La fragilidad social alcanzó el 19,6 por ciento en el tercer trimestre de 2020, de la cual el 58 por ciento de ese total (11,3%) resultó frágil estructural y el 42% (8,3%) por ingresos, según un informe del Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET), dependiente de la Universidad Metropolitana de los Trabajadores (UMET).

El IET detalla que tras experimentar un crecimiento sostenido a lo largo de todo el año 2018 y estabilizarse en torno al 56% entre 2019 y comienzos de 2020, la irrupción de la pandemia por Covid-19 conllevó a que la proporción de Población No Integrada Socialmente (PNIS) en forma plena alcanzara durante el tercer trimestre de 2020 el 60 por ciento, tras el pico de 66,4% del segundo trimestre del año pasado.

La fragilidad social mide el riesgo de empobrecimiento, y en ese aspecto son frágiles quienes tienen altas probabilidades de caer en la pobreza.

La población frágil no es pobre, aunque no está integrada socialmente, al tiempo que hay dos tipos: frágiles por ingresos, que son quienes ganan levemente por encima de la línea de pobreza; y la fragilidad estructural, que es más grave, ya que se combinan bajos ingresos y condiciones
laborales y sociodemográficas asociadas con la pobreza.

La cifra indica que un 10,2% de la población transcurrió el período en condiciones de indigencia; un 30,1% en situación de pobreza y un 19,6% adicional en condición de fragilidad social, es decir, viviendo con ingresos apenas por encima de la línea de pobreza (hasta un 50% superior).

Las personas en situación de fragilidad social son aquellas que tienen altas probabilidades de caer en la pobreza en contextos socioeconómicos críticos. No son pobres, pero tampoco están integradas socialmente en forma plena.

Entre el tercer trimestre de 2019 e igual período de 2020, como consecuencia del deterioro de los ingresos ligada a las restricciones a la circulación impuestas a raíz de la pandemia por Covid-19, la proporción de Población No Integrada Socialmente (PNIS) en forma plena creció 7,3 puntos porcentuales.

Según el informe, dicho incremento da cuenta de un aumento de 3,4 puntos en la tasa de indigencia y de 5,5 puntos en la tasa de pobreza.

Por el contrario, la tasa de fragilidad social se redujo levemente (-1,6 puntos), principalmente a causa de la caída en la tasa de fragilidad estructural (-2,6).

Este fenómeno implica que, en el período reciente, dada la evolución de los ingresos, parte de la población frágil estructural pasa a ser pobre.

En cuanto a la proporción de población frágil, la situación difirió entre regiones: en los casos de GBA, NEA y Cuyo se registraron descensos, mientras que en NOA y regiones Pampeana y Patagonia leves aumentos.

Este resultado, en línea con el hallado a nivel nacional, implica que una proporción de la población que en 2019, ante el deterioro de los ingresos y su poder de compra y/o a causa de haber dejado de percibir ingresos como consecuencia del cese de actividades que derivó de las disposiciones de aislamiento, pasó de integrar la población de frágiles a la población de pobres.