En un país atravesado por una inflación que roza el 140% anual, la leche en los tambos se paga al producto un poco más de $100. En la góndola, el consumidor puede pagar desde $350 a $ 700 por litro.

En la Argentina hay alrededor de 670 empresas lácteas y unos nueve mil tambos para generar 11 mil millones de litros de leche anuales. En 2022 la exportación de este producto fue del 24%, alcanzando ingresos máximos históricos de US$ 1.570 millones.

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A pesar de este escenario, los tamberos argentinos siguen cobrando uno de los precios más bajos del mundo. Y uno de los más bajos de la historia, ya que usualmente ese valor se ubicaba en torno a los 30 centavos de dólar.

Un relevamiento realizado por Noticias Argentinas en una conocida cadena de supermercados refleja que este producto de consumo cotidiano, aún con promociones o segundas marcas, tiene una fuerte incidencia en el presupuesto familiar.

Si bien hay una amplia variedad y calidad, el litro de leche de primera marca cuesta $730, seguida por otras a $480. El sachet, por su parte, cuesta $456. Asimismo, el valor de la botella de la variedad “larga vida” se ubica en $689, aunque con la promoción 4x3 que ofrecen algunos supermercados el precio se reduce a $515.

La lata de leche en polvo (primera marca, por 800 gramos) se ofrece hoy a $3.130, mientras que una especial para bebés de 0 a 6 meses (por 200 mililitros) cuesta $736. 

Actualidad de la industria láctea

Fuentes del sector lácteo explicaron a NA que el grave problema de la industria láctea es el desfasaje de precios respecto de la inflación. “El precio de los lácteos siempre vino corriendo muy detrás de la inflación”, aseguraron.

Otro factor que influyó en los números del sector fue la importante caída del consumo per cápita de los últimos 15 años: “En un momento se llegó a estar casi en los 210 litros anuales, ahora va a estar en 195 litros de leche por año, por persona, en el país”.

Por otra parte, la baja en las retenciones implementada por el Gobierno sobre las exportaciones tiene un impacto menor al 20% del total de los ingresos, de acuerdo con las estimaciones realizadas. “Si bien el año pasado las exportaciones alcanzaron un récord del 25%, este año se está produciendo menos. Y no se pueden adelantar ventas como se hace con los granos, sino que se tienen contratos con clientes externos y hay que ir cumpliendo a precios que son muy bajos internacionalmente”, argumentaron.

Asimismo, el control de precios tuvo un fuerte impacto en la dinámica de la industria láctea. Si bien durante los primeros meses del año el sector mostró un repunte, el acuerdo con el Gobierno le puso un freno a ese potencial crecimiento. “En febrero la industria venía aumentando casi al ritmo de la inflación y se venían ajustando los precios al productor para que nadie pierda”, señaló una representante de la industria. Luego, el secretario de Comercio Interior determinó el tope de aumento del 5%, bajo apercibimiento de cerrar la exportación.

“Eso haría colapsar el mercado interno de la leche, porque nosotros consumimos el 80% de lo que producimos y el excedente se exporta. Pero ese excedente, si entra en el mercado interno, hace colapsar el sistema. La cantidad de oferta con una demanda que, si bien es alta a nivel mundial, internamente está más baja que de costumbre, haría colapsar el sistema de precios en toda la cadena. Entonces, a partir de febrero, la industria de lácteos no aumentó los precios al productor más que el 5%”, señalaron.

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El secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, se reunió con las industrias lácteas y decidió liberar el precio que le pueden pagar al productor, las empresas mantienen un respeto por el acuerdo de Precios Justos, “aunque no está nada firmado”, según indicaron.

Por otra parte, destacaron que “el gran problema que se ha dado en las últimas gestiones es que no hubo una política lechera concreta en la Argentina y nunca se sentó a la mesa al comercio” en las negociaciones de precios.

La producción lechera se encuentra dispersa en 21 provincias del país. De ahí a que se abriera el debate acerca de su inclusión (o no) dentro del concepto de economías regionales, que este año recibieron algunos beneficios adicionales para paliar la crisis originada en la sequía.

Sin embargo, los especialistas de la industria láctea argumentaron que “en cada provincia la producción se da de una manera distinta. No es lo mismo la producción de leche en Neuquén, que es muy artesanal y pequeña, en Salta que tiene otros números, en la región pampeana o en el subtrópico como puede ser Formosa o Misiones”.

Por su parte, el presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Jorge Chemes, opinó que el sector tambero se vio impactado tras la imposición de los denominados dólar soja y dólar agro, con el cual el Ministerio de Economía les puso un valor especial a los granos para la exportación -mayor al dólar oficial con el cual se manejan los tambos-. “Produjeron un desequilibrio en todo lo que es la cadena productiva de quienes producimos consumiendo granos”.

En este sentido, agregó: “Hoy tenemos un desfasaje en el valor del litro de leche versus el valor del kilo de alimentos balanceados que históricamente nunca se dio”. Mientras el valor del insumo es de 140 pesos el kilo; el litro de leche (para el tambero) es de 110 a 120 pesos, “en el mejor de los casos”, señaló el dirigente.

En el marco del programa de asistencia "Impulso Tambero 2" que regía hasta octubre, el Gobierno aprobó la asignación de dos cuotas mensuales adicionales para noviembre y diciembre por medio de la Resolución 1601/2023, publicada en el Boletín Oficial.

La iniciativa está destinada a productores de hasta 7.000 litros diarios y establece un aporte de $18 y $24 por litro, de acuerdo al volumen de producción. Según lo dispuesto, las asignaciones mensuales no podrán superar, en ningún caso, los $ 960.000 por beneficiario, con un límite presupuestario total de $ 7.743 millones.

La asistencia estatal para los productores lácteos se estableció a cambio de congelar los precios por tres meses más y mantener, a su vez, la rentabilidad de los tamberos.