En un contexto mundial de crisis sanitaria, económica y ecológica, la "crisis del trabajo" y sus transformaciones regresivas, configuran una dimensión central.

¿Cuál es el impacto de la pandemia en la clase trabajadora en Argentina?

Partiendo de un proceso de degradación del mercado laboral a lo largo de los últimos 40 años, vemos que la pandemia opera como una oportunidad para los empresarios para consolidar esta tendencia "normalizando" la mayor precarización conseguida en base al disciplinamiento de la crisis y la pobreza.

Desde el Observatorio de los Trabajadores en la Pandemia, interpretamos algunos datos oficiales que distan de mostrarnos que "lo peor ya pasó" y nos dan mayores razones de posibles incrementos de malestar social y de conflictividad.

La variación interanual del cuarto trimestre de 2020 según datos del INDEC nos indica: 1-Una reducción de las tasas de actividad (2,2%) y de empleo (2.9%) junto a un crecimiento del 2.1% en la tasa de desocupación (proporción de personas sin ocupación que buscan empleo activamente).

Los desocupados representan el 11% de la PEA (2.1 millones de personas). Sin embargo, con el "efecto desaliento" de la pandemia en la búsqueda de personas disponibles para trabajar, el total asciende a 2.9 millones de personas.

Un leve incremento de la tasa de empleo entre el tercer y el cuarto trimestres de 2020(2.7%), motorizado por el crecimiento de los segmentos más vulnerables de la clase trabajadora: los asalariados no registrados, los trabajadores por cuenta propia, les subocupados y los ocupados demandantes que redunda en una mayor precarización del trabajo como marca de la "recuperación" del mercado laboral de los últimos meses.

Entonces la degradación del mercado laboral se explica por el aumento del peso relativo de quienes tienen menos derechos laborales y, por ende, más condicionamientos a la hora de salir a luchar (porque la precarización, al igual que el desempleo, es un gran mecanismo de disciplinamiento de los trabajadores).

Con respecto al salario, en términos reales la pérdida de poder adquisitivo en el último año fue de un 3% para los asalariados, con amplias diferencias: mientras que para el sector privado fue del 1,7%, para el sector público fue del 9,3%. Esto se combina con un sostenido aumento de la canasta básica que ronda los $90.000, según ATE-INDEC.

Así, llegamos a que hoy un 32,4% del total de la población asalariada es pobre. En el caso de los informales este número asciende a 47,8% mientras que para los formales es de 21,1%.

Sin embargo, entre 2019 y 2020 la proporción de trabajadores registrados pobres fue la que más aumentó en un 6,6%. La incipiente recuperación no permite alcanzarlos valores de la economía previos (y tampoco deseables) a la pandemia, sino que indicaría ser una recuperación sin empleo formal, motorizada por el aumento de la informalidad, el subempleo y distintas formas de empleo degradado que permitan aumentar los ritmos de explotación y rentabilidad.

Si a esto le sumamos la ausencia de un IFE (ingreso familiar de emergencia) que les dé un respiro a quienes han sido los más afectados, los niveles bajísimos del salario mínimo junto a la pulverización del poder de compra de los salarios, el curso de la segunda ola de Covid-19 encuentra a Argentina con un combo explosivo como eje de su crisis.

(*) - Clara Posse es sociólga e integrante del Observatorio de los Trabajadores en la Pandemia.