Ciudadanos, dirigentes, sindicalistas, políticos y periodismo discurrieron profusamente acerca de precios, salarios, registros históricos, antecedentes y peculiaridad del brote. Por supuesto abundaron la búsqueda de culpables, las excusas, las zancadillas y las actitudes de "comadreja muerta" (yo no fui, busquen por otro lado).

La mayor parte de los responsables políticos de cuestiones económicas, fiscales, laborales, cambiarias y financieras actuaron como comentaristas, el problema no les corresponde sino en cambio los agrede, los lastima, los irrita o les pasa de largo.

Lo que tal vez la vorágine de los acontecimientos impidió comentar y que seguramente vale un instante de reflexión, es que mientras que el índice general casi rozó 7 %,con picos de hasta 30 en los rubros educación e indumentaria, y cercanos a 20 en panificados, huevos y pollo, en cambio decreció en la mayor parte de las frutas y hortalizas, alcanzando la exorbitante BAJA de 27,6 % en lechuga, justamente el artículo que diera pasto a absurdas acusaciones sin fundamente durante los meses del calor extremo.

Para trascender la anécdota e intentar que la ciudadanía entienda algo más acerca del funcionamiento de los mercados frutihortícolas, cabe explicar una vez más la ley de la oferta y demanda, que los gobiernos populistas alardean de eludir mediante sus estridentes declaraciones sobre precios cuidados, garantizados, controlados, medidos, recomendados y guiñados.

Cuando los frutihorticulturas acudimos cada mañana al mercado mayorista nos encontramos con determinado equilibrio entre la mercadería disponible y la que la calle demanda mediante la mediatización del minorista. Si por el motivo que fuere, ya sea climático, político, social, bélico o hasta por un eclipse la demanda resulta insatisfecha, el precio sube en toda la diversidad de calidades ofrecidas.

Si en cambio fuera la oferta la que excede las necesidades de suministro, el precio baja competitivamente en búsqueda de alternativa.

Los profesionales, estudiosos, dirigentes, empresarios e incluso trabajadores en negro de la actividad lo conocemos perfectamente pues así ha sido siempre y reaccionamos acompañando y no enfrentando a la realidad objetiva. El consumidor hace exactamente lo mismo, cuando sube un producto reduce su consumo, lo reemplaza o lo posterga, considerando atinadamente sus recursos de ingresos y sus necesidades de alimentación.

A los pocos días el sistema se equilibra en este escalón que corresponderá al contexto y será nuevamente modificado cuando la oferta se incremente y la demanda se reduzca como ha ocurrido en marzo.

Si el Gobierno interviene con la torpeza y necedad que lo caracteriza, el ajuste será traumático y las consecuencias un deterioro general de la actividad en el mediano plazo con perdida de competitividad relativa y atraso sistémico.

(* - Mariano Winograd es consultor frutihortícola).