Ana Celentano está en un gran presente profesional. Luego del boom que tuvo Okupas con su desembarco en Netflix en plena pandemia y el éxito de la primera temporada de El reino en la misma plataforma, acaba de Bigli, de Nicolás Tacconi en el cine Gaumont; en HBO Max, María Marta: el crimen del country, la serie sobre el caso García Belsunce en la que interpreta a Irene Hurtig; y cada viernes a las 20 se sube al escenario de El Tinglado para interpretar a Eva Duarte de Perón en Ser ellas, una obra de Erika Halvorsen basada en un encuentro imaginario entre Evita, Frida Kahlo (Fabiana García Lago) y Simone de Beauvoir (Anabel Cherubito).

"Ser ellas es un clásico para nosotras, porque nos encanta hacerla. Nos hemos presentado mucho tiempo en Buenos Aires, en gira por todo el país y está buenísima. Es un momento interesante para hacer teatro, porque después de la pandemia, se siente el regreso del público. A pesar de la crisis, aumentó el número de gente que va al teatro y eso demuestra la necesidad que tenían de volver. Más allá de la tecnología y sus avances, se resignificó el contacto con el otro", reflexiona en una charla con Noticias Argentinas.

¿Por qué creés que la obra se mantiene vigente, a pesar del paso del tiempo?

-Creo que la obra funciona porque el público devuelve bien todo lo que le damos. Empezamos cuando surgió Ni una menos y se intensificó el movimiento de mujeres con la campaña por el aborto; eso potenció la obra y también a nuestros personajes. Son tres referentes feministas y se muestra cómo participaron de los cambios sociales de la mujer en un mundo capitalista y patriarcal. Actualmente, la obra se resignifica cada vez que la hacemos porque para nosotras los textos no son iguales que hace cuatro o cinco años, les vamos encontrando otros significados. Además, ahora vienen muchos varones y se ríen mucho, porque la obra no es solemne, sino que contamos cómo eran esos personajes.

En escena cuenta la historia de Evita, Frida y De Beauvoir de una manera crítica, que se presta para el debate.

-Totalmente, buscamos salir de la "estampita" para ver qué tiene valor, qué nos gusta y qué no de todo lo que han hecho estas mujeres. Además, estamos en un momento en el que debatimos el feminismo y me parece que está buenísimo.

Te toca a interpretar a Eva, la única argentina. ¿Qué se siente ponerse en su piel?

-Me encanta y lo disfruto un montón. Anteriormente me habían ofrecido interpretar a Evita y no estaba convencida, me parecía que tenía que salir a competir con la imagen que tiene tanta gente en el imaginario, que su historia ha sido muy contada; pero cuando me convocaron para Ser ellas me pareció interesante el encuentro entre estas tres mujeres. Sobre todo porque no la muestra como una mártir, sino que se la pone en otra perspectiva al lado de otras mujeres con sus ideas, convicciones y con parejas muy fuertes cada una. Y junto a Adrián Blanco, el director, encontramos pilares interesantes para preparar el personaje buscando sus matices.

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También te metés de lleno en sus contradicciones y en el contraste con los otros personajes.

-Evita queda en contradicción todo el tiempo con Frida y Simone. La obra es como el diario del lunes, porque ellas ya están muertas y vemos su vida con una perspectiva más amplia y eso nos permitía que ellas mismas miren su propia historia, con sus visiones del mundo, la política y el universo.

¿Cómo preparaste tu personaje?

-Para interpretar a Evita estudié sus discursos para tener presente su modo de hablar, también las cosas que ha escrito, para tener presente a la Evita pública, la Evita actriz, pero también tratando de buscar su versión más íntima. Ella era una mujer fuerte, terrenal, que se plantaba frente a sus adversarios y era firme, que murió por una enfermedad tremenda.

¿Es más complejo interpretar a alguien que existe o existió que un personaje ficticio?

-Yo siempre lo abordo como una ficción, porque son historias basadas en hechos reales y en cada una se trabaja en algo puntual. Por ejemplo, en María Marta: el crimen del country, tenía mucho material sobre Irene Hurtig, porque ella tomó mucho la voz para defender a los suyos y hay mucho registro, pero con Daniela Goggi, la directora, queríamos mostrar cómo era puertas adentro. Era otra búsqueda.

Tu caracterización en la serie fue una de las más celebradas, ¿registrabas el parecido entre ustedes?

 -¡No! cuando me llamaron para el casting me sorprendió. Hasta ese momento no me había dado cuenta, quizás porque cuando pasó era mucho más joven (se ríe) Estuvo bueno y, más allá de la interpretación en sí, no necesité mucho para parecerme físicamente.

¿Recibiste alguna devolución de Hurtig o de la familia de María Marta por la serie?

Sabemos que ella estaba muy conmocionada, pero de todas maneras, soy muy cuidadosa con eso, porque creo que para ellos fueron muchos años de dolor y que todavía no hubo justicia. Tuvieron una condena social tremenda y eso es fuerte. Yo no quise conocerlos, porque me parecía mejor mantenerlo separado para poder interpretar la ficción.

¿Cómo ves el boom de las ficciones argentinas en las plataformas?

Es un nuevo espacio que de alguna manera viene a cubrir la falta de laburo en la TV abierta, para los que aparecen otros recursos. Eso es positivo y también esta bueno señalar nuestra capacidad para producir buenos productos, por eso funcionan acá y en el exterior. A mí me da mucha nostalgia que hay hitos de la TV que no se van a volver a producir, como cuando el país se paraba a las 21 para ver Gasoleros o Resistiré, que son las típicas novelas con las que quedó claro la buena calidad de nuestras ficciones.

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Más allá de lo positivo que tienen estas plataformas, todavía no están reguladas las regalías de los trabajadores

-Sí, es algo que en algún momento se tiene que poner en regla, van a tener que pagar los derechos de la propiedad intelectual. Por ejemplo, no vi un peso por Okupas ni por Las viudas de los jueves, dos productos a los que les fue muy bien en Netflix. En otros países ya están pagando y acá lo tienen que conseguir. Yo confío en que va a llegar.