Gustavo Ludmer, Nadia Schuffer, Daniel Schteingart, Paula Isaak y Maia Persico exploraron el caso de Brasil, Chile, Colombia y Perú para concluir que "en Argentina es necesario repensar la cadena textil indumentaria: abarca diversos eslabones y genera mucho empleo, pero gran parte de mala calidad e informal. Además, la ropa sube más que la inflación, a contramano del mundo".

Apelaron a las experiencias de otros países de la región a fin de obtener una pista de cómo renovar la industria textil-indumentaria argentina.

Según detallaron, "el caso de Brasil nos sirve para pensar por fuera de la tela y hacer foco en el eslabón agrícola: gracias a estímulos en el sector algodonero que permitieron mejorar la calidad e innovar, se convirtieron en uno de los principales exportadores de algodón en bruto".

Añaden que Brasil impulsó políticas sectoriales para proteger su industria frente a la competencia de Asia: suba de aranceles, mecanismos de defensa comercial e incentivos para la producción en zonas de menores costos.

En cambio, "Chile eligió insertarse en el mundo con sus recursos naturales e importar los productos manufacturados: ahí surgieron grandes empresas de comercialización minorista de ropa con capitales nacionales. Sí, no hay capacidades de confección pero sí en el eslabón comercial", sostuvieron.

Finalmente, "Perú y Colombia decidieron especializarse en determinados productos o tejidos para así mejorar la competitividad exportadora. Colombia destaca en la producción de denim y en la confección mientras que Perú está enfocado en nichos de calidad, marca y diseño".

Cadena completa e integrada

En anteriores trabajos de la serie, los autores pusieron de manifiesto que Argentina es uno de los pocos países del mundo que produce de manera local cada uno de los eslabones de la cadena textil-indumentaria: se trabajan materias primas, como algodón o lana, se hacen hilos y telas, se cose ropa y también se comercializa.

Marcaron como diferencia respecto de una gran cantidad de países, que Argentina posee producción local en casi toda la cadena de valor textil-indumentaria: en los eslabones primarios, donde se produce fibra de algodón, de ovejas y de camélidos; y en los industriales, que fabrican hilados y tejidos listos para confeccionar prendas destinadas al comercio.

Daniel Schteingart, director del área de Planificación Productiva de Fundar, precisó que el impacto en la industria nacional no dependerá exclusivamente del grado de apertura de la economía sino también de otros factores como el tipo de cambio y el panorama global del sector.

“Si hay un escenario de caída del mercado local con un tipo de cambio real relativamente apreciado, vamos a tener una tormenta perfecta para el sector. Pero si se va a una o mayor apertura, pero con un tipo de cambio real alto y un mercado interno en expansión, parecido a lo que ocurrió entre 2003-2008, es muy distinto porque esos cinco años fueron los mejores para el sector”, destacó, tras presentar un estudio sobre el sector de indumentaria y textil.

Sin embargo, aún los mayores defensores de la industria nacional reconocen que la ropa que se vende en cualquier shopping es más cara que en otros países y los números del Indec lo terminan de confirmar. 

A partir de 2021, “indumentaria y calzado” lideró el ranking de aumentos en forma casi ininterrumpida y solo en los últimos meses los aumentos empezaron a aflojar un poco, debido a la crisis. 

Ante este panorama, se descuenta que la mayor oferta de prendas importadas redundará en precios más competitivos, similares a los que se encuentran en los países vecinos.

El informe elaborado por Gustavo Ludmer, Nadia Schuffer, Daniel Schteingart y Paula Isaak plantea, como uno de los grandes interrogantes que se abren ante el nuevo escenario, qué puede pasar con el empleo.

En total, la cadena textil/indumentaria en la Argentina emplea a 540.000 personas y en el caso del rubro de la confección, el trabajo se caracteriza por su alto nivel de informalidad y precariedad, el bajo nivel de ingresos y la alta participación femenina.

Empleo independiente

“El eslabón de confección de ropa de Argentina genera mucho empleo independiente. Entre 2016 y 2022, el 41% de las personas ocupadas trabajó por cuenta propia. Esta cifra, no solo casi duplica el promedio de la economía argentina (22%), sino que también ubica al sector como el de mayor nivel de cuentapropismo dentro de la industria manufacturera”, advirtieron.

La Argentina es uno de los pocos países en el mundo que produce de manera local cada uno de los eslabones de la cadena textil-indumentaria, desde las materias primas como el algodón y lana, pasando por los hilos y telas, y llegando hasta la confección y la comercialización de la ropa, en un espectro de canales tan amplio que va desde los shopping centers hasta la Salada, pasando por el cada vez más poderoso circuito de la calle Avellaneda, en el barrio de Floresta, y los centenares de “saladitas” que funcionan en todo el país.

El impacto de una mayor apertura no será igual en cada uno de estos sectores. 

“De todos los eslabones de la cadena textil y de indumentaria, el más amenazado es el de la confección, porque está más atomizado y con una alta presencia pyme, y por lo tanto con mucha menos espalda para enfrentar una combinatoria de apertura con recesión”, sostuvo Schteingart.

La cadena mantiene una fuerte presencia regional en los eslabones primarios y en el textil, mientras que la confección de ropa y su comercialización se concentran mayoritariamente en el Gran Buenos Aires.

Salvo las fibras, el resto de los productos se destinan casi exclusivamente al mercado local, siendo la textil una industria dependiente del consumo argentino.

Esta limitación conspira contra la llegada de inversiones. Al contrario, marcas internacionales abandonaron el país, como C&A, Falabella, Emporio Armani, Mango, Dr. Martens y Calvin Klein.

Otras, como Nike o Zara, lo mismo que otras marcas controladas por capitales internacionales, dejaron una "guardia comercial" y están las que buscan c,omprador, como Topper, hoy en manos del grupo brasileño Sforza.

En realidad, el éxodo se inició en 2011, luego del cepo a las importaciones, y se profundizó con la pandemia.

Incipiente interés inversor

Ahora, con el cambio de gobierno y la promesa de una mayor apertura de la economía, algunas marcas internacionales empezaron a interesarse, según afirman en IRSA, luego de que se instalara en Alto Palermo la firma de indumentaria deportiva y accesorios Oakley, de Estados Unidos.

El acceso al mercado latinoamericano se concibe a nivel mundial a través de representantes o licenciatarios.

Es por ello contagiosa la decisión de Zara o Nike de dejar la operación local en manos de un licenciatario, con lo cual es posible que en los próximos meses lleguen más marcas internacionales al país pero seguramente a través de terceros.

Más allá de estas especulaciones, hay aprestos en la cadena textil indumentaria para enfrentar cambios que con la actual crisis mostraron anticipadamente los dientes, como la necesidad de modernización para competir con la competencia importada.