Por Javier Cao *

Incluso para un país que nos tiene acostumbrados a la volatilidad, pocas veces se ha visto un cambio tan drástico en el escenario económico como en este primer semestre de 2020.

El coronavirus transformó radicalmente la forma en la que vivimos, en que trabajamos, y obviamente, las perspectivas económicas del país y el mundo.

La principal incógnita es la evolución de las medidas de distanciamiento social en lo que respecta a la duración e intensidad de la cuarentena.

Al respecto, nuestro escenario base considera que, más allá de casos puntuales, la tendencia a la liberación de actividades económicas no se detiene (como sí podría suceder en caso de producirse un pico de contagios que desafíe la capacidad del sistema de salud), pero avanza a un paso lento.

Esto es en cierta forma lo que viene sucediendo en las últimas semanas.

En el AMBA la aceleración en el ritmo de contagios supone un límite a las posibilidades de liberalizar en mayor medida la actividad. En el resto del país la liberalización es un poco más acelerada y aunque todavía hay muchas regiones en las que se mantienen restricciones importantes, la movilidad creció sustancialmente.

No obstante, todo indica que durante los próximos dos meses la mayoría de las actividades operarán con fuertes restricciones.

De momento, se han publicado protocolos que permiten la actividad de diversos sectores industriales, pero en muchos casos implican trabajar con una menor dotación de personal, lo que restringe fuertemente la posibilidad de recuperar la producción en el corto plazo.

Pero mirando a futuro, quizás lo más preocupante es que la evolución de la demanda tampoco apoyará la recuperación. De hecho, a medida que pase el tiempo será este cada vez más el factor determinante, dado que mientras que las empresas comienzan a adaptarse a los protocolos y las restricciones de oferta se modera, el efecto de la demanda perdurará en el tiempo.

Desde el punto de vista de los ingresos, al deterioro de los salarios reales por la inflación se suma que diversas empresas con trabajadores suspendidos han acordado reducciones salariales que suelen rondar el 30% y que aún siguen vigentes.

Los trabajadores autónomos y algunos informales y autónomos han visto reducidos sus ingresos al mínimo, lo que solo puede ser parcialmente compensado con el programa de transferencias de gobierno.

La recuperación de la inversión es aún más compleja que la del consumo dado la delicada situación financiera de las empresas: hay que tener en cuenta que muchas quedarán fuertemente endeudadas y deberán mantener la austeridad el segundo semestre.

Así, aunque abril y mayo serían los dos meses en los que más se sentiría el apagón, se espera una fuerte caída en la actividad en términos interanuales durante junio y buena parte del tercer trimestre.

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El impacto en la actividad y por sector

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El resultado de este escenario es una contracción para el PIB que se estima en alrededor de un 10% en 2020, pudiendo incluso superar el 20% en el segundo trimestre. Semejante retracción afecta prácticamente a todos los sectores, pero con diferencias entre ellos.

Mientras que el mayor impacto se observará en los segmentos asociados al turismo y aquellos en los que el contacto directo entre personas resulta indispensable, como es el caso de algunos servicios sociales.

El efecto en estos casos no sólo será muy fuerte, sino también muy duradero, dado que estos serán posiblemente los últimos sectores en abrir su actividad. El transporte es el otro gran perdedor, tanto por el impacto general que la contracción económica tendrá sobre las cargas transportadas como por las restricciones al movimiento que reducen la demanda de transporte de pasajeros, especialmente en lo que respecta a la aviación y el transporte interurbano.

Las caídas en estos rubros oscilarían entre el 25% y el 35% interanual en 2020.

Una situación casi igualmente mala se proyecta para la construcción (caería alrededor del 25% en el año). No sólo porque se encontró prácticamente paralizada en la cuarentena (a partir de mayo comenzaron a darse algunas autorizaciones en el interior) sino que sus drivers de recuperación por el lado de la demanda son pobres.

El mercado inmobiliario está paralizado y la brecha cambiaria complica su normalización. Las obras de inversión privadas también se verán reducidas al mínimo durante el segundo semestre dado que la incertidumbre económica y los balances de las empresas desalientan la inversión.

En cuanto a la obra pública, más allá de algunos anuncios puntuales, no se cuenta con demasiado margen fiscal para avanzar sobre un aumento en el gasto de capital.

El comercio (-11% proyectado para el año) y la industria (-13%) viven una realidad muy heterogénea alrededor de cada rubro.

En el primer caso, incluso en una situación de fuerte contracción del consumo y derrumbe de ventas de pequeños comercios en torno al 58% en abril (de acuerdo a CAME), podemos identificar al primer ganador de la pandemia: los supermercados.

Siendo uno de los pocos comercios abiertos, los mismos han concentrado gran parte de la demanda. Aún con una caída de los ingresos, esto no ha compensado el efecto sustitución de consumo: al estar imposibilitado en gastar su ingreso en otros rubros, la población volcó una mayor masa de dinero al consumo en supermercados.

En la industria, alimentos y químicos son los sectores que mejor soportarán la pandemia.

Para el conjunto de estos rubros se proyecta una merma en torno al -3% y -6% respectivamente, también con heterogeneidad intra segmento: en alimentos es peor la performance de las empresas premium y aquellas más asociadas al segmento de restaurantes y hoteles, mientras que en químicos la relativamente buena performance se explica mayormente por productos de limpieza y farmacéuticos.

Excluyendo alimentos y químicos, la caída de la industria se acerca al 19%, con el peor desempeño en rubros asociados a bienes durables y a la inversión, es decir, a la automotriz y metalmecánica. A diferencia de lo que ocurre en la construcción, en este caso la mayor limitante parece ser la necesidad de cumplir los protocolos.

Muy particular es la situación de la industria petrolera, que tendría una caída menos abrupta pero más prolongada. En este caso, la actividad ha sido declarada esencial desde un principio, pero la baja de demanda internacional y local la ha obligado a frenar incluso la producción de pozos existentes. Así, la producción de crudo que venía creciendo en torno al 3,5% en el primer trimestre cerraría el año con una baja que podría llegar al 7% (e incluso ser mayor si no se recupera la demanda).

La inversión, por su parte, se ha desplomado (no se realizaron perforaciones en abril y al día de hoy la mayoría de los equipos siguen frenados) y no se recuperaría a lo largo del año, y tampoco tendría un rebote fuerte en 2021, dado los bajos precios globales y la imposibilidad de acceder a financiamiento internacional.

Por último, resta hablar de los sectores que están teniendo una mejor performance. El sector agropecuario ha salido relativamente indemne del shock, y aunque las condiciones climáticas hacen proyectar una caída del 5,8% en la cosecha en comparación con el récord de 2019, en términos absolutos la misma se mantuvo en niveles elevados.

Incluso la caída en los precios de los alimentos ha sido relativamente moderada en relación a otras crisis y las preocupaciones del sector hoy pasan por una posible tendencia a la apreciación del tipo de cambio oficial que reduzca su rentabilidad (ya en niveles de moderados a bajos).

Los servicios públicos también han sido poco impactados (en energía, la mayor demanda residencial y el clima vienen compensando gran parte del efecto de la menor demanda industrial) y para las telecomunicaciones se abre una gran oportunidad a futuro por los cambios en la modalidad de trabajo.

No obstante, el sector también tiene sus preocupaciones: la postergación del pago de facturas y la posible extensión de las políticas de congelamiento de tarifas.

Como puede observarse, si bien prácticamente ningún sector escapa a este shock, los impactos son muy distintos entre sectores y al interior de cada sector (incluso con diferencias según la provincia en la que se ubique cada empresa).

En algunos casos, los efectos han sido relativamente reducidos, en otros si no se avanza en una salida las posibilidades de recuperación pasarán a estar condicionadas por un nuevo factor: la supervivencia de las empresas.

Por lo pronto, lo que es seguro es que seguimos enfrentando un escenario de extrema incertidumbre y que habrá que seguir muy atento a todas las novedades.

(*) Responsable de Inteligencia Sectorial de ABECEB

@javiermcao