Por José Núñez (*)

Los días en el país cada vez pesan más. Un poco por la cuarentena eterna en la que nos ha inmerso un gobierno que parece no tener brújula alguna y otro poco por la profunda crisis económica que atravesamos.

Los argentinos ya no aguantan más. Actualmente, nuestra industria nacional está agobiada por sus deudas y su drástica caída, llevando ese desgaste hasta la dificultad de abastecerse de insumos, pagar a empleados y proveedores.

Los más de 200 días de cuarentena nos dejan como resultado el cierre de aproximadamente 100.000 pymes.

El aislamiento preventivo social y obligatorio ha hecho que muchas pymes se vean en la obligación de bajar las persianas y renunciar a la lucha, lo que nos deja una desoladora cantidad de personas que han perdido y perderán su empleo.

Vale señalar que el INDEC, en su último reporte, registra qué ya hay más de 3.757.000 de argentinos desempleados producto de la cuarentena. ¿Cuál es la solución que el gobierno ha planteado para brindar tranquilidad al sector productivo y promover el empleo?.

La respuesta es más impuestos y más regulaciones. Aumentar las cargas para el único sector que tiene en sus manos la posibilidad de sacar el país adelante. Pero, una vez más, vamos en sentido contrario a lo que debemos hacer.

Si miramos a nuestro país vecino, Uruguay, nos daremos cuenta que el Presidente Luis Lacalle Pou entendió muy bien que el único que puede fomentar las inversiones y el trabajo es el sector privado, por eso se negó categóricamente a poner más impuestos a quienes tienen la tarea de sacar adelante al país.

Contraria a esta lógica, la Argentina aprieta más al empresario y hoy discute un impuesto a las grandes riquezas, sin precedente, anticonstitucional, y que impone carga incluso a quienes pueden tener bienes para la producción aún como pasivos. Es decir, si algún empresario o productor agropecuario, adquirió con un crédito una maquinaria, y todavía la está pagando, esta maquinaria se cuenta como parte de sus riquezas.

¿Esta es la forma en que el Gobierno quiere atraer inversiones y dólares al país? ¿O realmente necesita de estos impuestos para abastecer su caja, generando más pobreza y dependencia de familias enteras del Estado?

Mientras tanto las reservas internacionales disminuyen de forma histórica. Hoy solo contamos aproximadamente con 5.500 millones de dólares en reserva netas y al escasear en el mercado, aumentan las trabas para acceder a financiamiento y para comprar insumos, herramientas necesarias para poner en marcha la rueda productiva de vuelta.

El acceso a divisas para comprar insumos en el exterior se ha vuelto una odisea para muchas empresas cuyo funcionamiento depende de ello. El cepo extraordinario no solo afecta a los ahorristas, sino que no permite que muchos empresarios accedan a financiamiento para abastecerse de lo necesario para producir.

Esto a la larga ocasionará o que algunas empresas tengan que virar a diversificar o cerrar de manera permanente.

La estructura económica de nuestro país no ha variado significativamente en décadas y las variaciones que ha tenido (salvo excepciones) han sido negativas nuevos y más impuestos, nuevas y más complejas reglamentaciones, restricciones sobre el libre mercado, entre otras.

Pero la traba que tiene la Argentina para crecer no es solo de índole económico sino también de índole cultural, educativo, de infraestructuras y jurídico.

(*) Diputado Nacional de Juntos por el Cambio.