Tras el reclamo presidencial para que los ministros salgan a defender con uñas y dientes apretados la gestión, el ministro de Economía, Martín Guzmán, terminó de decidir una estrategia que venía planeando hace tiempo: ponerle el cuerpo a la pelea con la oposición en medio de la campaña electoral.

Luego de atravesar su peor momento cuando el ultra kirchnerismo torpedeó su estrategia de reducir el gasto público y aumentar tarifas, Guzmán parece haber recuperado impulso y estar dispuesto a recorrer las calles y ensuciarse los pies, como suelen sostener los políticos de vasta trayectoria.

Las claves de su fortaleza radican en la capacidad de negociación exhibida frente a los acreedores: en 2020 cerró un acuerdo con los fondos de inversión para reestructurar una deuda superior a los US$ 65.000 millones y salir del default. 

Según Guzmán, ese acuerdo supondrá para el Tesoro argentino un ahorro de US$ 30.000 millones anuales en una década.

Ahora, cuando se corría el riesgo de caer en una cesación de pagos con el Club de París -un consorcio con el que negoció mal y pronto Axel Kicillof en 2014 siendo ministro de Economía de Cristina Kirchner-, Guzmán logró que la Argentina en lugar de pagar US$ 2.400 millones este año, afronte sólo US$ 430 millones en dos cuotas, la última de las cuales se liquidaría hacia marzo de 2022.

En 2014, la "negociación" de Kicillof con el Club de París derivó en un acuerdo muy perjudicial para la Argentina: una deuda que rondaba los US$ 5.200 millones, se disparó de un día para el otro a US$ 9.690 millones.

El monto total se componía de US$ 4.955 millones de capital, US$ 1.102 millones de intereses y US$ 3.633 millones de "intereses punitorios", según informó el propio Ministerio de Economía tras la "negociación".

Ningún analista de mercados de deuda termina de entender las razones que llevaron al gobierno de Cristina Kirchner a aceptar semejantes punitorios.

Ese acuerdo perjudicial para la Argentina lo persigue a Kicillof desde aquella época como un estigma, y hasta le valió denuncias en la Justicia que quedaron en la nada.

En un seminario realizado en El Vaticano en febrero de 2020, y con la jefa del FMI, Kristalina Georgieva, sentada a su diestra, el propio Guzmán criticó esa renegociación.

"Aquí hay miembros del Club de París, ese también es un problema del que nos tenemos que ocupar. Argentina va a pagar un 9% de tasa de interés en la deuda de 2020 y 2021. Eso no es solo insostenible, sino que marca un mal antecedente con el resto de los acreedores. Definitivamente no es ´pari passu´ (tratado del mismo modo)", advirtió.

Guzmán en campaña.

Pero ahora arrancaron los tiempos electorales. Y como cualquier argentino sabe, la capacidad del peronismo de borrar las diferencias es directamente proporcional a la proximidad de las elecciones.

Las pocas veces que no lo entendió, perdió: le ocurrió en las legislativas de 2009 -con Néstor Kirchner encabezando la lista-  y en las presidenciales del 2015, cuando Sergio Massa prometía: "Conmigo se termina la era K, por más violencia y chequera que quieran usar".

Con la estrategia de defender la gestión, Guzmán se empieza a sumar a la campaña electoral para darle sustento a la pata económica de un plan que, para la oposición y muchos agentes del mercado, no existe.

El puntapié inicial de esta estrategia podría marcarse en la incesante actividad que el ministro de Economía mantuvo el viernes último en Bariloche.

"Claro que hay plan económico", fue lo primero que dijo Guzmán en esa ciudad.

Y enfatizó: "Muchas veces se dice ´no hay plan´. ¿A qué se le ha llamado plan en la Argentina? Plan de Convertibilidad, Plan Austral, Plan Primavera. Esos no son planes económicos sino de estabilización cambiaria", chicaneó. 

Y defendió a su gobierno, al asegurar, por las dudas: "Acá hay un plan que tiene como base un proyecto político que es el del Frente de Todos".

En 12 horas, el ministro se reunió con empresarios, anunció bajas de retenciones para la exportación de frutas, visitó el instituto Balseiro y recorrió el Invap, junto al ministro de Ciencia y Tecnología, Roberto Salvarezza, a quien elogió especialmente.

La estrategia quedó clara, y fue rápidamente interpretada por quienes toman decisiones económicas: desde ahora Guzmán se suma a la campaña electoral del oficialismo.

El ministro de Economía ya tendría programadas varias recorridas similares a la de Bariloche durante las próximas semanas, teniendo en cuenta que el 12 de septiembre próximo se realizarán las PASO.

Tal vez Guzmán no lo recuerde, pero su admirado papa Francisco -quien le dio una mano en la renegociación de la deuda argentina cuya intensidad tal vez nunca se llegue a saber en detalle- pronunció en 2015 una frase que le vendría al ministro como anillo al dedo para este momento.

Fue durante una visita que el pontífice argentino hizo a una cárcel de Filadelfia, Estados Unidos.

En aquella oportunidad, el papa se abrazó con varios presos y les dijo: "Vivir supone ´ensuciarse los pies´, por los caminos polvorientos de la vida y de la historia". 

Guzmán parece estar dispuesto a hacerlo. Está convencido de que llegó la hora de ponerse el uniforme, o el overol si se prefiere, y salir a librar una batalla política cuerpo a cuerpo para defender su plan para "tranquilizar la economía".