La economía argentina siempre da lugar a la aparición de fenómenos inesperados. La combinación de sucesivas devaluaciones, las restricciones para operar con moneda extranjera y la pérdida de poder adquisitivo a lo largo de los últimos años están generando un cambio que pasa desapercibido en la mayoría de los análisis, pero que es más que evidente para muchos inmigrantes extranjeros, así como para compatriotas que viven en otros países.

Ese fenómeno es la paulatina transformación de la Argentina en un país tradicionalmente emisor de remesas al exterior en uno que este año podría convertirse en mayoritariamente receptor, es decir que el volumen de dinero que los argentinos residentes en otros países envían a sus familiares superaría por primera vez en décadas al que los extranjeros que viven aquí giran a sus familias que permanecen en sus países de origen.

Las remesas que envían periódicamente a sus familiares los inmigrantes bolivianos, paraguayos, peruanos y, en menor medida, uruguayos y chilenos, fueron una constante durante muchos años, pero esos giros vienen menguando desde el segundo trimestre de 2018.

La razón principal fue el inicio del proceso de devaluación del peso que, desde entonces, implicó una pérdida relativa de poder adquisitivo en comparación con otros países de la región.

Si a eso se le agregan las complicaciones para acceder a dólares u otra moneda extranjera por los canales formales y, además, tener que pagar un 65% de recargo impositivo, enviar una remesa a cualquier país limítrofe ya no es tan redituable como hace un par de años.

"Tenemos casos de gente que solía enviar un promedio de 200 dólares mensuales a su familia en Bolivia y ahora, a duras penas, envía 100 dólares cada tres meses", señaló al respecto Alex Torriglia, CEO de XCOOP una fintech de envío de remesas de dinero.

Hasta 2018, la Argentina enviaba más de 3500 millones de dólares al año, siendo los principales destinos España (US$ 800 millones), Paraguay (US$ 600 millones), Bolivia (US$ 600 millones) y Perú (US$ 500 millones).

Por su parte, el país recibía poco más de 500 millones de dólares desde los Estados Unidos (US$ 135 millones) y España (US$ 110 millones), pero "la pandemia y la crisis dejaron esta realidad en el pasado", aseguraron en la compañía.

El mercado de remesas llega a ser decisivo en algunos países centroamericanos y caribeños, para los cuales en muchos casos los recursos que envían familiares desde otros países (casi excluyentemente Estados Unidos) son uno de los componentes destacados del PBI.

Si bien las remesas a Bolivia y Paraguay provenientes de la Argentina no llegaron a representar un volumen semejante, su importancia no pasa por alto a las autoridades económicas de esos países, que permanentemente reclaman por la reapertura de fronteras y la libre circulación de bienes y divisas.

Pero con el cambio de tendencia tras la combinación de devaluación, restricciones cambiarias y pérdida de poder adquisitivo, la Argentina sumó a otros países al listado. Aunque la condición es inversa: ya no se trata de los guaraníes o bolivianos que se envían sino de los dólares o euros que se reciben.

"Estimamos que en 2020 las remesas provenientes de Estados Unidos y Europa se triplicarán, haciendo de la Argentina un país mayormente receptor y no emisor de remesas", sostuvo al respecto Torriglia.

"La Argentina, que históricamente fue siempre un país emisor de remesas, está cambiando a ser un país receptor. Los montos que reciben residentes argentinos provenientes de los Estados Unidos y Europa crecen día a día frente al abrupto desplome de los envíos de remesas, que con el tipo de cambio y la situación económica actual se vuelven imposibles de realizar", analizaron en XCOOP.

En ese sentido, la fintech precisó que "con los países limítrofes, en los que se registraban cifras (de emisión de remesas) por encima de los 500 millones de dólares y hoy esos números se ven reducidos en casi un 50%".

De todas maneras, las oscilaciones en el tipo de cambio a las que históricamente estuvo sujeta la Argentina podrían generar otro cambio en el largo plazo. Mientras tanto, habrá que adaptarse al nuevo paradigma que marcan los tiempos que corren.