Por Yeal Kim (*)

Además de su fuerte impacto sobre la economía global y nacional, la pandemia nos ha dejado en claro algunas precisiones y abierto, a su vez, nuevos interrogantes y debates de cara a pensar y construir un mejor futuro para nuestro país.

Entre las certezas debe remarcarse la importancia y la revalorización de contar en la Argentina con uno de los entramados industriales más importantes de América Latina. Una industria nacional diversificada que ha sido clave a la hora de hacer frente, de manera soberana y sustentable, a una de las peores crisis que haya registrado la humanidad.

Una industria nacional que en un escenario adverso fue capaz de reaccionar y reconvertirse con rapidez, generando procesos de fabricación de productos esenciales y de primera necesidad, que permitieron abastecer con calidad y a precios inferiores que los importados, la demanda del mercado interno en un contexto de escasez mundial y restricciones productivas.

Para la cadena textil, la pandemia también ha supuesto un gran desafío y nos ha permitido poner en juego toda la creatividad y todas nuestras capacidades. Incluso en este marco de dificultades hemos podido invertir y dar respuestas a las necesidades sanitarias del país; en muchos casos readecuando las fábricas, reformulando procesos e incorporando máquinas que han permitido producir materiales de protección y barbijos, entre otros productos, de manera local y en tiempo récord.

No fue una tarea sencilla. El parate productivo consecuencia de la pandemia generó obstáculos para sostener la oferta, en un primer momento debido a la cuarentena y luego, a la falta de capital de trabajo y a la escasez mundial de materias primas.

Sin embargo, poco a poco la producción retomó su impulso, recuperando a niveles pre pandémicos, gracias al esfuerzo conjunto de todos los actores de la cadena y a la introducción de políticas públicas apropiadas -como el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo (ATP)- fundamentales en el sostenimiento de los establecimientos productivos y el empleo.

Por supuesto, aún existe mucho camino por recorrer. Nuestro deber es, entonces, debatir la forma de construir un futuro que potencie las virtudes que brillaron en el marco de la crisis. Pues, más que nunca, ha quedado claro que, aún en los momentos difíciles, con un modelo productivo adecuado y políticas públicas que favorezcan a la producción industrial, nuestra cadena de valor encuentra un ámbito próspero para desarrollar una agenda ambiciosa en materia de producción, inversiones y generación de empleos de calidad.

La cadena textil e indumentaria es una industria colosal en la transformación de materias primas y en la generación de valor agregado. Desde el algodón, la lana y otras fibras, los distintos eslabones añaden valor a través de procesos productivos complejos hasta llegar a la prenda final: materias primas, hilados, tejidos, tintorería, estampería, diseño, confección, por nombrar algunos.

A través de plantas productivas a lo largo y ancho del país, que cuentan con tecnología de punta, la industria genera hoy alrededor de 400 mil puestos de trabajo directos que se multiplican de manera indirecta a través de la tracción hacia otros sectores, generando actividad económica, consumo y prosperidad en las comunidad donde se encuentra.

En la actualidad, nos encontramos trabajando para seguir incrementando las capacidades productivas, mejorando procesos y productos e incorporando tecnología de vanguardia. Impulsar los segmentos ya consolidados como la cadena algodonera, otras fibras naturales autóctonas y muy valoradas en el mundo, como las de camélidos, y el desarrollo de nuevas fibras y materiales técnicos o inteligentes resulta estratégico.

También la difusión de la industria 4.0; muchas de nuestras empresas ya empezaron a recorrer este camino y cuentan con estas tecnologías superadoras: digitalización, internet de las cosas, big data incorporado, por ejemplo, a los sistemas de gestión para la toma de decisiones, detección automática de errores, trazabilidad y blockchain, robótica colaborativa y fabricación 3D, e-commerce, sistemas integrados (cloud) que permitan un mejor control de la cadena de valor, entre otras.

Todas estas tecnologías permitirán incrementar la productividad mejorando procesos y productos y además, permitirán acercarnos cada vez más a las necesidades y requerimientos de los consumidores.

Vale decir que estas iniciativas se encuentran fuertemente ligadas a robustecer el mercado interno, ampliar la oferta nacional y, en paralelo, a promover la salida al mercado internacional. La Argentina es uno de los pocos países en desarrollo que exporta moda y diseño y cuenta con todo el potencial para ser un jugador de clase mundial.

Por otro lado, el mundo también se encuentra en proceso de transformación, abriendo una ventana de oportunidad: la pandemia ha supuesto cambios en la organización de la producción global, paralizando la actividad en algunas regiones del mundo en distintos momentos. En esa línea, es probable la aceleración de procesos que ya estaban en marcha, como la diversificación de proveedores y su relocalización hacia zonas más cercanas a los centros de consumo.

Es aquí donde la Argentina, con todo su historial y capacidad textil encuentra una nueva oportunidad. Estos son algunos puntos en los que estamos trabajando en la agenda del sector, una agenda que evoluciona y esperamos poder desplegar de manera plena en los tiempos que se vienen. Con convicción y en fuerte articulación público-privada, es que el sector textil proyecta inversiones de más de 250 millones de dólares en el 2021 y se encuentra trabajando con el objetivo de generar 200 mil nuevos puestos de trabajo en los próximos años.

A partir de una política económica nacional de valorización productiva, desde la cadena textil indumentaria apostamos fuertemente a una Argentina federal en crecimiento, enfocada en el desarrollo industrial, transformadora de materias primas, generadora de una identidad marca país que trascienda nuestras fronteras, creadora de más y mejores puestos de trabajo e insertada inteligentemente en los mercados internacionales.

(*) Presidente de la Fundación Pro Tejer.