Todos miran a Economía, pero en el Banco Central se quejan del resto del gabinete económico
Los recelos entre ministro de Economía y presidente del Banco Central son un clásico de la historia argentina. Pero esta vez, cerca de Pesce apuntan en otra dirección. "Nadie colabora con los objetivos del Central", señala una alta fuente.
Por Lucio Di Matteo
Corría 2004, la recuperación económica ocurría a tasas chinas, se creaba empleo en blanco, el Banco Central (BCRA) acumulaba reservas y el país tenían superávits gemelos, fiscal y comercial. En aquel momento, poco antes que Alfonso Prat-Gay fuera echado del BCRA por Néstor Kirchner, circulaba un chiste en el Palacio de Hacienda. "Prat-Gay quiere ser ministro de Economía, Lavagna quiere ser presidente, y Kirchner ... Kirchner quiere ser Perón".
En la historia económica y política argentina, por lo menos desde la recuperación de la democracia, un presidente del Banco Central deseoso de ser ministro de Economía es casi un clásico. Ese poderoso influjo puede atribuirse, desde mediados de los 90 hasta hoy, a Roque Fernández (que finalmente lo consiguió), Alfonso Prat-Gay (también, pero en un gobierno de otro signo político, y con un resultado lejos del esperado), Martín Redrado, Mercedes Marcó del Pont y Federico Sturzenegger, entre otros.
Sin embargo, no parece ser el caso de Miguel Angel Pesce, que durante once años fue vicepresidente del BCRA, del 2004 al 2015, se siente cómodo en esa entidad y conoce todos los rincones del edificio ubicado en Reconquista al 200. Por eso, cuando se publica que hay "diferencias entre el Central y Economía", Pesce siempre responde lo mismo: "¿Cuáles?". La buena relación entre ambas áreas del gobierno llega a la colaboración entre sus respectivas oficinas de prensa. En muchos casos, desde el Central difunden información de Economía, siempre con tono positivo.
Sin embargo, la relación de Pesce con Guzmán no luce tan allanada con otros funcionarios. En el Banco Central consideran que algunas áreas y sus titulares colaboran poco con sus objetivos y políticas. En la cúspide de esa consideración está Matías Kulfas, el ministro de Desarrollo Productivo; y también preocupa la baja performance recaudadora de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), más allá que no apuntan contra su titular, Mercedes Marcó del Pont, sino que destacan las dificultades del contexto.
El enojo entre los funcionarios que rodean a Pesce va creciendo en los momentos de tensión cambiaria, como el actual. "Kulfas había pregonado que Vaca Muerta sería otra Pampa Húmeda, pero no lo vemos impulsando las exportaciones de ningún sector. Mucho menos las de Energía, porque no pusieron de secretario a alguien de su confianza. Los únicos intentos de armar agenda importadora son del Consejo Agroindustrial Argentino. Y como la AFIP recauda menos de lo que debería, tenemos que emitir más dinero. Al Banco Central no lo ayuda nadie", resumió -mascullando bronca- una alta fuente de la entidad.
Autos de 500.000 dólares sí, celulares no
Aunque nunca lo admitirán públicamente, en el Banco Central consideran que Kulfas es demasiado generoso con algunos sectores a la hora de habilitarles dólares al tipo de cambio oficial, y mezquino con otros. Entre los primeros puede contarse a la Cámara de Importadores y Distribuidores Oficiales de Automóviles (CIDOA), que nuclea a quienes traen automóviles de alta gama, cuyos valores pueden ir desde los 50.000 hasta los 500.000 dólares.
La llave de la felicidad se llama Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones (SIMI), continuadora de las antiguas Declaraciones Juradas Anticipadas de Importaciones (DJAI). La SIMI permite importar cualquier tipo de bien, esenciales o de lujo, al tipo de cambio oficial, hoy cercano a los 82 pesos, alrededor de la mitad del Contado Con Liquidación (CCL), que ayer cerró en $ 158.
Quizás haya sido el lobby de Hugo Belcastro, presidente de CIDOA, o de BMW, uno de los jugadores más importantes de esa cámara. Cualquiera sea la explicación, el resultado fue óptimo: a los importadores se les permitió traer más autos de alta gama que el año anterior, con el beneficioso tipo de cambio oficial. Por ejemplo, BMW trajo 1.990 automóviles en 2019, mientras que este año pidió dólares al tipo de cambio oficial para 2.400 unidades, y en Desarrollo Productivo les dijeron que sí.
Sin embargo, una suerte distinta tuvieron los celulares ensamblados en Tierra del Fuego, pues a mediados de septiembre no se los incluyó en la renovación de los planes Ahora 12 y Ahora 18. Es sabido que los smartphones son ensamblados en la provincia más austral del país gracias a sus componentes importados, que requieren dólares frescos y al tipo de cambio oficial. El ministro Kulfas nunca fue un defensor del régimen industrial fueguino, pero los celulares le dan trabajo a miles de personas en la ciudad de Río Grande, ubicada al norte de la isla; y son un consumo más popular que un Audi, un Porsche o un Lamborghini.
Dólar: todos miran para otro lado
Además de lo que en el BCRA consideran un dispendio de dólares por parte de Desarrollo Productivo, no ven una actitud de fomento a las exportaciones en ningún ministerio. "Argentina tiene que dar el salta a u$s 100.000 millones de exportación", suele repetir el presidente del Banco Central. El año pasado se llegaron a u$s 65.115 millones, lo que ubica al objetivo muy lejos.
Por otra parte, un reproche escondido, pero que también es un murmullo a voces, es que cerca de Pesce consideran que la Comisión Nacional de Valores (CNV) podría tener un rol más activo, tanto en el control como en el impulso al ahorro en pesos, con las viejas sociedades de Bolsa, hoy llamadas agentes de liquidación y compensación (Alic). La CNV está a cargo de Adrián Cosentino, un ex funcionario de Amado Boudou en su paso por el Ministerio de Economía.
Los Alic son los que mueven aquellos dólares que se obtienen comprando bonos, como el MEP o Bolsa y el Contado Con Liquidación (CCL). Dos modalidades que marcan una importante brecha cambiaria con el oficial, cercana al 100%, marcando así expectativas de devaluación.