está preparado psicológicamente para eso empezamos a llamar a la AMIA, luego fuimos para allá...”, recordó Dalia, durante una entrevista con Ernesto Tenembaum.

“Por ahí la gente joven no sabe porque el mundo fue evolucionando, pero era como un despiole, una desorganización absoluta, comentarios re antisemitas ‘bueno, vayan a Israel, te decían como que eras un intruso y que te vuelvas a allá. Me acuerdo de esos comentarios, mi mamá y hermano muy calientes...”, sumó la mujer de Sebastián Wainraich.

“Mi papá era muy divertido, antes del atentado, entonces yo entraba, me sentaba en su silla, me ponía con la máquina de escribir. Entonces, ir al trabajo de tu papá y que fuera una pila de escombros, me dio el impulso de querer levantar los escombros para encontrarlo...”, recordó.

Afortunadamente, su padre no integró la lista de fallecidos en el atentado: “A él le pasó algo muy loco y es que cuando implosionó el edificio, las dos paredes se juntaron y lo salvaron, le hicieron un techo. Mi papá se hablaba abajo de los escombros con uno de sus secretarios. Del cuarto piso eran cincuenta personas y sobrevivieron tres, mi papá, Javier (Miropolsky) y no sé quién más. Se hacían chistes y estuvo así dos horas y después hubo todo un operativo súper humano. A él lo salvó pensar en las cosas que quería hacer si sobrevivía... Mi papá estaba atrapado con las piernas en el aire”.

Tras el ataque, Ramón fue despedido de su trabajo. “Creo que eso lo cambió, quedó con mucha culpa porque muchos de sus compañeros de años fallecieron, muchos de los hijos de sus compañeros fallecieron. Entonces, él se quedó con una gran culpa. Me acuerdo que lo acompañé en la ambulancia, porque no sé por qué pidió ir conmigo y no con mi mamá... No sé cómo fue. Estaba acostado, en traje y corbata rota, pero no sé, creo que todas las emociones que tenía que haber sentido ya las había tenido, pero me acuerdo mucho la preocupación”, rememoró.