Pronosticar suele terminar en un dolor de cabeza para la mayoría de quienes deben gestionar una economía como la argentina, con recursos más escasos que los habituales, y demandas desorbitadamente ilimitadas, lo cual el ministro de Economía, Martín Guzmán, está sufriendo en carne propia.

Desde que Eva Perón dijo que "donde hay una necesidad nace un derecho", los políticos peronistas utilizaron esa frase hasta al hartazgo.

Pero nunca supieron completarla y explicar de dónde saldrían los recursos genuinos para financiar el pago de esos "derechos".

Ante la proximidad de las elecciones, algunos políticos retoman el lugar en el que se sienten más cómodos, como la jefa de la ANSES, Fernanda Raverta, quien hace gala de su manejo a destajo de una chequera casi infinita, prometiendo beneficios aquí y allá.

Lo hace aunque cada vez haya más dudas sobre cuál es la situación patrimonial real del organismo del cual depende el pago de las futuras jubilaciones y pensiones.

Dispuesto a ser uno de los protagonistas de la campaña electoral, Guzmán viene destacando que su plan es alcanzar una economía "sostenible", con renegociación de deuda incluida.

La realidad, agravada por una pandemia feroz que ya causó más de 100 mil muertes en la Argentina, le devuelve una imagen desafiante.

Guzmán cometió el error de pronosticar una inflación de apenas 29% para este año, en un país como la Argentina, que reacciona a pura remarcación cuando se acerca la hora de ir a
las urnas.

Ahora el ministro de Economía se encuentra ante un problema: para cuando concluya julio, su proyección optimista tal vez se haya pulverizado, y al país le quedarán 5 largos meses -con dos elecciones en el medio- para tratar de que los precios no sigan disparándose a un ritmo superior al 3% mensual.

Guzmán debe estar arrepintiéndose de ese pronóstico, aunque cerca del ministro sostienen que fue parte de una estrategia para que no se dispararan tanto las expectativas inflacionarias. Da la impresión que fue fallida.

Otra dificultad que complica los planes oficiales surge al desmenuzar las últimas estadísticas del INDEC: a pesar de que en junio el costo de vida desaceleró, alimentos y bebidas no lo hizo: subió 3,2% -igual que el IPC general- cuando en mayo había crecido 3,1%.

El rubro alimentos es el que tiene más peso en la inflación, pero sobre todo es el que más pega en el bolsillo del 45% de la población sumergido en la pobreza.

No terminan ahí los interrogantes que genera la política económica oficial, cada una de cuyas señales es auscultada por los mercados.

Tras una semana de sentarse a conversar con representantes de los países más poderosos englobados en el G20, Guzmán volvió entusiasmado a la Argentina y participó en un acto de campaña.

Allí dijo: "El Frente de Todos tiene un proyecto que cuida a la Argentina y los intereses del pueblo".

Pero nada aclaró sobre cómo se hará para resolver una contradicción cada vez más palpable en la alianza gobernante: Cristina y Máximo Kirchner pretenden que la deuda con el Fondo Monetario se pague a 20 años, con al menos los primeros tres de gracia.

Por las dudas, el vocero del FMI salió a recordar que a lo sumo lo que puede negociar el organismo es un crédito de facilidades extendidas a diez años.

En su entusiasta participación en la semana en un foro de la economía popular, Guzmán sí abordó un punto neurálgico, al sostener que "la mejor política de inclusión social es la generación de trabajo".

Es un tema casi olvidado por la clase política desde hace 20 años, cuando la hecatombe del 2001 obligó a crear planes sociales que, como las subas de impuestos, venían supuestamente para paliar una emergencia y se terminaron quedando para siempre.

Convertir los planes sociales en empleo es un desafío que también abordó en su momento el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, pero que hasta ahora ha quedado sólo como un conjunto de buenas intenciones.

Desde el sector privado hay preocupación por esa tendencia del kirchnerismo a echar mano de subsidios para todo desequilibrio surgido en la economía.

Incluso referentes de algunas cámaras temen que los sectores más duros impulsen la continuidad en el 2022 del impuesto las grandes fortunas, si el oficialismo logra retener el control del Congreso en noviembre próximo.

El sector empresarial cuestiona que el Gobierno haya avanzado con una tendencia cada vez más fuerte hacia la injerencia del Estado en distintas cuestiones económicas centrales, en lugar de intentar crear las condiciones para que el sector privado se desarrolle y genere empleo.

Enterado de eso, Guzmán busca emitir señales de que se busca ir en ese sentido, pero la duda es si el sector de mayor peso en la coalición gobernante, el kirchnerismo, piensa lo mismo.

"La mejor política de inclusión social es la generación de trabajo y a eso apunta nuestro esquema de políticas económicas y políticas públicas", garantizó Guzmán, a quien algunos
kirchneristas llaman despectivamente "ministro de la deuda".

El esfuerzo que hace Guzmán por enumerar con nombre y apellido a los principales actores de la alianza gobernante, refleja en parte la necesidad de alejar los fantasmas generados
por las tensiones que afloran cada que hay temas sensibles, como el acuerdo con el FMI.

En cada aparición, Guzmán insiste en pasar lista y mencionar a "Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Sergio Massa y Máximo Kirchner".

Su estrategia parece seguir una lógica que domina la comunicación pública: "Repetir, repetir y repetir", como se incluyó en un memo filtrado, que incluía esas instrucciones para los ministros, con el fin de que saturaran hablando de los millones de vacunas contra el Covid que estaban llegando a la Argentina.

Deuda insostenible.

La Argentina tiene que acceder a un nuevo programa con el FMI para pagar los US$ 45.000 millones tomados por Mauricio Macri cuando vio que su gobierno no resistiría un nuevo intento de
devaluación.

Cerca de Guzmán consideran que en el G20 se logró un resultado valioso para que los países ricos entiendan las limitaciones del país, y la necesidad de llegar a un acuerdo sostenible.

El ministro de Economía mantiene una excelente relación con el establishment internacional, empezando por la jefa del FMI, Kristalina Georgieva, quien destacó la "gran reunión" que mantuvo con Guzmán en Venecia.

Pero el Fondo Monetario se pondrá cada vez más exigente con los requisitos, a medida que se acerque la posibilidad de un acuerdo.

Al fin y al cabo, son acreedores, y lo único que quieren es garantizarse un horizonte de cobro. 

Lo sintetizó con claridad Sergio Chodos, el representante argentino ante el organismo: "El FMI aprende, pero no se convierte en lo que no es", advirtió.

Como en el cuento del escorpión y la rana, podría haber agregado: "Está en su naturaleza".