El gobierno tiene que descartar las recetas ortodoxas que ponen el acento en el ajuste fiscal y debe poner su atención en la reducción de la brecha cambiaria, para lo cual en un lapso de seis meses tiene que fijar una política de "evolución hacia arriba del dólar 'comercial' y hacia abajo del 'financiero'".

Así lo sostuvo el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO), en un informe que advirtió que "los programas de estabilización ensayados históricamente de la mano del FMI fueron un fracaso rotundo y redujeron todavía más el horizonte de previsibilidad de la economía argentina".

En ese sentido, puntualizó que "no hace falta posponer la atención de demandas sociales concretas a cambio de una señal amistosa con el establishment financiero en nombre de una inefectiva 'ancla fiscal'".

"El ajuste del gasto público en las actuales condiciones económicas retrasaría la salida de la crisis y su impacto en el mercado de cambio es mínimo", remarcó CESO, al tiempo que recordó "la fracasada experiencia de política de restricción fiscal y monetaria del último acuerdo de Macri con el FMI" que "debería ser suficiente para evitar recaer en un programa sostenido bajo las mismas premisas".

Por el contrario, señaló que "el proyecto nacional y popular debe aprender de su experiencia histórica" y al respecto trajo a colación "la estabilización del mercado de cambios en 2002 (en condiciones de default)" que constituyó "el puntapié para el proceso de crecimiento posterior".

Por tal razón, indicó, antes que el ajuste fiscal "la principal tarea de la política económica ahora pasa por la necesidad de estabilizar el mercado de cambios como condición para la reactivación".

Para eso, CESO propuso un "programa de estabilización sin ajuste fiscal" basado en la articulación de cuatro variables: tasa de interés en pesos ("levemente por encima de la inflación y la devaluación), nivel de reservas ("evaluando ampliaciones del swap con China y otros organismos multilaterales"), tipo de cambio oficial y brecha cambiaria.

Respecto a estas últimas dos variables, indicó que "la brecha cambiaria debe ser un objetivo explícito de política económica y ubicarse en torno a un 30% para no generar expectativas devaluatorias fuertes en el corto plazo y evitar el costo en reservas que implica una brecha elevada".

Para ello, la entidad sugirió un "crawling peg" (minidevaluaciones periódicas) doble, en el que se anticipe "la evolución hacia arriba del dólar 'comercial' y hacia abajo del 'financiero' en los próximos 6 meses, hasta lograr un objetivo de brecha a partir del cual ambas cotizaciones comiencen a marchar juntas".

Ese proceso de convergencia de las cotizaciones "puede ser una política que termine con la actual incertidumbre en el mercado" pero para conseguirlo, el Banco Central "debe estar dispuesto a jugar fuerte y con una certera puntería".