La realidad siempre se termina imponiendo. Las necesidades del Gobierno en materia fiscal y en términos de reservas del Banco Central de la República Argentina parecen haber acelerado decisiones que van en contra de todo deseo kirchnerista.

Se anunció finalmente el nuevo “dólar soja”. Nuevamente se beneficia al complejo sojero para que de aquí a fin de año tengan el incentivo suficiente para liquidar sus exportaciones con un tipo de cambio diferencial de 230 pesos por dólar (unos 60 pesos más que el valor del tipo de cambio oficial).

Con el nuevo esquema pretenden que el complejo sojero liquide al menos 3.000 millones de dólares (con la primera versión lograron que se liquiden cerca de 8.000 millones de dólares). Sin embargo la suma de divisas en las arcas del Banco Central no es el único objetivo: la comprometida situación fiscal también ha sido responsable del flamante “dólar soja II”.

Los dólares que ingresen resultarán necesarios para cumplir con las metas de acumulación de reservas impuestas por el FMI y lograr cerrar el año 2022 cumpliendo. Nada de esto implicará necesariamente que las importaciones se flexibilicen: los dólares deben quedar dentro del BCRA para poder dar por terminado el año con el Fondo Monetario Internacional.

Este nuevo esquema tendrá dos impactos directos en lo que viene: recaudación fiscal y emisión monetaria.

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Las últimas licitaciones del Tesoro Nacional donde el Gobierno salió a buscar fondos frescos al mercado han sido un rotundo fracaso. Apenas ha logrado refinanciar los vencimientos pero no pudo conseguir nada de los 400.000 millones de pesos que se estima que necesita Sergio Massa para cerrar el año fiscal sin apelar a seguir descontrolando la emisión monetaria. En virtud de esta situación el nuevo dólar traerá mayor recaudación en términos de retenciones (aproximadamente un 35% adicional) lo que dará cierto respiro en materia fiscal.

Sin embargo todo tiene un costo y este caso no resulta ser la excepción. Más allá de la clara inequidad con el resto de los sectores exportadores (que siguen liquidando sus exportaciones al dólar oficial que gira en torno a los 170 pesos) esto implicará que por cada dólar se deban emitir 60 pesos adicionales. Si los cálculos del gobierno son correctos, esto implicaría una emisión monetaria adicional de 180.000 millones de pesos de aquí a fin de año lo que agregaría combustible al incendio inflacionario que a esta altura parece ya fuera de control.

La última consideración que vale la pena hacer es la siguiente: el nuevo esquema no multiplica los granos de soja. Simplemente lo que hace es adelantar liquidaciones que iban seguramente a darse en el futuro. Hoy estamos adquiriendo recursos que el día de mañana no vamos a tener disponibles.

El futuro es un gran interrogante, sin embargo la única certeza parece ser que lo que viene por delante tendrá múltiples desafíos que el Gobierno no parece estar en condiciones de poder resolver.