Mientras la Vicepresidente de la Nación se despachaba con un discurso fuera de época, cargado de inexactitudes y nostalgia por lo que en algún momento fue, el Presidente de la Nación era registrado en imágenes mientras descendía del avión que lo había transportado a la localidad de Chapadmalal acompañado por su guitarra en una escena triste y deslucida a la vez que la flamante aeronave adquirida recientemente por el Gobierno jugaba a hacer maniobras peligrosas en aeroparque en contra de cualquier protocolo de seguridad.

De las situaciones exóticas ocurridas el pasado Jueves 25 de Mayo, poco más se supo de Alberto Fernández o del nuevo avión presidencial de los 25 millones de dólares. Lo único que cobró algo más de relevancia fue sin dudas el discurso de la ex Presidente Cristina Fernández de Kirchner, no por la contundencia del mismo en definiciones políticas, sino más bien por la descripción de un pasado cargado de relato.

Es claro que para el kirchnerismo la historia verdadera comienza en 2003 con la asunción de Néstor Carlos Kirchner: anterior a eso hay una Argentina neoliberal, de ultraderecha, signada por el hambre y el olvido, o al menos es lo que transmitió la vicepresidente en su discurso patrio.

Es interesante como el kirchnerismo plantea realidades parciales, sesgadas por una verdad inexistente. Cristina Fernández de Kirchner exaltó las estatizaciones de YPF y de Aerolíneas Argentinas sin ponerse incómoda por ser dos empresas públicas que en los 90 fueron privatizadas en parte por el apoyo de ella y su marido a las políticas menemistas de aquellos tiempos. También omitió comentar que el déficit de la “aerolínea de bandera” lo afrontamos todos, pero especialmente aquellos sectores más vulnerables que pagan alimentos cargados de impuestos, lo que suma al agravante que muchos de aquellos con menos recursos que son obligados sin darse cuenta a sostener Aerolíneas Argentinas jamás tendrán la posibilidad de subirse a un avión.

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Algo parecido ha ocurrido con las AFJP (el sistema de jubilaciones privado estatizado por el kirchnerismo). Nada más lejos de lo descripto por la vicepresidente: ellos también estuvieron de acuerdo con su creación en la década menemista. Además volvió a omitir un detalle fundamental al cuestionar las comisiones que los administradores de fondos de jubilaciones y pensiones le cobraban al aportante: el sistema siempre fue optativo, jamás nadie estuvo obligado a aportar a una AFJP. También resulto extraña su crítica al ex ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo, a quien ella admiró y alabó públicamente por años.

Sin embargo lo más falso e impreciso casi ha pasado desapercibido entre tanto delirio discursivo: su crítica a la dolarización. Casi como un karma olvidó recordar que apenas se fue del gobierno en el año 2015 dolarizó todos sus ahorros: tenía miedo a que los políticos de turno le hagan perder poder adquisitivo si seguía guardando su dinero en pesos. Todo parece surrealista.

Mientras el Gobierno mira al pasado, los argentinos están pidiendo a gritos que la política mire solo hacia adelante. El tiempo dirá si se estuvo a la altura de una sociedad que no da más.