Mientras sigue al frente de la Sociedad Argentina de Actores, Alejandra Darín se luce en el teatro independiente. Los viernes por la noche se sube a las tablas del Espacio L. Barletta para hacer junto a Pablo Razuk, Scalabrini Ortiz, una obra que comenzó gestarse poco antes de que irrumpiera la pandemia de Covid-19 y que transita su tercera temporada; y los martes a las 20.30 protagoniza Tierra del Fuego, una pieza que encabeza hace diez años, y que en 2022 llegó a calle Corrientes. "Llegamos al Metropolitan y es un poco extraño, porque es un grupo de teatro independiente, una cooperativa, pero nos pareció bien la experiencia de llevar la obra a un lugar comercial", señala en una charla con Noticias Argentinas.

La obra de Mario Diamente, dirigida por Daniel Marcove, cuenta la historia de una mujer que a 22 años del ataque terrorista del que sobrevivió, pero perdió a su mejor amiga, decide enfrentar a uno de los agresores para entender qué pasa por su mente y que lo llevó a cometer un acto tan atroz. "Tierra del Fuego se puede llevar a casi todos los conflictos humanos, es la sinrazón, la falta de diálogo, la rigidez en las posturas... Lo mejor es encontrar un punto de diálogo para que la resolución del conflicto sea lo menos cruel para ambas partes. Para mí ninguna obra de teatro tiene la respuesta de nada, pero sí tienen la capacidad de preguntar como esta pieza", explica Darín. "Este es un caso extremo, de la situación palestina-israelí pero puede llevarse a cualquier contexto social", suma.

-Entonces, ¿se puede comprar esas diferencias entre los personajes con la grieta política argentina?

-Sí. Yo creo haber escuchado más quejas por las grietas que propuestas para hablar de la grieta. Y así, se termina instalando, pero no sé cuánto tiene de cierto. Creo que hay gente que labura para una cosa y otra que labura para otra; a unos le importa lo económico y con sus teorías sobre como salir de una crisis económica; y otros que uno supone que trata de ver la parte humana de esa teoría, que en definitiva es la único que nos atraviesa. Los costos no lo puede pagar la misma gente todo el tiempo. Es sencillo, no hay mucha vuelta, pero creo que mucha gente ocupada en distraer.

-Más allá de que no creas en la grieta, como dirigente sindical siempre buscan ubicarte de un lado o del otro.

-Sí y no se la bancan. La independencia de pensamiento tiene muy mala prensa. Hay gente que necesita alinearse detrás de algo o alguien para sentirse más seguros y hay otros que no lo necesitamos, nos guiamos por lo que vamos viendo. Más que seguir a personas, lo que intento hacer es estar de acuerdo o no con propuestas. Lo más difícil es pensar y cuando uno toma estas posturas tan radicalizadas es porque está cansado de pensar o porque no le enseñaron. Yo trato de mantener mi criterio propio, aunque es doloroso.

-¿Por qué es doloroso?

-Porque muchas veces lo que recibís de afuera es injusto. Quizás gente que nunca te cruzaste en la vida tiene una opinión categórica sobre vos... a mí me ha pasado muchísimo.Y, como decía antes, muchos se alinean detrás de lo que dice alguno sin sopesar si es verdad o no. Cuando ves que está todo distorsionado, porque se hace como una bola de nieve, es muy difícil salir a desmentir lo que dicen algunos medios de manera sistemática. Además porque esos medios son con los que dialogamos las paritarias, las condiciones de trabajo y vos sabés que hay un interés detrás de lo que publican. He escuchado cosas tremendas y tuve que trabajar para no tomarlo personal. Por ejemplo, una vez un periodista le preguntó a un entrevistado si yo, junto al sindicato, lo había amenazado de muerte... Creo que las personas nos tenemos que avivar que cuando algo es muy violento, es porque atrás hay otra cosa.

-¿Como cuando se generó el debate sobre si el trabajo de los actores era esencial o no al principio de la pandemia?

-Eso fue una tergiversación. Se sacó de contexto algo que dije. En una nota señalé que en ese momento, los trabajadores de la cultura no eran esenciales, porque así lo había decretado el Presidente. No fue algo que inventé yo, simplemente en ese momento muy pocos podían trabajar por la situación incierta que estábamos viviendo. Pero lo recortaron y dijeron que yo decía que no éramos esenciales. Hasta el día de hoy me lo siguen reclamando, pero es una pérdida de tiempo, porque hay cosas muy importantes para discutir pero no podés pararte sobre la nada.

-Pero a más de dos años, muchos te siguen reclamando esa declaración...

-Y que Dios los ayude. Yo estoy muy tranquila con mi consciencia, sé que también esta es una dificultad, porque hay mucha gente que ha salido a hablar porque también puede vender sus espectáculos. Hay otros intereses y es clarísimo cuando alguien dice algo para que lo llamen de un programa de tele, pero cada uno sabe cómo se consigue el pan.

-Cuando asumiste como presidente de Actores, hace más de diez años, eras consciente de que ese rol iba a despertar amores y odios. ¿Qué balance hacés ahora?

- Está en mi naturaleza hacer lo que hago y tratar de llevarla lo mejor posible porque todas las cosas que hago no han sido gratis para mí, lo he pagado con salud hasta que entendí algunas cosas. Lo peor que te puede pasar es no entender y para mí todo este tiempo fue un gran aprendizaje sobre las luchas colectivas, que son muchos esfuerzos de mucha gente para pequeños logros. Uno supone que lo lógico es que las personas vivamos mejor, el bien común, pero en el camino te das cuenta que es necesario mucho esfuerzo y muchas veces los pasos son para atrás. Ninguno de los logros soluciona absolutamente todos, es simplemente acercarse a estar un poco mejor. Obviamente, esto no conforma a todo el mundo todo el tiempo, pero tenemos un tiempo acotado y hay algunos que querés vivir mejor y que los demás vivan mejor. Generalmente los que critican son los que no hacen, porque los que hacen están ocupados en hacer.

-También es imposible dejar a todos contentos.

-Sí y yo entiendo las críticas con buena leche, las acepto y pasa mucho. Esa es una forma de construcción, pero el que da una nota a un medio para decir que no le gusta mi cara, es otra cosa. Prefiero dejarlo pasar.

-Con todas estas cosas, ¿alguna vez pensaste en dar un paso al costado?

-Pensé muchas veces en dejarlo porque estaba cansado o triste, pero seguí por mi convicción. Ese tipo de cosas es una forma de ganarte batallas psicológicas. He perdido cierta ingenuidad, pero no perdí la inocencia. La vida es tan sabia que nada es gratuito. El mal que podés hacer consciente o no, hay un momento en el que te espera a la vuelta de la esquina para cobrarte esa cuenta. Y yo trato de no tener esas cuentas pendientes con la vida, no me interesa cagarle la vida a nadie y por eso sigo haciendo lo que hago. Los pocos logros que podemos conseguir son maravillosos, como saber que una gestión mejoró el trabajo de sus compañeros, o como las luchas por la obra social, que es algo que nos iguala a todos. Quizás pasan sin pena ni gloria, pero yo los tengo presente.

-Desde que asumiste en Actores, te volcaste al teatro independiente, ¿extrañás trabajar en televisión?

-No, porque es algo que yo había decidido mucho tiempo antes porque ya no me sentía cómoda con el minuto a minuto, la pérdida de autores reales escribiendo proyectos sólidos y coincidió con una inclinación al teatro, por eso no fue duro. El teatro es más cercano, más humano, depende más de los artistas, los compañeros; todo lo que tiene que ver con la audiovisual suele depender de empresas y cuando asumí sabía que se me restringía todo a lo teatral, pero no hubo problemas. Sabía que no iba a hacer televisión, a pesar de que hice más de 60 programas, porque no quería ningún tipo de suspicacia y para las producciones tampoco es conveniente tener a alguien que presida el sindicato con el que discutís las paritarias.

-¿Cómo ves la ficción nacional de ahora?

-Creo que mucho no me equivoqué, porque perdimos absolutamente nuestra posición dentro de la ficción como país productor de productos culturales audiovisuales. Hoy por hoy se hace muy poco y el cambio con la tecnología no se puede soslayar. En las plataformas hay cosas que no están reglamentadas y eso dificulta mucho, porque hay tendencias que hay que regularizarlas. Porque para el público está buenísimo tener acceso a todo, pero el creador tiene que recibir una retribución económica.

-¿Creés que se va a poder resolver a corto plazo?

-Depende mucho de las decisiones de los gobiernos. Hay países en los que decidieron poner un 20% de las regalías de las plataformas en las producciones nacionales, pero acá va a ser larguísimo porque la discusión de va como agua entre los dedos. Una plataforma como Netflix recauda millones y está bien que así sea, pero el problema es la distribución, la falta de juntar fuerza para poder conseguir lo que necesitamos y vivir mejor... es eso. Con la pandemia esperábamos que todos tomáramos otro tipo de consciencia, se ve que no hay posibilidad de que pase o que nos tendría que pasar algo peor. Es muy difícil salir de este sistema que hemos creado.