Los males siguen bien presentes, y parecen agravarse progresivamente
El presidente de la Cámara de Comercio señala que no hay motivos para festejar.
Largos meses de campaña electoral frenética llegaron a su fin. Fueron tiempos de competencia intensa que concluyeron en una noche en la que, los distintos espacios, encontraron mayores o menores motivos de celebración; algo que seguramente se hizo extensivo a muchos ciudadanos en función de sus propias preferencias partidarias.
Pero a medida que las pasiones se aquietan podemos darnos cuenta de que los motivos para festejar no abundan.
Me refiero a que los males que los argentinos arrastramos desde hace largo tiempo son muchos y siguen bien presentes, y buena parte de ellos parece agravarse progresivamente.
Pobreza, escasa creación de empleo, elevada presión impositiva, falencias logísticas, insuficientes exportaciones, dificultades en materia de importación, "industria del juicio laboral", inestabilidad macroeconómica, inseguridad, narcotráfico, asimetrías regionales, deterioro educativo y tantas otras cuestiones exigen medidas urgentes, cuyos frutos posiblemente no se visibilicen por completo en lo inmediato pero que es necesario encarar sin más dilaciones, si no queremos hundirnos en una espiral de decadencia.
En este marco, desde la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) -entidad gremial empresaria de cúpula, representante de una actividad que genera dos tercios del valor agregado y del empleo privado registrado, y con una amplia presencia federal- hacemos un enérgico llamado a que, ya superada la instancia electoral, los distintos sectores del quehacer nacional nos aboquemos a los problemas que bloquean nuestro desarrollo.
Si bien el adoptar las políticas necesarias para ello es facultad del Gobierno, en la CAC estamos convencidos de que los distintos actores de la vida pública podemos y debemos colaborar en lo que esté a nuestro alcance para superar las dificultades que el país padece.
Todos somos capaces de hacer nuestro aporte para que cada día el pueblo argentino esté un poco mejor, arriando por un tiempo las banderías partidarias o ideológicas.
Esto no implica renunciar a los valores y a las convicciones personales, pero sí deponer ciertas posturas intransigentes que no conducen a ningún sitio, teniendo en cuenta que la construcción de algo superador típicamente requiere que cada parte ceda en algún grado.
En este sentido, el reciente anuncio del presidente Fernández, referido a una convocatoria a un diálogo con la oposición, constituye una señal auspiciosa.
A mediados del siglo XIX, el presidente Justo José de Urquiza formuló uno de los pasajes más célebres de nuestra historia: "Todavía duraba el entusiasmo del triunfo, cuando en nombre de la patria y con toda la sinceridad de mi alma de que tantas pruebas ha dado al país, declaré para su gloria y con su aplauso, que el triunfo era de la Nación, no de un partido, dije: no hay vencedores, ni vencidos. Era una victoria sin derrota".
Inspiradoras palabras que, lamentablemente, los argentinos a menudo hemos desoído; un noble propósito muchas veces repetido pero muy pocas concretado.
Hoy, ya en la tercera década del siglo XXI, tengo la seguridad de que las difíciles condiciones que atravesamos constituyen, paradójicamente, una oportunidad para materializar aquel llamado de Urquiza: los enfrentamientos estériles son un lujo que no podemos permitirnos habida cuenta de los severos males que padecemos y que no admiten más demora.
Considerando la complejidad de estas cuestiones, y dado que resulta clave que las políticas que se definan para remediarlas se sostengan en el tiempo, su diseño debería convocar no solo a los distintos espacios políticos sino también a otros segmentos de la vida nacional, como así también sería especialmente valioso que se lograran acuerdos mínimos en torno a ellas, a fin de garantizar su continuidad.
Trabajadores, empresarios, academia y sociedad civil en general estamos en condiciones de acercar propuestas a las autoridades correspondientes, articular iniciativas y alcanzar consensos básicos, pensando no solo en la coyuntura actual sino también –y, sobre todo– en el mediano y en el largo plazo.
Por todo lo anterior, desde la CAC manifestamos públicamente nuestra posición a favor de que se avance con estos espacios de diálogo, a fin de implementar satisfactoriamente las políticas que nuestro país urgentemente necesita; a la vez que ratificamos nuestra plena vocación de ser parte de ese proceso, acercando así la voz de pequeñas, medianas y grandes empresas de Comercio y Servicios toda la Argentina, en beneficio del sector representado
y, principalmente, del conjunto de la Nación.
(*) - Natalio Grinman es presidente de la Cámara de Comercio y Servicios (CAC).