El quiebre ya se está dando en la formación de herreros, zingueros, electricistas, plomeros, gasistas, carpinteros, techistas, oficios tradicionales en extinción para las nuevas generaciones.

No habrá que esperar mucho, sin embargo, para sufrir la escasez de mano de obra especializada en la industria y servicios de la construcción.

Ya se nota la poca oferta y mucha demanda en que "quienes tienen un oficio y se hacen un buen nombre están dando turnos a 3 ó 6 meses, y son caros”, de acuerdo con el testimonio de una arquitecta consultada sobre estos menesteres.

Es lo que se comprueba a diario en cualquier barrio porteño o del conurbano cuando se necesitan servicios domiciliarios de reparación y mantenimiento y la respuesta es siempre la misma: "Hay que esperar. Trabajo solo porque no consigo ayudantes que cumplan, los lunes directamente ni vienen".

Un estudio reciente realizado por Amanco Wavin, empresa de construcción e infraestructura, reveló que casi no hay plomeros entre 18 y 25 años en el país, y también se evidencia la falta de soldadores.

El fenómeno no es privativo sólo de nuestro país, sino que a nivel global se prevé que el 40% de la demanda proyectada de soldadores quedará sin atender.

La consecuencia es no sólo que se ralentizan los procesos productivos, sino que también se incrementan los costos operativos, al generar retrasos y disminuir la calidad final de los productos.

“Uno de los factores principales que ha llevado a esta escasez de soldadores es el envejecimiento de la fuerza laboral y la falta de interés por parte de las nuevas generaciones en este tipo de trabajos", señaló Sergio Ferrero, CEO de GRUPO BAW

A medida que los soldadores más experimentados se retiran, no hay suficientes jóvenes interesados en reemplazarlos. Las nuevas generaciones suelen preferir carreras relacionadas con la tecnología y la innovación, dejando de lado profesiones que perciben como menos atractivas o físicamente exigentes”, prosigue..

 Esta tendencia, ha contribuido a una crisis de talento en el sector, donde la demanda supera a la oferta de manera significativa", concluye.

Cuello de botella

La historia casi que se repite con los plomeros enla Argentina. La mayoría se encuentra entre los 46 y 55 años. Esto significa que en los próximos años habrá una gran cantidad de jubilaciones y se necesitará una nueva generación de plomeros para cubrir la demanda.

Cuando se precisa un plomero, puede ser muy difícil encontrar uno disponible, especialmente en zonas alejadas o en horarios fuera de lo común.

Otro efecto de la escasez de plomeros es que también hayan aumentado los precios de sus servicios.

La mala noticia es que hay una sensación flotando entre las nuevas generaciones, a la hora de elegir un oficio, de que la plomería suele ser mal remunerada y poco valorada socialmente.

Es cierto que el trabajo del plomero puede ser duro, sucio e incluso peligroso, y que, además, suele implicar horarios irregulares y trabajar en condiciones incómodas.

De todos modos, no existe una matrícula nacional de plomeros en Argentina, lo que significa que no hay una regulación clara de la formación y capacitación requeridas para ejercer el oficio, lo cual deriva en una gran disparidad en la calidad de los servicios prestados.

Hay en un horizonte una consecuencia no deseada pero grave: la falta de mantenimiento de las instalaciones de agua y saneamiento puede provocar problemas de salud pública, como la proliferación de enfermedades.

Para revertir esta tendencia, tanto en uno como en el otro oficio, diversos especialistas coinciden en que las instituciones educativas y las empresas deben trabajar de la mano para promover programas formativos que adapten a las nuevas generaciones a los requerimientos actuales de la industria. 

Programas de formación dual y la incorporación de la tecnología en el aprendizaje pueden no solo motivar a más jóvenes a formarse como soldadores, o lo mismo como plomeros, sino que también adquirirán habilidades que seguirán siendo valiosas en el futuro de la manufactura.

Cobots

La llegada de los robots colaborativos, o cobots, podría ser una alternativa ante la demanda emergente para la industria de la soldadura.

A diferencia de los robots industriales tradicionales, que requieren estar aislados y son difíciles de programar, los cobots están diseñados para trabajar mano a mano con los operarios humanos, mejorando la seguridad y la precisión en las operaciones de soldadura.

Son más fáciles de programar y pueden ser configurados por personal con conocimientos básicos de programación, lo que facilita su adopción en distintos entornos de trabajo.

¿Qué hacen? “Optimizan significativamente las operaciones de soldadura y corte de metales al asumir las tareas más repetitivas y físicamente demandantes. Gracias a su precisión milimétrica, pueden realizar soldaduras complejas de forma constante, asegurando uniformidad y alta calidad en cada pieza producida. No solo mejora la eficiencia de la producción, sino que también reduce los riesgos de errores humanos, lo que se traduce en una disminución de costos para las empresas”, añadieron desde GRUPO BAW.

No significa que vayan a reemplazar el talento humano, sino que lo complementan. 

Aunque estos dispositivos realizan las tareas más repetitivas y peligrosas, supervisar, programar y ajustar los parámetros de soldadura requieren del talento humano. 

El bache a cubrir está entre la finalización de la escuela secundaria y hasta el tercer año de la carrera que sea, donde según las estadísticas el 50% abandonará o previamente hará un intento de cambio de carrera. 

Hasta que se persuade de que lo que quería no era continuar en la universidad. Para esto, tendrá 21/22 años y ninguna formación para el mundo del trabajo.

La falta de personas capacitadas en oficios es un problema que no viene de ahora, y que se profundizó enormemente en la década de los 90”, asegura Sergio Serrichio, director de la Escuela Universitaria de Oficios de la UNLP:

“Cuando se implementó la reforma educativa (en 1994) y los colegios industriales nacionales fueron convertidos en escuelas provinciales, la calidad de la enseñanza se desmoronó. Ya nada fue igual desde entonces, al tiempo que hubo una suerte de fuga hacia los bachilleratos”.

Pone un ejemplo muy concreto de lo que significa que la enseñanza de oficios tenga una instancia institucional sólida, como lo es una universidad nacional: “Cuando Y-TEC (YPF + Conicet) y la UNLP empiezan a levantar la primera fábrica de baterías de litio de Latinoamérica, surge la necesidad de mano de obra para ese nuevo proceso industrial. Entonces, juntos generamos el perfil profesional que se requiere, capacitamos a jóvenes interesados, y hoy tenemos a 15 que ya están participando en distintos aspectos de la fabricación de baterías de litio”, realza.

Las universidades sí tomaron el desafío, y actualmente tienen escuelas de oficios las 55 universidades públicas del país. Cada una con su propio perfil, pues los oficios deben adecuarse a las necesidades de cada región”. Pero, ¿saben qué? El Estado no reconoce oficios dictados por la Universidad pública. De locos.

Según Serrichio, “se ha impuesto el falso discurso que dice ‘la gente no quiere trabajar’. Mentira. Este año tenemos 7.000 inscriptos en la Escuela. Y de acuerdo al seguimiento que hacemos a los egresados, el 54% mejoró su condición laboral tras obtener el título”.

“Existe un buen mercado laboral. Pero no está contenido. No se está fomentando el oficio”, dice. He allí una respuesta a aquella historia conocida de que el chico o chica termina la escuela y va a la universidad ‘por defecto’, sin saber bien porqué en muchos casos.