La Argentina lleva más de 12 años de ser "stand-alone”, pero para los radares de inversión extranjera
La reclasificación a mercado independiente deja a un puñado de empresas fuera de foco en el índice de emergentes, pero no es novedad para los flujos internacionales de capitales, que desde la crisis subprime relegan al país.
En el análisis semanal que realiza en la newsletter "Clase Media", el economista Martín Tetaz, afirma que "la reclasificación de mercados de Morgan Stanley confirmó lo que, con menos tecnicismos, todos sabíamos: la Argentina no ofrece garantías de salidas para ningún inversor que quiera entrar y los controles de capitales como el cepo cambiario, con su racionamiento de las divisas para importaciones y pago de deudas, llegaron para quedarse".
Agrega que "esto implica, esencialmente, que el financiamiento para las empresas será escaso y más caro".
Viene de largo "la debilidad argentina en materia de cantidad de empresas que participan por diversas vías (comercio exterior, inversión extranjera emisiva o receptiva, alianzas internacionales productivas o cadenas internacionales de valor) de la economía internacional", comenta el presidente del Capítulo Argentino de la Internacional Society for Performance Improvement (ISPI) director de la Maestría en Desarrollo Estratégico y Tecnológico del ITBA, Marcelo Elizondo.
De modo que la reciente reclasificación de MSCI tampoco trasunta nada que no se conozca: desde el estallido de la burbuja financiera de 2008, la Argentina ocupó al año siguiente el tercer lugar entre los países de América del Sur donde más cayó el flujo de inversión extranjera directa (IED), al registrar una contracción de 50 por ciento interanual, según Banco Mundial.
Los otros dos fueron Venezuela y Ecuador.
Y entre 2011-2015 la IED representó tan sólo el 22,3% de los dólares por inversión que llegaban a países de la región, además de que algunos capitales se fugaron “disfrazados” de IED, por lo que la inversión en realidad era menor a la informada.
Los flujos entrantes hacia Argentina han sido inestables por años. Según el Informe sobre las Inversiones en el Mundo de 2020 publicado por la CNUCYD, Argentina redujo sus flujos a 6.200 millones USD en 2019 (en comparación con 11.800 millones USD en 2018), lo que ha sido profundizado por la crisis económica.
Las condiciones económicas internas no sólo afectaron el atractivo de la IED: empresas como Amazon, General Motors y Nike parecen querer congelar sus planes de inversión, y por el repliegue de la inversión extranjera necesaria se desvanecen las expectativas de desarrollo del yacimiento de gas de esquito Vaca Muerta y los consecuentes ingresos por exportación.
La incertidumbre sobre la reestructuración de la deuda externa ya había afectado negativamente los flujos entrantes en 2020, antes de la crisis de Covid-19. Estados Unidos, España y los Países Bajos representaron más de la mitad de la IED entrante.
La reducción de dos categorías en la calificación de riesgo que impuso el MSCI obedeció, en esta oportunidad, a que los inversores institucionales estuvieron sujetos a la imposición de controles de capital en el mercado de valores argentino desde septiembre de 2019, o sea, durante el gobierno de Mauricio Macri.
Concretamente, la dificultad de acceso al financiamiento recae sobre aquellas compañías argentinas que seguían listadas en el índice MSCI de emergentes: YPF, Adecoagro y Globant, así como a las que tengan que salir a tomar crédito o a emitir ON's.
Elizondo contrasta la retracción argentina con el crecimiento sustancial que tuvieron los stocks de inversión extranjera directa en el planeta, si bien en 2020 el flujo de IED en el mundo fue 45% menor que en 2019 como efecto de la pandemia.
Pero aun así superó los 800.000 millones de dólares y actualmente son 15 veces mayores que hace 30 años.
La inversión extranjera directa no es sólo la que se recibe, o sea la que las empresas foráneas efectúan en otro país, sino también la que se emite, y es esa una de las causas de la internacionalización de las economías.
Cuando las compañías invierten fuera de sus países, en la gran mayoría de los casos crecen en dimensión, elevan su capacidad competitiva, mejoran su capacidad tecnológica, diversifican mercados, amplían su posibilidad de financiamiento y fundamentalmente fortalecen su capacidad de participación en redes internacionales de producción y comercialización, enumera el analista, y destaca que se benefician, inclusive, en sus países de origen por su mejora estructural internacional.
En ese sentido, atribuye en gran parte la paupérrima performance exportadora de nuestro país a que muy pocas empresas nacionales participan en cadenas internacionales de relacionamiento productivo, en las que se trabaja con socios diversos más allá de las fronteras. Son las arquitecturas vinculares suprafronterizas.
El comercio, la inversión, la integración de la economía del conocimiento, todo está integrado, y las grandes empresas internacionales son eslabones críticos de estas redes.
Es por ello que, en el mundo, el 56% del total de exportaciones sumadas está producido por empresas multinacionales, ya sea actuando ellas en sus países de origen o sea a través de sucursales en el exterior.
Y el 66% del producto mundial total es producido por multinacionales en sus países o en sucursales exteriores.
Ante esto, la escasísima cantidad de empresas internacionales argentinas es una debilidad pocas veces apuntada.
Según datos de la OCDE, la inversión argentina fuera de su país apenas alcanza el 0,12% del total similar mundial (es una participación que ronda apenas un cuarto de la participación del PBI de Argentina en el producto bruto mundial y que es menor a la mitad de la participación de Argentina en el total del comercio internacional planetario, lo que muestra la infraparticipación de la inversión externa emisiva de nuestro país en el planeta).
Señala una diferencia entre la internacionalidad argentina en la materia y la de los vecinos.
Así, empresas brasileñas han invertido fuera de su país (hasta 2019 inclusive) 223.000 millones de dólares (stock total); una cifra parecida a la que han invertido empresas mexicanas, que lo hicieron en 230.000 millones de dólares. Las de Chile lo han hecho en 131.000 millones de dólares mientras las de Colombia en 63.000 millones.
Las de Argentina, en tanto, -según datos de UNCTAD- lo han hecho en solo 43.000 millones de dólares.
La inversión extranjera emisiva de empresas argentinas alcanza solo al 5,6% de la que se computa como proveniente de todos los países latinoamericanos sumados (el total regional es 762.000 millones de dólares).
Es consecuencia de ello que entre las multinacionales de origen latinoamericano (multilatinas) solo son argentinas 6. Hay más “multilatinas” provenientes de México, Brasil, Chile o Colombia.
No es casual entonces que si se analizan las exportaciones de nuestro país se detecta que en el último año en el que se operó en condiciones normales (2019, antes del pandémico 2020), solo 13 empresas argentinas lograron exportar por más de 1000 millones de dólares anuales; mientras solo 59 lo hicieron por las de 100 millones anuales. Y estas cifras son las normalmente repetidas en años convencionales.
Además, en el último decenio en Latinoamérica la cantidad total de empresas que exportan creció 11%; con casos de altos crecimientos como Paraguay (creció 16%), Colombia (13%) o Brasil (10%).
Pero en ese lapso la cantidad de empresas exportadoras en Argentina decreció más de 25% (solo en tres países de la región aquel número descendió).
Al carecer de un número relevante de empresas internacionalizadas y no integrar en consecuencia las cadenas de valor que dan volumen al comercio exterior, se reduce la oportunidad de creación de empresas y empleos consecuentes para abastecer demanda externa.
Año tras año hay una reducción de cantidad de empresas exportadoras registradas en la Aduana: casi 5.500 empresas menos desde 2007 hasta 2020.
Un reporte del European Investment Bank ratifica que la inversión en investigación y desarrollo se duplicó en el mundo en los últimos 15 años; pero casi el 80% de ella es creada por empresas, mientras que el sistema educativo genera alrededor del 10% y los gobiernos menos del 10% del total.
De modo que el 90% de la inversión en I&D en el planeta ocurre en las economías más robustas.
La emisión de inversión extranjera la lideran Estados Unidos, los Países Bajos, China, el Reino Unido, Alemania, Francia y Japón lideran. Pero hay a la vez no pocos países emergentes que lo han hecho de modo destacado, como Sudáfrica, Singapur o Arabia Saudita.
La ausencia de Argentina en la inversión y el intercambio comercial no sólo le resta calificación en la ponderación de los inversores institucionales, sino que priva de contar con esos motores sociales en los países más prósperos en que especialmente se convirtieron las empresas internacionales.
Elizondo destaca que generan inversión de calidad y lideran el desarrollo tecnológico. Son parte de alianzas innovativas, crean empleo adecuado a nuevas realidades, lideran cadenas de aprovisionamiento en redes que integran socios, abastecen necesidades de consumidores y clientes más modernos y en muchos casos participan de cadenas internacionales.