Mientras el Gobierno inicia una desafiante etapa de 60 días para evitar un default formal con el Club de París, el equipo económico tiene instrucciones de usar todas las herramientas a su alcance para que la esperada aceleración del calendario de vacunación contra el Covid, se traduzca rápido en crecimiento y empleo.

Se aproximan tiempos electorales y, si hay algunos datos positivos en la economía, mejor que se noten, y lo más rápido posible, razonan en lo más alto del poder.

A pesar del optimismo que tienen los ministros Martín Guzmán (Economía) y Matías Kulfas (Desarrollo Productivo) para la segunda mitad del año, evitan hablar de una recuperación en el "segundo semestre".

Es que esa frase quedó estigmatizada, y es motivo de burlas políticas, luego de que durante su Gobierno, Mauricio Macri la empleó varias veces para prometer una recuperación que nunca llegó.

Por eso, tanto Guzmán como Kulfas van haciendo sus interpretaciones optimistas sobre cada dato que difunde el INDEC, pero evitan el triunfalismo, sobre todo porque la segunda ola de coronavirus está haciendo estragos en distintas actividades, con récord de contagios y más de 77.000 muertes.

A Guzmán lo inquieta no haber podido avanzar todo lo que esperaba en los acuerdos con el FMI y el Club de París.

Kulfas, en tanto, está preocupado por los problemas que tiene su cartera para encaminar los acuerdos de precios, y el frente abierto con el sector agropecuario tras haber convencido al presidente Alberto Fernández de que la carne sube como consecuencia de manejos que hacen los exportadores.

Tanto Guzmán como Kulfas saben que el kirchnerismo tiene ´in péctore´ reemplazos para casi todas las áreas del Gobierno, donde intenta colar tropa propia ante cada oportunidad.

Cualquier traspié más o menos relevante puede ser motivo para que se renueven las presiones políticas contra el Gabinete.

Guzmán considera que su gran servicio a la economía argentina sería dejar normalizada la deuda, algo que ni Cristina Kirchner ni Axel Kicillof pudieron lograr.

Con ese fin, el ministro de Economía renovará un complejo proceso de ida y vuelta con los principales acreedores, con Alemania a la cabeza.

Este lunes vencen más de US$ 2.400 millones de deuda con el Club de París, y la Argentina echará mano de la posibilidad de extender 60 días ese pago.

Las reservas son intocables en este escenario de agravamiento de la pandemia: los dólares que pudo atesorar el Banco Central en los últimos meses ya tienen destino: comprar vacunas, insumos hospitalarios y todo lo necesario para evitar que continúen progresando los catastróficos números que deja a su paso el coronavirus.

¿A qué apunta Guzmán? A que antes de ese vencimiento definitivo con el Club de París -a fines de julio- haya acuerdo con el FMI.

Y que eso gatille una automática reprogramación de pagos con el consorcio de naciones acreedoras, algo para lo que Alberto Fernández ya recibió guiños políticos de la alemana Angela Merkel y del francés Emmanuel Macron.

El juego, practicado por la Argentina en casi toda su historia, se llama "patear la pelota para adelante", y lo viene poniendo en práctica también Kicillof, quien acaba de estirar la negociación con los acreedores por enésima vez en la provincia de Buenos Aires.

Guzmán no la tiene sencilla: cada vez recibe más fuego amigo desde el ultra kirchnerismo, tal vez preocupado de que, tras alcanzar la negociación de la deuda con los bonistas, el joven ministro de Economía haya creído que tenía espaldas para impulsar un juego propio, incluso alguno que pueda desagradar al paladar de la vicepresidenta.

Son ejemplos, lo ocurrido con el frustrado aumento de tarifas de electricidad en dos etapas, y el intento de desplazamiento del subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, quien parece sólo  responder a Cristina.

Ninguno de esos objetivos pudo ser cumplido por Guzmán, quien debió ser auxiliado por el presidente Alberto Fernández cuando parecía que su ciclo en Economía se empezaba a diluir.

Kulfas tampoco la tiene fácil: los aumentos de precios son incesantes y, junto a la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, tratan de disimular con anuncios de un acuerdo tras otro el drama cotidiano que sufre la población frente a las góndolas.

La suba de productos claves de la canasta familiar, sobre todo lácteos, carnes, y frutas y verduras, ni siquiera estaría siendo reflejada en toda su magnitud por el recuperado INDEC, ya que hay consultoras privadas que semana a semana detectan nuevos desfasajes de precios.

Las remarcaciones volvieron a instalarse con fuerza en cuanto las medidas de aislamiento para contener los contagios de Covid se flexibilizaron un poco antes de la última restricción fuerte de estos días.

En toda la deteriorada actividad comercial se atraviesa un período de "sálvese quien pueda", y eso se traslada a los precios.

Los frigoríficos y el sector ganadero se quejan de que el Gobierno les tiró por la cabeza el problema del aumento de la carne, impulsando un cierre de exportaciones de dudosa efectividad.

En los últimos días hubo una propuesta sobre la mesa para duplicar las toneladas de carne incluidas en la venta a precios populares. 

Fue rechazada por la Casa Rosada, que exigió un esfuerzo mayor a los exportadores, y de paso transmitió su molestia porque el sector sigue pidiendo rebajas impositivas. 

Enterada la Mesa de Enlace, extendió el cese de comercialización unos días más, por lo que el Mercado de Liniers sigue sin animales, lo cual a su vez retroalimenta la cadena de remarcaciones en carnicerías y supermercados.

Los matarifes aguardan una fuerte suba de precios para los próximos días, y advierten estar quedándose sin stocks.

Comienza a haber consenso en el mercado de que cuando lleguen las elecciones de noviembre, la inflación se habrá instalado con comodidad en el 45% anual.

Guzmán había pronosticado 29%, pero hace rato que dejó de lado esa proyección y se conforma con que el costo de vida cierre por debajo del elevado 36,1% del 2020.

Si no lo logra, y se complica la negociación por la deuda, tal vez el ministro de Economía termine sufriendo en carne propia la "maldición del segundo semestre".