Ya está en marcha el nuevo “plan platita”. Mejoras en el impuesto a las ganancias de la cuarta categoría (trabajadores en relación de dependencia), adicionales para tercera edad y devolución “del IVA” para quienes compren alimentos y productos esenciales de limpieza son la primera muestra de un paquete de medidas que preparó el gobierno para intentar que todos olvidemos la paliza electoral recibida por el oficialismo en las urnas el pasado 13 de agosto.

Este no es el primer “plan platita”. Hubo varios y el más reciente nos lleva al año 2021 donde las similitudes con el hoy sobran: derrota electoral en las elecciones PASO que derivaron por aquel tiempo en un sinfín de medidas que expandieron el gasto público al infinito, también en pos de revertir una derrota en las urnas de aquellas elecciones PASO de medio término. Lo cierto es que la similitud de las medidas con las que estamos viendo hoy no eran acompañadas por aquel entonces por la misma coyuntura de la actualidad: la inflación en agosto de 2021 era de apenas 2,5% y la inflación interanual era del 50,4%. Hoy la inflación se ha disparado: la inflación mensual en agosto fue del 12,4% y la inflación de los últimos 12 meses ha superado con creces el 124%.

El descontrol en el gasto público que se generará con las medidas pos electorales resulta difícil de medir: solo con las modificaciones impuestas en el impuesto a las ganancias –se elevó el mínimo no imponible a $1.770.000- el costo para las arcas públicas nacionales ascenderá al menos al billón de pesos ($1.000.000.000.000) anuales. El gobierno festejó que solo el 1% de la gente pagará ganancias (dicho de otra manera, que solo el 1% de la gente gana por encima del $1.770.000): no se deben haber percatado que festejar eso es festejar que solo 80.000 personas ganan más de 2.400 dólares por mes (el equivalente a $1.770.000), salario que hoy recibe un empleado que recién ingresa a trabajar a un McDonald’s en países desarrollados. El deterioro es brutal.

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La otra medida de gran impacto fiscal es sin dudas la devolución del IVA en la compra de alimentos a “más de 9 millones de personas” (según las propias expresiones del gobierno). El tope de reintegro mensual será de 18.800 pesos y si bien no todos tendrán la oportunidad de aprovechar el beneficio (es solo para aquellas compras realizadas con tarjeta) lo cierto es que el golpe a las arcas con esta decisión podría llegar hasta los 676.800 millones de pesos de aquí a fin de año.

Toda baja de impuestos debe festejarse: es más dinero en los bolsillos de la gente y por consecuencia, mayor libertad para decidir en qué gastar el dinero propio sin un Estado elefantiásico que decida por nosotros. Lo inconsistente de este “plan platita” es que en un contexto de 124,4% de inflación anual la reducción de impuestos implicará mayor emisión monetaria y mayor presión inflacionaria ya que todas estas medidas no fueron acompañadas con su correlato en una baja de magnitudes similares en el gasto del Estado.

El fracaso de años de gestión no se puede resolver con medidas electoralistas cortoplacistas cargadas de populismo. La inflación y la destrucción del salario real son la consecuencia de un gobierno perdido sofocado por su propia mala praxis. Creer que luego de las últimas medidas conseguirán torcer la intención de voto de un puñado es no entender que es lo que verdaderamente está ocurriendo hoy en la Argentina.

Lo más extraño de todo es que a pesar de la evidencia, la culpa de toda la impericia parece seguir siendo del propio FMI. Si se sigue sin reconocer las causas de nuestra decadencia, jamás podremos pensar en un país con futuro.