Si para tomar el pulso de la negociación entre la Argentina y el FMI bastara con la cordialidad exhibida entre la jefa del organismo, Kristalina Georgieva, y el ministro de Economía, Martín Guzmán, podría pensarse que el acuerdo está a la vuelta de la esquina.

Sin embargo, el grado de avance a nivel técnico para que la Argentina explique cómo hará para garantizar el pago de más de US$ 45.000 millones, en más o menos una década, se desconoce.

Y alimenta las dudas de un mercado al que sólo conmueve tener claros cuáles son los números, y le preocupan las diferencias cada vez más claras en el seno de la coalición gobernante sobre hacia donde se quiere ir.

De que existe buena voluntad de las partes para arribar a una solución no existen dudas en la comunidad financiera internacional.

La pregunta es si con eso alcanzará para sacar a la Argentina de la situación siempre próxima al default en que se encuentra.

Se supone que sobre ese aspecto central avanzó Guzmán durante su activa presencia en Venecia para participar de la cumbre del G20.

A la orilla de los canales venecianos, el ministro aprovechó para sentarse a dialogar con sus pares de México, Alemania, Japón, Rusia e Italia.

El plato fuerte fueron sus reuniones a solas con Georgieva y, por primera vez, con la poderosa secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Janet Yellen.

Se trata de la experimentada y respetada funcionaria a la que Joe Biden le confió el desafío de poner a Estados Unidos de nuevo en la senda de la recuperación económica tras la pandemia.

Pero sobre todo tratar de evitar que la aplanadora china los termine desplazando como la economía más fuerte del planeta, algo que, según la mayoría de los expertos, terminará ocurriendo en algún momento, tal vez más temprano que tarde.

Yellen tiene, entre otras misiones, la de retardar lo más posible el avance de la potencia asiática, y robustecer el poderío y la pujanza de la economía estadounidense.

Son múltiples los intereses norteamericanos por mantener a la Argentina en su órbita de demandas y necesidades, y tal vez ahí radique un punto a favor de la estrategia de Guzmán, a quien algunos en el Gobierno empiezan a llamar "ministro de la deuda", pero sin ánimo de desmerecer su función, sino para describir hasta dónde está puesto el foco de atención por parte del funcionario.

Con Yellen, Guzmán abordó el desafío de las negociaciones que la Argentina está desarrollando con el FMI para establecer un nuevo acuerdo.

El ministro dijo haber mantenido una "muy valiosa y detallada" reunión con la secretaria del Tesoro estadounidense. 

En esa conversación, Guzmán habría aludido a la "deuda insostenible" que la Argentina mantiene con el Fondo Monetario. 

El encuentro, en el que participaron los principales negociadores del equipo argentino y la plana mayor del Tesoro norteamericano, se cerró con un cálido mensaje de Guzmán.

"Gracias Janet por tu tan positivo aporte a un renovado multilateralismo. Sigamos trabajando juntos en construir más capacidad para poder implementar políticas públicas que generen trabajo y oportunidades para nuestros pueblos", escribió Guzmán. 

El día anterior, el ministro y los negociadores de la Argentina habían avanzado en algunos detalles de los borradores preparatorios del eventual acuerdo.

De esas precisiones -claves para avanzar hacia un nuevo stand by-, el ministro de Economía no habla, pero en el mercado las esperan con ansiedad.


Un informe detallado que el Ministerio de Economía y el Banco Central acercaron al presidente Alberto Fernández admite que en junio comenzó una ofensiva del mercado para tratar de presionar sobre la cotización del dólar.

Coincidió con una declaración del economista macrista Carlos Melconian, quien pronosticó un dólar blue a 200 pesos para fin de año.

Y con una ofensiva muy fuerte de grandes grupos económicos para encontrar un ariete en el cepo cambiario, operando fuertes posiciones en el mercado de dólares financieros, a través de empresas subsidiarias.

Esto hizo que el drenaje de reservas continúe y encendió un alerta en el Banco Central.

Teniendo en cuenta que la liquidación de divisas se comenzará a desacelerar en el segundo semestre, se consideró inconveniente dejar que esos flujos de dólares continuaran escapando.

Las divisas vienen alcanzando para abastecer parte de la demanda de los importadores, pagar deudas y mostrar un repunte del respaldo que tiene el Banco Central para frenar algún intento de corrida cambiaria.

Pero ese panorama corría riesgo de cambiar en las próximas semanas, sobre todo si se continuaban permitiendo operaciones de gran porte para dolarizarse, un clásico en la Argentina en tiempos electorales.

Por eso, la Comisión Nacional de Valores y el Banco Central emitieron medidas complementarias, con la idea de blindar aún más el cepo al acceso a dólares, alentado por el convencimiento que tiene el mercado de que la divisa norteamericana está barata.

Según cálculos de distintas consultoras, si el dólar blue, que llegó a cotizar a $185 en octubre del 2020, hubiese continuado esa tendencia, debería cotizar a $225 en la actualidad, y no a $175. Eso para el mercado es "atraso cambiario".

Pero no sería el principal problema. Como el propio Guzmán admitió en un encuentro con empresarios tiempo atrás, la brecha cambiaria es una dificultad para la Argentina y él se propone achicarla.

Hasta ahora no fue mucho lo que pudo hacer: la distancia entre el dólar oficial -el que se liquida al sector agropecuario y que se vende a los importadores- ronda el 75%.

Con semejante brecha, pensar en inversiones extranjeras de alto calibre por ahora es ciencia ficción.