Alejandra Flechner: "Amo trabajar con mujeres; a esta altura está claro que no somos competitivas"
La actriz que ganó popularidad con el grupo Las gambas al ajillo se luce en teatro con Tarascones, una comedia negra en la que también trabajan Paola Barrientos, Eugenia Guerty y Susana Pampín.
Alejandra Flechner reconoce que la pandemia le dejó un alto nivel de "agotamiento interno", por el que le cuesta más hacer cosas que antes de la irrupción de Covid-19 fluían. Sin embargo, no paró de trabajar y luego de rodar la película 1985, de Santiago Mitre, la serie Diciembre 2001, de participar en proyectos vía streaming y de protagonizar el ciclo Teoría King Kong en la Biblioteca Nacional, volvió a subirse a las tablas para hacer uno de sus espectáculos favoritos: Tarascones.
Los martes a las 20 en el Metropolitan Sura se pone en la piel de Martita, una mujer de clase alta, cargada de prejuicios, que se reúne a tomar el té, charlar y jugar a las cartas junto a Zulma (Paola Barrientos), Estela (Eugenia Guerty) y Raquel (Susana Pampín) como siempre, pero un suceso inesperado transformará el encuentro en una hoguera donde se ejecutará a la hechicera culpable.
Esta comedia negra en la que estas señoras paquetas hablan en verso y, de a poco, van dejando al descubierto sus secretos mejor guardados. Y desde 2016, se convirtió en un éxito teatral. "Empezamos en 2016 en el Cervantes, después armamos una cooperativo y estuvimos un tiempo en El Picadero. Nos tomamos un aire, porque todas hacemos un montón de cosas, pero tenemos una especia de devoción por este espectáculo, amamos hacerlo y son tantas las ganas que nos animamos a hacerlo un día alternativo. Creo que podríamos hacerlo hasta en el geriátrico, cuando seamos muy viejitas", cuenta con entusiasmo Flechner en comunicación con Noticias Argentinas.
Las ganas de volver a hacer este espectáculo creado por Gonzalo Demaría y dirigido por Ciro Zorzoli fueron más fuertes que el agotamiento pandémico y el martes 12 tuvieron su reestreno a sala llena. "Son esas cosas que suceden, no se programan ni hay fórmula. Suceden. Lo hacemos en este momento difícil en lo económico, más allá de que salimos un poco de la pandemia, no puede ir tanta gente al teatro, pero no nos importaba. Queríamos hacerlo y estábamos dispuestas a bancar la que venga. Nos sorprendimos con la preventa de las entradas y con el debut a sala llena. No dejamos de ser una cooperativa y nos movemos a puro deseo, es como un hijo para nosotras", explica.
-¿Cuál es el desafío de ponerte en la piel de una mujer como Martita?
-Los personajes medio malvados son los mejores. La mala es mejor para las actrices que la buena, porque hay un morbo y porque te permite ingresar en zonas un poco más oscuras con total impunidad. Para una actriz es de lo más divertido que pueda suceder. Yo siento que en este espectáculo la búsqueda más interesante fue armar esta especia de monstruo de cuatro cabezas. Eso requiere mucha conexión de nosotras que es fundamental. Acá no hay alguien que hace su parte para su lucimiento, estamos trabajando para la monstruosidad que gestamos.
-La obra es verso, ¿hay espacio para la improvisación?
-Hay espacio para que en la actuación aparezcan cosas nuevas, pero no para morcillear ni mucho menor. Es como cantar un canción, no le podés cambiar la letra. Además, la obra tiene tanto estímulo que muchos eligen verla más de una vez. Tiene muchas capas, porque la trama parece muy sencilla, pero tiene muchas sutilezas en las cosas que se dicen, las referencias que se hacen y la simultaneidad permanente de acción, porque es una hora en la que no paramos.
-La comedia expone los prejuicios que tiene este grupo de amigas de clase alta, pero que también están presentes en la sociedad en general.
-Totalmente. Es un espejo, porque nadie está exento de tener prejuicios. Podés tener prejuicios más progresistas o más de clase dominante, pero los tenemos. Lo interesante de la obra es que está puesta en una clase dominante hipócrita, que se lleva todos los premios a la hora de las discriminaciones, todos podemos encontrar algo de nosotros allí. Es la matriz de un sistema, porque las personas son parte de algo.
-¿Te inspirante en alguien en especial para crear a Martita?
-Hicimos un trabajo de ensayo con Ciro Zorzoli, el director, durante dos meses y el desafío era encontrar el comportamiento de cada personaje, porque hablan raro y no podían ser muy realistas a la hora de moverse, porque su forma de hablar es rara: nadie habla en verso. Igualmente, que no sea naturalista no quiere decir que no tenga un verosímil, pero supongo que tengo incorporadas algunas cuestiones para buscar cómo se movían a partir de las bestialidades que decían.
-Con el grupo Las gambas al ajillo fueron prioneras en hacer humor, en una época en la que había muchos prejuicios contra las mujeres, ¿cambió esta dinámica con el paso del tiempo?
-Es muy difícil imaginarlo hoy, pero cuando empezamos con Las gambas no existían los grupos de mujeres que hacían humor, más allá de las que trabajaban con Antonio Gasalla, como Mirta Busnelli o hacían café concert. Antes se lucían de manera individual como Niní Marshall, Olinda Bozán, las grandes actrices cómicos que tuvimos. Imaginate que la prensa pensaba que éramos una banda de rock, por eso sé perfectamente que estaban esos prejuicios porque lo viví. Amo trabajar con mujeres, desde siempre, para mí es un espacio de ultracomodidad y a esta altura está a claro que no somos competitivas. Es un discurso patriarcal sobre el comportamiento de las mujeres, cuando los muchachos tienen el mundo más competitivo de los egos. Siento que por suerte ese discurso ya fue.
-En línea con este planteo, estás muy comprometida con la lucha feminista y el colectivo Actrices Argentinas.
-Totalmente. Es otro espacio en el que se comparte con muchas compañeras muchas cosas y, de verdad, que ha sido un gran aprendizaje el trabajo de activismo, porque el artístico lo tenía más recorrido. Por ahí lleva más trabajo, más tiempo, pero es otra manera, otra mirada de cómo se pueden construir las cosas, de cómo queremos vivir, sea que lo logremos o no.
-Formás parte de dos proyectos audiovisuales de dos momentos diferentes y determinantes para nuestra historia reciente: por un lado la película 1985, sobre el juicio a las juntas y la seria Diciembre 2001, ¿cómo fue tu experiencia?
-1985 es una película de Santiago Mitre, con un guión espectacular que él escribió con Verónica Llinás. Está encarado desde el lugar de los dos fiscales que llevaron el juicio a las Juntas, Julio Strassera (Ricardo Darín) y Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani). Yo interpreto a la mujer de Strassera, que estuvo muy presente en todo. Es una historia fundamental porque forma parte de nuestra historia y la va a ver mucha gente, las generaciones más jóvenes. Fue muy emocionante hacerlo, para todos, porque más allá del argumento, filmamos en pandemia. Fue muy fuerte. Y en Diciembre 2001, que es una mini serie, interpreto a Chiche Duhalde, que fue un salto espectacular. Son dos proyectos que me hicieron muy feliz.