Por Diana Mondino (*)

La Argentina necesita crecer, necesita exportar, necesita educar, necesita trabajar. No importa cuando leas esto. Es una angustiante verdad desde hace años. Tenemos todos los elementos para solucionar esos problemas: exportando más. Con exportaciones se llega a muchos más consumidores, por loque se produce más, se genera más empleo, se pagan más impuestos, el gobierno recibe dólares y, sobre todo, hay actividad económica en todo el país.

Al exportar la economía crece en su conjunto. Es más fácil generar fondos para solventar una buena educación, pagar infraestructura y crear muchos empleos.

Si nos dedicamos solo al mercado interno, por bueno que sea, siempre será menos lo que entre todos los argentinos podemos consumir que si vendemos al resto del mundo. Doblegar con impuestos al exportador simplemente hace que haya menos producción.

Como ejemplo, de cada u$s 100 de soja al productor le quedan en los años buenos u$s 3 ó u$s 4, y los u$s 96 restantes se distribuyen en el gobierno, insumos, contratistas y empleados.

Un poco menos extrema es la situación de absolutamente todas las otras exportaciones.

Argentina se dispara un tiro en los pies cada vez que cobra retenciones. Peor aún, cuando ni siquiera se puede exportar.

Vayan ejemplos: a mediados de julio hay más de 500 toneladas de mariscos pudriéndose en las rutas del sur por conflictos gremiales.

No solo no protegemos nuestro mar de la pesca ilegal de otros países, sino que nuestros productores no pueden vender la suya.

Cuando se rompe un silobolsa el productor queda endeudado y sus proveedores y el Estado no podrán cobrar, y quién sabe si se podrá sembrar el año que viene.

Cuando se impide la entrada de algunos insumos básicos por control de las importaciones, tampoco se puede producir. Otro ejemplo de esta semana es la demora en la anunciada producción de test para Covid-19 que depende de insumos del exterior, o los problemas de Latam para llevarse sus aviones. Nótese que ninguno de estos problemas está relacionado ni con la cuarentena, ni con la pandemia, ni con la deuda. Sin exportaciones, solo podemos contar con nuestros recursos. Difícilmente se pueda atraer inversiones para un mercado chico cuando invirtiendo en otro país se puede atender al mismo y al mundo.

No es solamente una cuestión de impuestos altos o muchas regulaciones, sino de mercado chico y pocos clientes.

Debemos contentarnos con utilizar solamente nuestra propia capacidad de ahorro, que es muy pequeña (por recesión, por impuestos, por baja productividad, por elevados costos).

Tenemos control de precios pero hay como 10 precios diferentes para el mismo producto (el dólar). En resumen, deterioramos la capacidad de producir. ¡Que es lo que más necesitamos! Este es un tema que está muy por encima de todo debate ideológico, no es de izquierda o derecha, liberal o conservador.

Todo gobierno en el mundo intenta favorecer sus exportaciones, hasta Corea del Norte exporta arena (o ¡hackers!) ya que en todo lo demás no puede competir.

Recordemos que el argumento usual de por qué Cuba tiene tanto deterioro es que no puede exportar más por las sanciones.

En resumen, todos los países quieren exportar más para mejorar el bienestar de su sociedad.

Pensándolo bien, tal vez no sea correcto decir que es un tiro en los pies, sino probablemente más arriba... ¡En las rodillas!

Nos auto infligimos problemas. Nadie quiere que seamos un país que no puede caminar, que además se hiere a sí mismo y cae de rodillas. Será más fácil levantarse con exportaciones.

(*) Economista Universidad CEMA.