La Argentina ha fracasado, sin dudas. Buena parte de ese fracaso se explica por haber repetido una y otra vez las mismas recetas que hemos visto implosionar sin descanso a lo largo de nuestra historia. Sin embargo, parecemos empecinados en seguir probando con las mismas cuestiones que nos han empobrecido y alejado del mundo.

En algún momento habíamos entendido que el trabajo y la inversión eran la clave del crecimiento. Incluso el comercio con el resto del mundo siempre fue parte de nuestro éxito pasado. Hace 80 años la Argentina representaba 3 de cada 100 dólares que se comerciaban en el mundo. Hoy apenas participa de 20 centavos por cada 100 dólares. La caída ha sido estrepitosa, y con él, nuestra calidad de vida. Solo para tomar dimensión, si hubiésemos mantenido nuestra participación en el comercio internacional hoy nuestras exportaciones serían muy superiores al billón de dólares (un millón de millones de dólares). Los números son impresionantes.

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Ya conocimos el descontrol monetario: en los últimos 90 años la inflación ha sido de 316.000 billones por ciento acumulada (316.000.000.000.000.000%). A pesar de los datos, seguimos insistiendo en que la emisión no genera inflación: aquí estamos, rozando una vez más los tres dígitos de inflación anual.

Esta semana el Gobierno ha confirmado que nuevamente nos llevará hacia un nuevo fracaso: el plan “Precios justos”. En principio el antecedente en el nombre no es para nada alentador: Venezuela lanzó el plan “Precios justos” allá por el año 2011, relanzado por Nicolás Maduro en el año 2015. Los resultados, a la vista.

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En la Argentina hemos reeditado estos esquemas de controles de precios en el año 2014 (en enero de aquel año se lanzó “Precios cuidados” con el fin de luchar contra la inflación que se empezaba a descontrolar por encima del 20% anual). Desde aquel momento en el que se implementan los primeros controles de precios hasta hoy, la inflación acumulada en el país ha sido del 2.154%, algo así como 3% promedio mensual. A pesar del fracaso de los últimos casi 9 años aplicando estos programas para paliar los efectos inflacionarios, parece que esta vez los funcionarios piensan que será diferente.

Si seguimos repitiendo fórmulas que fracasaron (no solo en Argentina sino en todo el mundo) creyendo que podremos obtener resultados diferentes, el abismo probablemente esté cada vez más cerca.

No entender que el crecimiento y la estabilidad se logra con cuentas fiscales sanas, política monetaria acorde, bajos impuestos, inversión y leyes laborales acordes al siglo XXI, es condenarnos al más absoluto fracaso: este parece ser hoy el camino que elige el Gobierno para continuar hacia adelante.