Por Claudio Figuerola (*)

Aunque tengamos la sensación de que la pandemia ha detenido el tiempo para muchos procesos o sectores, lo cierto es que solo se trata de una nube que puede distorsionar los diagnósticos.

El acceso a la energía es uno de los pilares fundamentales para el desarrollo humano de la actualidad. Sin ir más lejos, en el marco de la pandemia, el suministro eléctrico en los hogares se ha vuelto más visible dado que más del 70% de los empleos se han desarrollado desde los hogares o en forma remota a nuestros lugares de trabajo.

Y cada vez consumimos más energía.

De ahí que la importancia de la fuente y origen de la energía que consumimos sea un punto central en la agenda del presente, porque condicionará y mucho al futuro. La transformación de las matrices energéticas de los países continúa en marcha y la tendencia muestra que el camino hacia energías más limpias y menos hirientes para el medio ambiente ya cuenta con un recorrido importante.

En Argentina ese proceso se está dando de una manera muy particular, con marcos normativos que impulsan la incorporación de tecnología a la producción de energía y con otro aspecto central que tiene que ver con quienes usan la energía para vivir.

Mientras que en este sentido, la oferta de soluciones de climatización para el invierno mostró cambios importantes en poco tiempo.

Entre 2017 y 2020 la balanza se inclinó fuertemente hacia propuestas centradas en alimentación eléctrica por sobre las estufas a gas. Así, por cada 10 artefactos ofrecidos para calefaccionar, al menos 7 consumen electricidad y sólo 3 lo hacen a gas.

Esta es una buena noticia para la sustentabilidad en nuestro país y para el planeta en general. Pero existe un problema que tiene que ver con la información y la mirada puesta en la eficiencia: 9 de cada 10 productos eléctricos ofrecidos no informa el nivel de eficiencia que alcanzan los equipos. Y de aquellos que sí, son contados con los dedos de la mano los que logran la máxima eficiencia.

Dados estos indicadores, existe una gran oportunidad para que las personas puedan acceder al consumo de energía, pero de una forma eficiente, cuidada, que no impacte en sus economías personales y que les brinde el beneficio que buscan.

La falta de información hacia el consumidor o el desconocimiento que éste tiene de sus consumos no hace más que atentar contra él mismo y contra la cadena de valor que lo abastece.

Desde esta perspectiva, y en particular en lo que a energía se refiere, mejorar los niveles de conocimiento sobre el consumo ayudará a que haya mejores decisiones, un mejor uso de los recursos y una mayor sostenibilidad del sistema, tanto operativa como económicamente hablando.

Y ese sigue siendo un pendiente.

(*) CEO de Wabee . @claufiguerola.