Justo cuando Martín Guzmán había consolidado la relación con una aliada de peso, el futuro de la búlgara Kristalina Georgieva al frente del FMI se empezó a llenar a de nubarrones.

Todo iba bien hasta que una investigación acusó a Georgieva de favorecer a China en un ranking sobre clima de negocios entre países que elabora el Banco Mundial, cuando era economista jefa de ese organismo.

Ese reporte cayó muy mal en el gobierno norteamericano, que tiene la palabra decisiva en todo lo que hace el FMI, incluida la compleja negociación con la Argentina por una deuda que ronda los u$s 46.000 millones.

Georgieva fue hasta ahora un sostén de la relación con la Argentina y mantiene un sólido vínculo con Guzmán.

Esa relación se había convertido en el principal capital político al que esperaba aspirar la administración de Alberto Fernández para sellar un acuerdo con el organismo. Ahora, todo ingresó en terreno pantanoso, ya que Georgieva habría perdido la confianza de la administración de Joe Biden.

A tal punto que la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, habría dejado de atender los llamados de Georgieva, a pesar del sólido vínculo que mantenían hasta hacerse pública la investigación.

En medio de este conflicto que podría dejar fuera del FMI a la búlgara, Guzmán analiza la posibilidad de viajar a Washington en la semana del 11 de octubre para participar en la Asamblea Anual del organismo.

El ministro busca que el Fondo Monetario avale la baja de las sobre tasas de interés aplicadas sobre el crédito excepcional otorgado a la Argentina durante el gobierno de Mauricio Macri.

Si eso se logra, quedaría el camino allanado para suscribir un acuerdo de facilidades extendidas que permita refinanciar la enorme deuda con el organismo.

Guzmán pretende reunirse cara a cara con Georgieva para tantear la posibilidad de avanzar en el tramo definitivo de un acuerdo. Antes, la Argentina deberá pagar casi USD 390 millones de intereses en noviembre y otros USD 1.900 millones en diciembre. 

También hay vencimientos de USD 720 millones en enero y USD 370 millones en febrero. Hasta ahí, la Argentina contaría con los fondos necesarios para cancelar esos vencimientos.

El problema fuerte arranca en marzo, cuando hay un desembolso programado de USD 2.900 millones, y el resto de las obligaciones en el 2022, que rondan los USD 19.000 millones. Impagable.

Si no se renegocian los vencimientos, la Argentina caerá en default con el organismo y el panorama financiero del país pasará de castaño a oscuro.

Por ahora, la negociación está entre paréntesis, según la información que manejan economistas que visitaron en los últimos días el Palacio de Hacienda para una reunión en la que se buscó llevar tranquilidad a la plaza financiera.

En el equipo económico admiten esa impasse pero dicen que las negociaciones se reactivarán en las próximas semanas.

Incluso destacan que de haber luz verde del Fondo para bajar las sobretasas, la aprobación de un programa de apoyo se agilizará porque una de las claves, la mejora fiscal, está encaminada.

Cerca del ministro Guzmán destacan la reducción del déficit fiscal vía aumento de ingresos y no con ajuste, y ponderan el resultado obtenido en la recaudación durante septiembre, cuando los ingresos subieron 61% y se logró el mejor resultado en tres años.

También buscan tener mejor información sobre en cuánto impactó la investigación sobre Georgieva.

Y quedaron sorprendidos luego de que en el mundo de las finanzas trascendió que la secretaria del Tesoro de Estados Unidos interrumpió los contactos con la titular del Fondo.

Estados Unidos y el FMI trabajaron en la capitalización del FMI por USD 650.000 millones que fueron los Derechos Especiales de Giro.

A la Argentina le tocaron USD 4.300 millones, lo que permitió al país aliviar el pago de vencimientos.

Si finalmente se concreta el viaje a Washington, tal vez Guzmán pueda obtener una visión de primera mano sobre si hay futuro para concretar un acuerdo, o habrá que empezar a mirar a quién podría ser el sucesor de Georgieva en el Fondo Monetario.
Sería barajar y dar de nuevo, para un gobierno que se arriesga a perder la mayoría en el Congreso.