La pobreza aumenta, pero el desempleo se mantiene: ¿qué sucede?
El autor analiza algunas inconsistencias en las estadísticas que elabora el INDEC.
El dato de desempleo correspondiente al primer trimestre de 2023 alcanzó el 6,9% y llamó la atención por ser “demasiado” bajo con respecto a lo que se percibe en nuestra vida social.
¿Cómo puede ser que la tasa de desempleo sea tan baja 6,9% mientras que la pobreza está en torno al 40% y la tasa de indigencia cercana al 10%?
Descartemos rápidamente la hipótesis de que los datos del INDEC están intervenidos con fines políticos; nada más alejado de la realidad.
Antes de leer cualquier dato estadístico y utilizarlo para analizar la realidad, hay que saber perfectamente cómo está elaborado, porque si no podemos cometer errores de interpretación.
La clave de la divergencia entre los datos de desempleo y los de pobreza e indigencia se encuentra en la metodología utilizada.
Para medir el desempleo, el INDEC toma a los trabajadores que forman parte de la población económicamente activa que buscan trabajo, pero no encuentran.
La polémica surge a raíz de que el INDEC considera que si una persona trabajó al menos una hora en la semana de referencia para la muestra, ya es una persona empleada y no pasa a formar parte del desempleo.
Cualquier tarea informal que demande al menos una hora de trabajo catalogaría al individuo como empleado.
Como vemos, este criterio deja mucho que desear en términos de reflejar calidad de vida y escapa a la realidad que sufren miles de argentinos. Es por esto que la tasa de desempleo no refleja el fenómeno social que observamos en las calles.
El deterioro económico de los últimos años logró crear una nueva clase social: el trabajador pobre.
En los últimos cinco años, el salario promedio de la economía cayó más de 30% ajustado por inflación, y el de los trabajadores informales más del 40%.
Gracias a los distintos criterios que toma INDEC para realizar sus estimaciones, tranquilamente podrías ser considerado empleado e indigente al mismo tiempo.
Hoy en día percibimos que la pobreza e indigencia aumentan, pero los datos de empleo no lo reflejan.
Es cierto que parte de los indigentes no entran en la población económicamente activa y por eso no entran en la consideración de desempleados, como es el caso de niños o personas mayores.
Por otro, también es cierto que el mercado laboral parecería estar ajustando por salarios. Pero también hay un componente que tiene que ver con los criterios de medición oficiales que no reflejan la precarización del empleo.
Las estadísticas son importantes y nos sirven para interpretar la realidad, pero más importante primero es entender a la estadística en sí.
No vamos a ver empleo formal en las estadísticas de empleo, porque el criterio es diferente. Tampoco vamos a ver con exactitud a lo que usualmente denominamos como pobreza o marginalidad, simplemente porque la observación es distinta.
Esto también nos sirve para dar el justo valor a las estadísticas a la hora de evaluar los problemas que enfrenta el país.
Si sólo nos quedamos con el número, Argentina no parecería tener problemas de empleo; si profundizamos, vemos que sí los hay.
Santiago Casas es economista de la Fundación Libertad y Progreso.