El ministro de Economía, Martín Guzmán, recibirá esta semana a la misión del Fondo Monetario Internacional (FMI) y buscará conseguir rápido un acuerdo con el organismo multilateral que le permita al Gobierno recibir fondos frescos para afrontar la caída de reservas del Banco Central.

Aunque las autoridades del equipo económico no dan números concretos, diversas consultoras, desde EcoGo, de Marina Dal Poggetto hasta Quantum, de Daniel Marx, señalan que al Banco Central le quedan los últimos millones de dólares de reservas de libre disponibilidad y, lo que se use de ahora en adelante, son reservas comprometidas con alguna acreencia del Central.

El Gobierno tampoco podrá valerse de los dólares de la balanza comercial, ya que, pese a que ésta arrojó un saldo positivo casi todo el año, producto de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo, ese superávit se esfumó.

Sucede que, ante el salto del tipo de cambio no oficial y los rumores de una devaluación, hace meses que los importadores comenzaron a hacer pedidos para adelantar importaciones mientras que los exportadores retienen todo lo que pueden su producción y esperan un mejor valor del dólar para liquidar.

Ante ese panorama, dos datos alarman fuertemente al Gobierno: el superávit comercial fue en octubre de apenas 7 millones de dólares, mientras que en junio había sido de 2 mil millones de dólares.

Además, la prefinanciación de importaciones está en niveles récord y están agotados los containers para importar mercadería por varios meses hacia adelante, motivo por el cual el Gobierno intervino tarde para controlar las compras al exterior.

"Tuvieron que haber controlado las importaciones desde un comienzo. Avisamos que esto iba a pasar, pero no hicieron caso.

Si no tenés dólares y no planificás, pasan estas cosas. Es algo básico: si ponés un cepo y hay expectativas de devaluación, tenés que ir rápido a controlar las importaciones para que no se te arruine la balanza comercial", explicó a NA un importante economista crítico del Gobierno.

Por este motivo, aunque tarde para muchos, Guzmán ensaya velozmente una reducción del gasto con numerosos componentes: menos emisión monetaria, eliminación de subsidios de la pandemia -como ATP e IFE-, instrumentos de ahorro atados al dólar, subida de la tasa de interés y descongelamiento tanto de precios como de tarifas.

A esto se le suma una fuerte reducción de los ingresos fijos, con la mayoría de las paritarias muy por debajo de la inflación y el salario mínimo más bajo de la región medido a dólar brecha, y apenas algunas asignaciones, como la tarjeta AlimentAR, duplicando sus montos.

Con esos guiños al mercado, Guzmán espera a la misión del FMI que llegará el martes para trabajar en la renegociación del programa Stand By que el organismo firmó con Mauricio Macri y por el cual Argentina recibió 44 mil millones de dólares que, casi en su totalidad, fueron vendidos para sostener un valor bajo del dólar durante el año electoral, según reconoció el mismo Maurice Claver-Carone, actual titular del BID.

Además, Guzmán guarda bajo llave la carta fundamental que siempre está en discusión a la hora de discutir con el FMI: las jubilaciones.

A principios de año, el Congreso aprobó la eliminación de la fórmula previsional de Mauricio Macri y, desde entonces, los aumentos se dieron por decreto del Presidente con un eje claro: mantener la jubilación mínima alineada a la inflación y reducir todas las demás.

El FMI ya le había pedido a Mauricio Macri que reduzca el gasto previsional ya que es uno de los ítems que siempre aparece en el recetario del Fondo por el gran peso que las jubilaciones tienen en el gasto público.