Si bien todo el mundo sufrió las consecuencias económicas producto de la aparición del Sars-CoV-2 que produce la enfermedad de Covid-19, algunas regiones se recuperarán más rápido que otras y, en ese escenario, Latinoamérica ha sufrido un mazazo a sus expectativas de progreso y, dentro del subcontinente, la Argentina ha sido el país más perjudicado.

Así se desprende del informe elaborado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), creada en 1964 para temas relacionados con el comercio y las inversiones. Es el principal órgano de la Asamblea General de la ONU para maximizar las oportunidades comerciales y de inversión de los países en vías de desarrollo así como la asistencia en sus esfuerzos para integrarse en la economía mundial.

Pues bien, el informe, por lo pesimista, debería convertirse en el principal debate de los políticos nacionales en campaña.

De la misma manera que una persona infectada con Covid-19 presenta síntomas claros que luego son corroborados por un laboratorio, la economía nacional enseña un panorama de persianas bajas, empresas que ingresan en convocatoria de acreedores, y de crecimiento de la tasa de desempleo que luego son corroborados por los informes oficiales de las agencias estadísticas estatales.

Uno de los síntomas más claros de la profundización de la crisis recesiva de la Argentina es la partida de empresas extranjeras del país, el cierre de las operaciones de compañías en nuestro territorio de los que hay una gran cantidad de ejemplos como Falabella; Latam; Walmart; Diners; Norwegian; Nike; Eli Lilly; Air New Zeland, etc. y hasta el cierre de una embajada como la de Dinamarca.

Este éxodo productivo pone, en blanco sobre negro, la crisis existente en el rubro inversión extranjera directa (IED) por la cual se toma en cuenta a los capitales que llegan del exterior al país, de empresas que están afincadas en la Argentina o de nuevas compañías, sumado a la reinversión de utilidades que realicen las empresas de origen extranjero.

Esta crisis no es  un mal que afecte a la Argentina en particular sino que  demuele los cimientos de las economías latinoamericanas en general. El reporte de la UNCTAD explica que el Covid-19 golpea la inversión extranjera en economías en transición con más fuerza que otras regiones del planeta y a pesar de los esfuerzos de recuperación, es poco probable que en los próximos  años se vuelva a los niveles anteriores a la pandemia de ingresos de inversión del exterior.

Dentro del análisis país por  país, Argentina se lleva la peor parte del informe junto a Venezuela, “…las entradas de IED de Argentina, que ya estaban en una trayectoria descendente desde 2018, se desplomaron un 38 % a $ 4,1 mil millones en el año 2020. El país experimentó un cierre prolongado del sector industrial, lo que provocó una caída en la formación de capital fijo y una disminución en la economía. Estas contracciones complicaron aún más las condiciones de financiamiento para el país, que se halla en recesión desde el año 2018, que derivó, finalmente, en el  incumplimiento de su deuda externa.

Al ser más específicos hacia el mercado interno los analistas de la UNCTAD anotaron que el entorno desafiante tuvo un impacto importante en la IED: las nuevas inversiones se retractaron 45 % y las ganancias reinvertidas disminuyeron en un 22 %. Las operaciones de fusiones y adquisiciones registraron una desinversión de $ 290 millones después que importantes inversores internacionales, entre ellos, Walmart (Estados Unidos), Schlumberger (Estados Unidos), MetLife (Estados Unidos) y Danone (Francia) vendieran sus activos locales a inversores nacionales o regionales

La expectativa de una recuperación de la  actividad económica durante  la “nueva normalidad” es la apuesta de todos los gobiernos sin embargo la región latinoamericana crecería por debajo de lo que se aguarda para las economías en desarrollo.

Mientras que para las economías emergentes de Europa oriental o de Asia la recuperación del Producto Bruto Interno (PBI) será para el 2021 del orden del 6,7%, en Latinoamérica el desenvolvimiento de las  fuerzas  productivas  será más lento: un 4,4% en América del Sur; 5,6% en América Central y 3,7% en los estados del Caribe.

“En 2021, es probable que la IED en la región se mantenga sustancialmente estable  y por debajo del aumento promedio esperado para las economías en desarrollo en su conjunto. Incluso suponiendo que las condiciones fiscales y monetarias continúen acomodando la situación económica y su recuperación y que las campañas de vacunación avanzan rápidamente, no se espera que la IED se recupere a su nivel anterior a la crisis antes de 2023”, señala el reporte en sus  conclusiones.

Finalmente, el informe también incluye una mirada política electoral, “el ingreso de inversión extranjera depende de variables que los analistas siguen a diario como la recuperación de la formación de capital fijo, tanto privada como pública, pero también dependerá de factores políticos como elecciones generales en Perú, Chile, Honduras y Nicaragua, y elecciones intermedias previstas en México y Argentina”.

Argentina, “la peor de la clase”

El experto en negocios internacionales, Marcelo Elizondo, presentó un trabajo a la opinión pública donde observa que según datos de UNCTAD, si se evalúa la evolución mundial en la acumulación de IED se advierte que en lo transcurrido del siglo XXI, el continente donde más ha crecido es Asia (660%). Pero si se cuenta solo la última década (2010/2019) en la que también el mundo muestra un crecimiento significativo del stock, es Norteamérica la región del planeta con más evolución (creció una vez y media). La enormísima mayoría de los países de todo el mundo sumaron IED en estos lapsos. Pese a ello hay algunos pocos casos de países en el mundo que no han acompañado esta tendencia. Y uno es la Argentina.  

Prácticamente estamos en presencia de una década pérdida en términos de inversión si tenemos en cuenta que la Argentina es el cuarto país del mundo con mayor reducción absoluta de su stock de IED entre 2010 y 2019 con una caída de 16.421 millones de dólares.

Elizondo, precisó los números antes de la irrupción del Covid, “si además se miden todos los años transcurridos desde el inicio del milenio hasta el 2019,  Argentina aparece alarmantemente como el segundo país -en todo el mundo y con 202 medidos- con peor performance en la evolución porcentual del stock de inversión extranjera directa actuando en su territorio. Efectivamente, mientras en el mundo creció casi 400%, en Argentina el stock nominal de IED de 2019 es prácticamente similar al de 2000, en una cifra cercana a 66.000 millones de dólares”.

En un artículo publicado en NA, Natalia Motyl economista de la fundación Libertad y Progreso, explica la decrepitud de la economía  nacional y señala la carencia del arribo de capitales que sirvan para generar más puestos de trabajo: “Si un país como el nuestro desea converger al desarrollo de las naciones más ricas del mundo, es necesario que atraiga ese excedente de capital que pulula en el resto del planeta. El capital se ahorra durante mucho tiempo, y si no lo hiciste, hay que conseguirlo de aquellos que sí lo hicieron. Sin embargo, para atraer uno tiene que volverse atractivo, y eso se logra con reformas estructurales. Actualmente la Argentina no es atractiva para la llegada de inversiones”.

Y explicó: la inversión extranjera directa es del 1,1% con relación al Producto Bruto, cuatro veces más baja que en el Uruguay (4,7%), tres veces menor que en Chile (3,3%) y por debajo de Brasil (1,7%) y Ecuador (1,1%)”.  

Marcelo Elizondo agrega que “el stock de IED en Argentina es cada año menos relevante en relación al total mundial: mientras en el año 2000 la IED en nuestro país representaba 0.91% del total planetario; luego en 2010 ese stock en Argentina representó  0.43% del total global; y ya en 2019 equivale a solo 0.19% del total mundial. En el mismo sentido puede descubrirse que mientras en 2000 el stock de IED en Argentina representaba 19.9% del total hundido en Latinoamérica y el Caribe; la participación Argentina en ese total regional cayó hasta representar 5.39% en 2010; y ha descendido finalmente en 2019 a solo 3.05% del total de Latinoamérica y Caribe”.

Estos datos enseñan que la crisis sanitaria por el coronavirus sólo vino a profundizar los  problemas económicos que, en el caso de la inversión extranjera directa, ya existían, demostrando que se trata de un problema de índole estructural.